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Juan Felipe Carrillo Gáfaro
05 de septiembre de 2022 - 11:16 p. m.
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Hace pocos días, en medio de unas reñidas elecciones, Kenia eligió a William Ruto como su nuevo presidente. Y aunque Raila Odinga, eterno candidato presidencial, objetó en días anteriores el proceso electoral ante la Corte Suprema, el país no ha caído en la trampa de la violencia, como sucedió en las elecciones de 2007, cuando murieron más de mil personas en las calles.

Al ser un país tan joven (75 % de la población tiene menos de 35 años) y desigual (con un coeficiente Gini de 59,2), los líderes políticos tienden a manipular demasiado a los electores con esas promesas que nunca se cumplen. A esto hay que sumarle no solo la corrupción, y los miles de chelines que se pierden en turbios negocios que limitan (pero no obstruyen) el crecimiento económico, sino también los conflictos de poder entre las diferentes tribus. Los problemas tribales y su relación con la posesión de la tierra constituyen una de las principales causas de violencia en Kenia, y gran parte de las iniciativas de construcción de paz están centradas en promover la transformación no violenta de ese tipo de conflictos.

Pese a todo lo anterior, lo más interesante en Kenia es que la sociedad tiende a vivir el día a día de manera pacífica y poco agresiva. Contrario a lo que sucede en otros países de África o América Latina, las personas en Kenia evitan de manera general las peleas y prefieren resolver con cierto pragmatismo los pequeños conflictos de todos los días. Por ejemplo, resulta paradójico ver que es posible al mismo tiempo conducir carros de manera atravesada y brusca, sin tener la intención de ser realmente violento. El conductor de taxi, bus o carro particular no está predispuesto a insultar al otro y mucho menos está listo a demostrar con los puños qué tan valiente puede ser.

Desde los episodios violentos de 2007, la sociedad quedó devastada y preocupada. Esto explica que el país haya decidido apostarle a la no repetición poniendo en marcha estructuras estatales que garanticen una paz duradera. Está por ejemplo la Comisión Nacional para la Cohesión y la Integración (NCIC), cuyo objetivo es trabajar con las comunidades para que las personas aprendan a vivir en paz y no requieran de terceros para resolver sus propios conflictos.

El país ha ido creyendo en una forma de vida no violenta que se refleja en muchas situaciones cotidianas y permite contrarrestar así sea de forma parcial la desigualdad y la pobreza. Todo parece ir por buen camino tras estas elecciones y esto lo confirmó la Corte Suprema al desestimar el día 5 de septiembre la solicitud de Odinga de solicitar un nuevo proceso electoral. Este último llega así con sus 77 años al ocaso de su carrera política con 5 derrotas electorales.

Kenia crece a pasos agigantados y ojalá que Ruto sepa aprovechar el inmenso potencial económico del país y la entereza de sus habitantes para sacarlo adelante. La sociedad keniana está muy orgullosa de lo que tiene y no es para menos: parques naturales increíbles, una capital dinámica con una buena cantidad de naturaleza, kilómetros de playas blancas de fácil acceso por tren, carro o avión, y sobre todo una disposición especial para intentar promover esa amani (paz en suajili) que tanta falta hace en otras latitudes. Y aunque aún es muy temprano determinar si habrá violencia postelectoral, hay esperanza de que no sea así.

@jfcarrillog

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