Hace apenas unos días se celebró el Día Internacional de la Mujer, la fecha en que se conmemora la lucha de las mujeres por su participación en la sociedad y su desarrollo íntegro como persona. Circularon los mensajes refritos, “la mujer es el arcoíris en la tormenta y la luz en la oscuridad” aunque esa luz parece estar limitada a un espacio muy reducido. Según datos de la UNICEF, las mujeres colombianas entre 15 y 19 años dedican más del 80 % de su tiempo a labores de limpieza en el hogar, mientras que apenas el 12 % de los hombres en el mismo rango de edad dedican tiempo a esas tareas.
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A pesar de esa evidente falta de tiempo, el país no puede darse el lujo de malgastar el talento de la mitad de la población en Ciencia, Tecnología, Ingeniería, y Matemáticas, las disciplinas que por sus siglas en inglés se conocen como STEM y forman el núcleo del capital intelectual que genera riqueza en países desarrollados. Sin embargo, para algunas instituciones, la celebración se reduce a compartir imágenes de mujeres científicas como cromos repetidos de un álbum que circula cada año. Entre las favoritas de ese culto a la personalidad está Valentina Vladimirovna Tereshkova, la primera mujer en el espacio.
En junio de 1963, Tereshkova orbitó en solitario la Tierra 48 veces a bordo de la sonda Vostok 6. En este único vuelo, registró más tiempo fuera del planeta que el tiempo combinado de todos los astronautas estadounidenses que habían volado antes de esa fecha. Experimentó náuseas y malestar físico durante gran parte del vuelo y un aterrizaje accidentado por las ráfagas de viento que sacudieron el paracaídas, pero ese viaje la convirtió en un ícono de la exploración espacial y de las conquistas tecnológicas soviéticas. Se transformó también en uno de los referentes de las causas feministas en todo el mundo, aunque pasaron 19 años para que otra mujer regresara al espacio.
Casi medio siglo después de su hazaña espacial, Tereshkova fue elegida para la Duma Estatal, la cámara baja de la legislatura rusa. Durante la redacción de las enmiendas a la Constitución de Rusia en 2020, lideró la propuesta de levantar los límites al mandato del presidente Putin, permitiéndole cumplir hasta seis períodos presidenciales consecutivos. “Tereshkova, la primera mujer que viajó valientemente al frío y la oscuridad cósmicos, y luego llevó a todo el país allí”, comentó entonces en Twitter el desaparecido activista anticorrupción y crítico del Kremlin, Alexei Navalny.
En 2022, Tereshkova apoyó la moción que autorizó la agresión militar contra Ucrania, una nación que, en el Memorando de Budapest, firmado en 2014 con el reconocimiento de Rusia, Estados Unidos y Reino Unido, renunció a las armas nucleares a cambio de su integridad territorial. Aún se encuentra activa la orden que la Corte Penal Internacional (CPI) emitió contra Vladimir Putin por su responsabilidad por la deportación y traslado ilegal de más de 19 mil niños durante la ocupación de Ucrania. Por su activo respaldo a la invasión, Tereshkova enfrenta sanciones económicas internacionales.
¿Borramos entonces a Tereshkova de los libros de historia? La propuesta es tan ridícula como dejar de enseñar electrodinámica por el acoso de Philipp Lenard a Albert Einstein y otros científicos judíos durante el ascenso del nacionalsocialismo alemán. Sería obrar como lo hace Rusia con el saqueo de museos y la destrucción del patrimonio histórico que revela la existencia de Ucrania como una entidad independiente. Lo mínimo es contar la historia completa. Lo ideal sería que en el Día de la Mujer dejemos de izar ídolos de mármol y más bien hablemos de los obstáculos culturales que aún impiden que una mujer pueda dedicarse a la matemática, la física, la ingeniería o cualquier otra disciplina profesional en Colombia. No son pocos.