A finales de 2006, un centenar de cajas con 529 obras arqueológicas procedentes de Gaza llegaron a Suiza para ser presentadas en la exposición “Gaza, encrucijada de civilizaciones” en el Museo de Arte e Historia de la ciudad de Ginebra. A mediados de 2007, mientras se desarrollaba la exposición, la organización política y paramilitar conocida como Hamás depuso al gobierno de la Autoridad Palestina y tomó el control de Gaza. Sin las condiciones para su regreso seguro a su país de origen, las obras que iban a formar el futuro museo arqueológico de Gaza permanecieron embaladas en Ginebra durante 17 años. Hoy, cuando el patrimonio cultural palestino es víctima de una destrucción sin precedentes, algunas de las piezas vuelven a ser presentadas al público en una exposición organizada por el Instituto del Mundo Árabe en París como testimonio de la rica y larga historia humana en ese territorio.
La Franja de Gaza se encuentra a lo largo de la costa mediterránea, en el llamado Levante, en la frontera natural entre el norte de África y Asia. La región está dividida por el valle del río Gaza, Wadi Ghazza, una cañada inundada durante los meses de lluvia, formando un fértil oasis en una región dominada por los desiertos. Allí, los rastros de los asentamientos humanos datan de la Edad de Bronce, hace casi cinco mil años. Ese territorio fue la frontera entre las potencias del valle del Nilo y las de Mesopotamia, el hogar de prósperos puertos sobre el Mediterráneo, el punto de convergencia de caravanas procedentes de África, Arabia y la India, un eje comercial y político que despertó la envidia de los imperios, desde los egipcios, asirios, babilonios, persas, griegos, romanos, hasta los mamelucos y otomanos. Toda la historia de la Antigüedad que la gente se codea por admirar en Egipto, Grecia o Italia también sucedió y dejó sus huellas en Gaza. Una rica historia borrada y disputada en medio de la tragedia contemporánea.
Algunas de las piezas en la exhibición en París son el resultado de la cooperación franco-palestina que, desde 1994, tras una retirada de las tropas de Israel del enclave, permitió la entrada de equipos de la Escuela Bíblica y Arqueológica Francesa de Jerusalén (EBAF), el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) y el Servicio de Antigüedades Palestino. Los investigadores identificaron cuatro yacimientos de gran importancia: el antiguo puerto de Antedon, que conectó a Gaza con el Mediterráneo desde hace más de 2.400 años, el excepcional monasterio de San Hilarión (Nussayrât), fundado hacia el año de nuestra era, los mosaicos bizantinos de Mukheitim (Jabâlya), que datan del siglo V de nuestra era, y Tall al-Sakan, la fortificación egipcia más antigua que se conoce y el único asentamiento fortificado egipcio conocido más allá del valle del Nilo. Desde el inicio de la guerra en octubre de 2023, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha observado daños en estos y por lo menos 72 sitios culturales más de la Franja de Gaza, según imágenes satelitales del 17 de febrero de 2025. Como una metáfora a la destrucción de vidas y modos de subsistencia en la región, los vestigios de la historia más profunda de la región se convierten en polvo.
¿Quién contará la historia de Gaza cuando su patrimonio se reduzca a escombros? ¿El régimen paramilitar que organizó las violentas incursiones en Israel el 7 de octubre de 2023? ¿El Estado que en nombre de su seguridad arrasó la región y sus habitantes? Palestinos sobre el terreno trabajan para documentar, preservar y salvar los bienes culturales en peligro. Bajo los bombardeos y durante el reciente frágil alto al fuego, rescatan entre la tierra arrasada y los edificios destruidos los vestigios de un pasado milenario. Una historia más profunda que la que algunos usan para justificar la agresión y el expolio. Una historia que habla del carácter temporal de los imperios y de la supervivencia de los pueblos a pesar de la violencia, el tribalismo y la intolerancia que afloran con tanta frecuencia en nuestra especie.