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Pelotón interestelar

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Juan Diego Soler
01 de agosto de 2025 - 05:05 a. m.
Pelotón interestelar
Foto: Juan Diego Soler
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Los paraguas se cerraron cuando aparecieron los ciclistas. La masa en la que nos habíamos convertido tras horas de espera aceptaba la fina lluvia que bañaba los adoquines a cambio de unos instantes de espectáculo. El zumbido del pelotón quedó ahogado entre los gritos que aclamaban a los 160 pedalistas que llegaban a la capital de Francia tras recorrer más de 3.200 kilómetros en bicicleta. Empapado por la borrasca y prensado por los cuerpos que se empujaban sobre la barrera de metal al borde de la calle, yo era otra vez el niño que de la mano de su papá fue a ver la entrada de la Vuelta a Colombia a Bogotá a mediados de la década de 1980, esta vez en otra lengua y en otras latitudes.

París durante el mes de julio es un centro de peregrinación para quienes investigamos el medio interestelar, la materia que se extiende entre las estrellas. ¿Y eso para qué sirve?, pregunta con desdén el estudiante en la última fila del salón. Para entender los ciclos de materia y energía que convierten nubes de polvo y gas en estrellas como el Sol y planetas como la Tierra. En otras palabras, para entender de dónde venimos. ¿Y eso da plata? No directamente, aunque los sofisticados métodos de análisis de datos ideados por algunos de mis colegas les abren las puertas en compañías que generan millones de dólares y emplean a miles de personas.

Como el medio interestelar es muy complejo, hacen falta muchos investigadores para entenderlo. Por eso, hace poco más de una década, Josh Peek, del Instituto Científico del Telescopio Espacial (STScI), y Marc-Antoine Miville-Deschênes, del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS), lideraron la creación de un instituto flotante en donde reunir temporalmente a los especialistas mundiales en esa rama de investigación en las instalaciones del Instituto Pascal de la Universidad Paris-Saclay. Algunas de las novedades de este año fueron las inesperadas estructuras reveladas por los ecos de luz del remanente de la explosión de supernova Cassiopeia A y las reconstrucciones en tres dimensiones de la distribución y el movimiento de la materia miles de años luz alrededor del Sol. La colombiana Yenifer Angarita repartió copias de su tesis de doctorado sobre el campo magnético interestelar, empastada en una de las bellísimas ediciones que hacen en las universidades de los Países Bajos. El mexicano Gilberto Goméz demostró que aún en la era de la inteligencia artificial hacen falta lápiz y papel para entender la física en las tripas. El Tour de Francia fue metáfora y compañía para quienes durante tres semanas compartimos charlas, discusiones y trasnochos para destilar nuevas ideas.

A diferencia de ediciones anteriores de la competencia, este año la etapa final incluyó cuestas empinadas antes de llegar a los Campos Elíseos, inspiradas en las carreras en ruta de los Juegos Olímpicos. El recorrido tuvo cinco ascensos de cuarta categoría, con tres subidas a la Côte de la Butte Montmartre, en el norte de París. Para ver de cerca a los ciclistas durante el ascenso hace falta llegar después del desayuno y esperar hasta el final de la tarde. La espera, acompañada a la saturación de la red de telefonía celular, conjuga la forma más antigua de red social pero, a diferencia de la paciencia en una notaría, el ánimo es alegre junto a la ruta.

La multitud canta a sus héroes, Thibault Pinot, Julian Alaphilippe y Kévin Vauquelin, entre admiración y resignación tras 40 años sin ganador francés en el Tour. Un grupo de estudiantes bretones entona una serenata para llamar a la mujer rubia que reparte ponchos contra la lluvia adornados con los puntos rojos del ganador de la montaña. “Parra, Quintana, Bernal. Son fuertes los colombianos, pero por ahora no hay quien pueda con Pogi”, señala mi vecino en la espera. “Qué más da, si lo que importa es que vuelvan, que compitan, que los veamos aquí”, comenta su padre. Nos recuerda cómo se imaginaba a Anquetil y Bahamontes durante las transmisiones por radio. Es el sentido de esa reunión, del pelotón y del medio interestelar. Hacer juntos lo que no puede hacer uno solo. Repetirlo hasta formar una comunidad, una institución. Crear colectivamente aquello que nos trasciende en el tiempo.

Juan Diego Soler

Por Juan Diego Soler

Doctor en Astronomía y Astrofísica en la Universidad de Toronto, Canadá. Investigador científico del Instituto de Astrofísica Espacial y Planetología en Roma, Italia. Autor de los libros “Relatos del confín del mundo (y el universo)” y “Lejos de casa”. Escribe sobre ciencia para El Espectador desde 2011.
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Julio Enrique Galán Roa(83619)02 de agosto de 2025 - 08:04 p. m.
Al leer el título de la columna pensé que me iba a encontrar con otra crítica al presidente
Camilo Rodríguez(27872)02 de agosto de 2025 - 11:48 a. m.
Como siempre agradable leerlo. Algún día muy cercano espero estar entre esas personas del medio interciclístico.
FERNANDO RAUL MUÑOZ REBOLLEDO(sv6gc)01 de agosto de 2025 - 11:06 p. m.
Juan Diego: la calificación a tu escrito es 10 sobre 10. Excelente esa mezcla del bello deporte del ciclismo y la ciencia!!!!!
Iliana(21165)01 de agosto de 2025 - 02:17 p. m.
Muy buena clase, esto del universo y su ciencia aunque parece facil hay que concentrarse y buscar metáforas para comprender. Esto del tour y su ambiente y los recuerdos de niño y esto jóvenes repartiendo sus tesis, me da alegría!
Gines de Pasamonte(86371)01 de agosto de 2025 - 12:21 p. m.
Muy original la simbiosis que has hecho entre ciclismo y ciencia, profesor Juan Diego. Decía el gran científico Stephen Hawking que: “Debemos intentar comprender el comienzo del Universo a partir de bases científicas. Puede que sea una tarea más allá de nuestras capacidades, pero al menos deberíamos intentarlo”. La verdad y seguro estoy que me dará la razón, profesor, estamos en pañales en lo que atañe a dilucidar los grandes misterios del cosmos. ¡La expansión del universo, por ejemplo!
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