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No conozco en persona al escritor peruano Fernando Iwasaki Cauti, pero quienes sí dicen que es un tipo tan bueno como sus libros; igual de lúcido, igual de amable. Alguna vez me leí sus “Inquisiciones peruanas”, y casi no lo puedo terminar: no de lo malo, sino de la risa.
El hecho es que acaba de llegar a Colombia un ensayo estupendo de Iwasaki, cuyo título es “rePUBLICANOS” y cuya carátula resulta, por sí sola, una verdadera obra maestra: en ella vemos a un elenco selectísimo del espíritu hispánico y aborigen a ambos lados del Atlántico (Borges, Pelé, Fernando VII; creo que hasta Piero o un hipopótamo), en una bella reproducción de la cubierta de una de las mejores cosas que le pasaron a este mundo en varios siglos: el álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de los Beatles.
Y pues ya que estamos, ahora sí, empezando el delirio de las celebraciones por los bicentenarios de las independencias de América (no faltará quien además añada la otra s: “las Américas”), convendría mucho empezar también a recordar ciertas cosas, como lo hace Iwasaki en su ensayo, sobre ese proceso de locos en el que cada quien, a lo largo y ancho de nuestro Continente, gritaba lo suyo, pero sobre todo vivas al Rey de España o adhesiones a las Cortes de Cádiz, e incluso modestos saludos a ese gran Rey que fue José Bonaparte.
Lo cierto es que tenemos una historia ansiosa por reivindicar la semilla de la democracia y de la libertad que germinaba hace 200 años en las cabezas de nuestros próceres (todos con un ejemplar de la Enciclopedia bajo el brazo; todos perfectos, y lectores de Locke), y no recordamos suficientemente que para ellos la democracia era un horror y la libertad un patrimonio de familia; que la igualdad era sólo entre los primos blancos, y la fraternidad entre hermanos y burócratas. Así era y así debía ser para ellos.
Que nuestros ilustrados leían más a Agustín o a Wolff que a Voltaire, y que muchos de ellos, al enterarse el 22 de julio de 1810 de que una turba de negros se acercaba a Santa fe, cerraron con espanto sus ventanas y sus puertas, como ya lo habían hecho dos días atrás mientras gritaban Cabildo Abierto, la institución española por excelencia.
Que en nuestra América llevamos 200 años tratando de ser liberales y capitalistas y burgueses y quién sabe cuántas cosas más (todas venidas de un mundo que no nos pertenece: el de la modernidad, el del Occidente de la Reforma y la Revolución), y sólo hemos producido gorilas y constituciones.
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