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Bajo nuestro mar yacen los restos de un viaje interestelar

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Juan Diego Soler
27 de septiembre de 2025 - 05:05 a. m.
“Cada año, entre cinco y 15 mil toneladas de material extraterrestre se precipitan sobre la superficie de la Tierra”: Juan Diego Soler
“Cada año, entre cinco y 15 mil toneladas de material extraterrestre se precipitan sobre la superficie de la Tierra”: Juan Diego Soler
Foto: EFE - Cortesía
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Cada año, entre cinco y 15 mil toneladas de material extraterrestre se precipitan sobre la superficie de la Tierra. La mayor parte llega en forma de finas partículas producidas por la abrasión de la atmósfera sobre objetos que ingresan en ella con velocidades hasta diez veces más altas que la de una bala, pero también incluye el polvo de cometas y asteroides. Estas partículas se depositan como una fina lluvia sobre los continentes y los océanos de nuestro planeta dejando pistas de la travesía del Sol a través de la materia que se extiende entre las estrellas; un viaje interestelar consignado en los registros geológicos del planeta.

El estudio de la materia extraterrestre en los sedimentos oceánicos comenzó con el descubrimiento de partículas metálicas en los sondeos del HMS Challenger, una expedición naval británica que, entre 1873 y 1876, le dio la vuelta al mundo recogiendo muestras del fondo marino. El británico John Murray y el belga Alphonse Renard, jefes científico y geólogo de la expedición, respectivamente, encontraron en esas muestras diminutas esferas magnéticas de color negro con núcleos metálicos y esferas marrones parecidas a componentes de meteoritos. Por estar distribuidas a lo largo del lecho oceánico, descartaron que fueran producidas por fuentes volcánicas y otros fenómenos terrestres.

La expedición del HMS Challenger inauguró a la oceanografía como disciplina científica y marcó la partida de una era de exploraciones del fondo marino que se extiende hasta nuestros días. Algunas de ellas tienen fines comerciales, como la controversial minería oceánica, que busca extraer metales como plata, oro, cobre, cobalto y zinc del fondo del mar, a expensas de la alteración de zonas submarinas cuyos ecosistemas apenas hemos comenzado a comprender. Otras tienen finalidades científicas, incluyendo el estudio de las corrientes oceánicas, la investigación de los organismos que viven a grandes profundidades y la recolección de muestras con las que se reconstruye la acumulación de material extraterrestre sobre la Tierra.

El Sistema Solar orbita alrededor del centro de la Vía Láctea, junto con miles de millones de otras estrellas. A lo largo de esa trayectoria se va encontrando con nubes de gas y polvo que también hacen parte de nuestra galaxia. Algunas de estas nubes están enriquecidas con material forjado en las violentas explosiones producidas al final de la vida de las estrellas más masivas, las supernovas, la fuente más importante de elementos más pesados que el hierro, como el platino y el uranio. La exposición al ambiente de esas explosiones también genera reacciones químicas en la atmósfera terrestre, produciendo elementos como el berilio, que luego se precipitan sobre el planeta.

Hace apenas unos meses, científicos de la Universidad de Dresden, en Alemania, la Universidad Nacional de Australia en Canberra y la Universidad de Viena, en Austria, reportaron el descubrimiento de una anomalía en la cantidad de berilio en las cortezas oceánicas profundas del Pacífico central y septentrional. Esa anomalía data de entre hace 11,5 y 9,0 millones de años, durante el Mioceno tardío. Se espera que en los próximos años nuevos sondeos revelen si efectivamente esta acumulación de berilio tiene un origen interestelar y confirmen si la anomalía está relacionada con el periodo de enfriamiento del planeta al final de esa era geológica, cuando las temperaturas globales de la superficie del mar descendieron aproximadamente 6 °C y los ecosistemas terrestres se reorganizaron para convertirse en los que conocemos hoy en día. Los márgenes de error en ese estudio son, por ahora, astronómicos, pero la era en que el clima espacial hace parte de la forma en que entendemos nuestro planeta ya está aquí.

La publicación del descubrimiento es esta.

El estudio del origen interestelar de esa anomalía acaba de ser aceptado para publicación y es este.

Juan Diego Soler

Por Juan Diego Soler

Doctor en Astronomía y Astrofísica en la Universidad de Toronto, Canadá. Investigador científico del Instituto de Astrofísica Espacial y Planetología en Roma, Italia. Autor de los libros “Relatos del confín del mundo (y el universo)” y “Lejos de casa”. Escribe sobre ciencia para El Espectador desde 2011.
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Hincha Rojo(87476)28 de septiembre de 2025 - 02:39 a. m.
Excelente columna. Cómo siempre.
Alvaro Bernal(31173)28 de septiembre de 2025 - 01:22 a. m.
Muchas Gracias, por enseñarnos a entender, nuestro universo, de forma clara y sencilla.
Gines de Pasamonte(86371)27 de septiembre de 2025 - 04:25 p. m.
No se necesita ser ave de mal agüero, profesor Juan Diego, para barruntar lo que nos espera en un futuro próximo. La minería ilegal, fomentada por gobiernos irresponsables como el de alias “matarife” y “alias “Porky”, les causaron daños irreparables a nuestros ecosistemas; prueba fehaciente de lo anterior es el río Sambingo de la cuenca hidrológica del Pacífico caucano; este desapareció, se puede constatar en Google. ¿Qué será entonces de las profundidades abisales con la codicia humana?
  • Hernando Villate París(61673)28 de septiembre de 2025 - 12:59 p. m.
    Por favor no deje fuera de la colada los Honorables Parlamentarios y políticos de todos los pelambres que no tienen la voluntad política para solucionar el problema de la minería ilegal, porque soluciones hay, lo que no hay es quien quiera implementarlas
Helena Daza(32726)27 de septiembre de 2025 - 03:43 p. m.
No había pensado sobre que esto sucediera en nuestro planeta, cada columna suya me enseña aspectos super interesantes e importantes del espacio y nuestro planeta. Gracias
HECTOR FERNANDO CASTRO ALARCON(32901)27 de septiembre de 2025 - 02:00 p. m.
Extraordinario, sencillamente extrairdinario, los fenómenos que describe profesor Soler, pero igualmente extraordinaria su competencia como docente, pues lo que enseña, a pesar de la máxima complejidad, lo hace ver muy sencillo y hermoso.
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