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¿Cuándo vamos a hacer algo?

Juan Felipe Carrillo Gáfaro

31 de mayo de 2022 - 02:26 p. m.

El mensaje de Steve Kerr, técnico de los Golden State Warriors de la NBA, en relación con lo acontecido en Texas es contundente. Es un mensaje que emociona y deja un inmenso espacio a la reflexión. Kerr era un buen jugador, es un excelente técnico, y sin duda ha demostrado ser una persona compasiva que entiende lo que está pasando en Estados Unidos, le duele y pide, como mucha gente, que se haga algo.

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Es importante adherirnos a su mensaje por diferentes motivos, porque se trata de una situación que nos concierne a todos. No importa que no vivamos en ese país, no importa que nos quieran hacer creer que se trata de un hecho aislado, no importa que sobre el papel no podamos hacer algo al respecto. A todos nos debe pesar lo sucedido porque no es normal ver a un estudiante entrar a un colegio y matar niños y trabajadores a diestra y siniestra. No es normal intuir, como sucedió en Columbine, que esos asesinos se sentían rechazados y haber dejado que su frustración explotara como una bomba de tiempo. Se trata de un problema latente de este mundo “moderno”; un mundo que no deja mucho margen para identificar a tiempo lo violentas que pueden ser las pantallas, lo agresivo que puede ser el Internet, lo enfocados que estamos en hacer de los niños un producto más de la absurda sociedad de consumo en la que vivimos.

Y claro, si a eso le sumamos la facilidad de conseguir armas para calmar esa tensión desbordada, no debería sorprendernos demasiado lo que sigue pasando. Es importante seguir a Kerr en su reflexión porque el mensaje de “hay que acabar con esto” apunta principalmente a ese maldito mercado de las armas, seguido de la peligrosa idea de tener el derecho a protegerse por esta vía. Y no solo se trata de esos senadores que menciona Kerr. También de esas asociaciones de armas que han sabido proteger sus intereses financieros sin ética alguna. Todo es tan evidente que en la página web de la Asociación Nacional (americana) del Rifle –NRA-, no hay una sola mención de lo sucedido en Texas. No existe el más mínimo mensaje de apoyo a las familias, no existe ni siquiera la hipócrita intención de mostrar que ellos no son el problema, simplemente no hay nada.

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Está claro que la ausencia de armas, o al menos la dificultad de adquirirlas, reduciría ese tipo de asesinatos. Así sucedió en Escocia en marzo de 1996 cuando asesinaron 16 niños y una profesora en Dunblane. Prácticamente al día siguiente se iniciaron las investigaciones necesarias para cambiar la legislación sobre el porte de armas y por fortuna todo se detuvo ahí. No está para nada bien por parte de esas asociaciones echarle toda la culpa a “otras cosas”, mientras sus miembros siguen arrellanados cómodamente en sus sillones viendo el sufrimiento de todos en la tele. Esto, como lo afirma con rabia Kerr, debe parar.

En la misma lógica, y por suerte desde una perspectiva mucho menos trágica, está la carta enviada al colegio alemán de Medellín solicitando sacar a la hija del suspendido alcalde de la ciudad. Hacer una petición de ese calibre es demasiado violento y pone a la estudiante en una posición inaceptable. La presión y manipulación por cuestiones políticas no puede tocar las puertas de un colegio y mucho menos el derecho a la educación de una menor de edad. Hace bien el colegio, con el apoyo del embajador alemán, en rechazar semejante estupidez. El hecho de que Quintero haya querido hacer el cambio en primera y tenga una opinión, no da para sacrificar a su hija de esa manera. Meterse así con las personas solo trae más violencia a nuestro fisurado país.

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La pregunta que nos debemos hacer es hasta dónde nos tocará seguir soportando situaciones como estas. Todos deberíamos estar tan indignados como Kerr. Nada puede importar más que la vida de unos niños, su educación, su felicidad. Sin embargo, los asesinatos en colegios de Estados Unidos siguen demostrando lo contrario. Ojalá que un tipo como Biden logre lo que ni siquiera logró Obama, ojalá que eso cese en algún momento y podamos seguir creyendo, como lo escribió en su libro sobre Columbine el psicólogo social Elliot Aronson, que existe una vida después de algo así. No es seguro, pero siempre valdrá la pena seguir haciendo el esfuerzo.

@jfcarrillog

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