Hace un par de días, el diario español El País publicó un interesante reportaje titulado Superprofesores: el empeño de educar contra viento y marea. El texto presenta la experiencia de 10 docentes de 10 países latinoamericanos que han logrado superar las vicisitudes de la pandemia para seguir ayudando a sus estudiantes.
Cada historia muestra de manera rápida no solo un contexto específico, sino también una creatividad pedagógica que permite seguir adelante a pesar de las circunstancias. Desde la perspectiva de la educación para la paz, el deseo y la profunda vocación de educar son dos de los pasos más poderosos para aprender a vivir en armonía. La intención de un docente que cree en su trabajo es fundamental para el desarrollo de sus alumnos: las ganas de querer hacer las cosas bien se pueden ver reflejadas en el futuro de toda una sociedad.
Si la vapuleada educación ha logrado mantenerse a flote en el mundo, es gracias al compromiso y la dedicación de muchas de estas personas. Considero que tiene todo el sentido reconocer y enaltecer sus esfuerzos, hacerlos visibles y dignificar su trabajo. Lo anterior toma aún más fuerza si se considera que la docencia pasó de ser una práctica activa y directa a una experiencia virtual y semi presencial, cuyos alcances aún son difíciles de identificar. Sin alumnos, el docente se ha convertido en un personaje más detrás de la pantalla, pero con una responsabilidad de primer orden que no puede eludir con un simple clic.
¿Cómo han vivido las y los docentes esta tarea? ¿Cómo han logrado luchar contra la frustración de no poder tener contacto directo con sus estudiantes?
A finales de diciembre de 2020, el periódico The Guardian publicó un artículo sobre las consecuencias de la pandemia en una gran mayoría de docentes. A la ansiedad, el cansancio extremo y el miedo, se suma la compleja posición de atender a la vez a estudiantes y familias en temas más allá de lo pedagógico. A la desilusión de no poder hacer su trabajo como deseado, se suma la pesada preparación y articulación de los contenidos virtuales y presenciales, y la tensión de sentirse más expuestos al virus. Pese a todo, una gran parte de estas personas han cumplido y siguen cumpliendo su cita con los estudiantes, y han ido adaptando y corrigiendo sobre la marcha su manera de enseñar. Una gran parte ha demostrado una profunda resiliencia para aceptar la situación presente y, pese a la dificultad no poder proyectarse con claridad hacia el futuro, seguir teniendo claro el objetivo de su vocación sin importar los obstáculos.
Al respecto, así como EE abrió esta semana un espacio a niñas, niños y jóvenes para compartir sus vivencias, sería interesante que se abrieran también espacios de discusión para docentes sobre cómo mejorar las prácticas pedagógicas hoy en día, compartir experiencias e identificar estrategias comunes para salir adelante. Sería interesante por ejemplo que un periódico como éste presentara al menos una vez por semana el perfil de un/a docente y le diera la posibilidad de expresar cómo ha vivido, en términos profesionales, este último año. Y no se trata solo de enfocarse en vivencias increíbles o en situaciones extremas. Se trata de honrar a cualquier docente por lo que representa, sin importar su condición, y por el esfuerzo que le ha costado seguir haciendo ese trabajo que constituye una de las piezas clave de nuestra vida en comunidad.
@jfcarrillog
Hace un par de días, el diario español El País publicó un interesante reportaje titulado Superprofesores: el empeño de educar contra viento y marea. El texto presenta la experiencia de 10 docentes de 10 países latinoamericanos que han logrado superar las vicisitudes de la pandemia para seguir ayudando a sus estudiantes.
Cada historia muestra de manera rápida no solo un contexto específico, sino también una creatividad pedagógica que permite seguir adelante a pesar de las circunstancias. Desde la perspectiva de la educación para la paz, el deseo y la profunda vocación de educar son dos de los pasos más poderosos para aprender a vivir en armonía. La intención de un docente que cree en su trabajo es fundamental para el desarrollo de sus alumnos: las ganas de querer hacer las cosas bien se pueden ver reflejadas en el futuro de toda una sociedad.
Si la vapuleada educación ha logrado mantenerse a flote en el mundo, es gracias al compromiso y la dedicación de muchas de estas personas. Considero que tiene todo el sentido reconocer y enaltecer sus esfuerzos, hacerlos visibles y dignificar su trabajo. Lo anterior toma aún más fuerza si se considera que la docencia pasó de ser una práctica activa y directa a una experiencia virtual y semi presencial, cuyos alcances aún son difíciles de identificar. Sin alumnos, el docente se ha convertido en un personaje más detrás de la pantalla, pero con una responsabilidad de primer orden que no puede eludir con un simple clic.
¿Cómo han vivido las y los docentes esta tarea? ¿Cómo han logrado luchar contra la frustración de no poder tener contacto directo con sus estudiantes?
A finales de diciembre de 2020, el periódico The Guardian publicó un artículo sobre las consecuencias de la pandemia en una gran mayoría de docentes. A la ansiedad, el cansancio extremo y el miedo, se suma la compleja posición de atender a la vez a estudiantes y familias en temas más allá de lo pedagógico. A la desilusión de no poder hacer su trabajo como deseado, se suma la pesada preparación y articulación de los contenidos virtuales y presenciales, y la tensión de sentirse más expuestos al virus. Pese a todo, una gran parte de estas personas han cumplido y siguen cumpliendo su cita con los estudiantes, y han ido adaptando y corrigiendo sobre la marcha su manera de enseñar. Una gran parte ha demostrado una profunda resiliencia para aceptar la situación presente y, pese a la dificultad no poder proyectarse con claridad hacia el futuro, seguir teniendo claro el objetivo de su vocación sin importar los obstáculos.
Al respecto, así como EE abrió esta semana un espacio a niñas, niños y jóvenes para compartir sus vivencias, sería interesante que se abrieran también espacios de discusión para docentes sobre cómo mejorar las prácticas pedagógicas hoy en día, compartir experiencias e identificar estrategias comunes para salir adelante. Sería interesante por ejemplo que un periódico como éste presentara al menos una vez por semana el perfil de un/a docente y le diera la posibilidad de expresar cómo ha vivido, en términos profesionales, este último año. Y no se trata solo de enfocarse en vivencias increíbles o en situaciones extremas. Se trata de honrar a cualquier docente por lo que representa, sin importar su condición, y por el esfuerzo que le ha costado seguir haciendo ese trabajo que constituye una de las piezas clave de nuestra vida en comunidad.
@jfcarrillog