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¿Bondad? ¿Amabilidad? Pese a que existe una ligera dificultad de traducir todo su significado en nuestro idioma, la palabra en inglés kindness va más allá de un simple acto de amabilidad o de una intención puntual de bondad. Para estas definiciones, los filósofos son quizás la mejor de las fuentes. En el capítulo 7 sobre el complejo concepto de “favor” del segundo libro de la Retórica, Aristóteles habla de ayudar a alguien que lo necesita, sin pedir nada a cambio, ni querer tomar ventaja de aquel al que se ayuda. Se trata de una definición que trasciende el interés tácito que muchas veces se tiene cuando se pretende ayudar a alguien, y que daría a la idea de kindness un carácter performativo: el solo hecho de nombrarla la convierte en acción.
En un mundo como el de hoy, utilizar este tipo de palabras es un riesgo. Se tiende a verlas como un dogma, muchas veces asociadas a la trillada dicotomía religiosa que separa el bien del mal. Y pese a todo, por más evidente que parezca, nuestro día a día pide más y más kindness. No se trata solo de la guerra y de esas imágenes de lo absurdo que llegan desde Ucrania, sino de como cada persona enfrenta su cotidianidad con el otro. A veces las tensiones propias del trabajo (o de no tenerlo), de la familia o simplemente de la vida misma, no dan para reflexionar un poco en cómo mejorar, en cómo pensar más en los demás, en cómo reducir nuestra propia violencia.
¿Es posible actuar en términos de “bondad” sin caer en una retórica moralista? Una buena pista para abrir ese camino se puede encontrar en los trabajos del psicólogo Jamil Zaki en su libro The War For Kindness - Building Empathy In A Fractured World (2019) (La Guerra por la bondad – Construyendo empatía en un mundo fracturado). La idea central de este libro es desmitificar el principio según el cual la empatía es un rasgo innato que no se puede modificar. Así, los actos de “bondad” están relacionados con los niveles de empatía que cada persona puede mejorar con el tiempo. Para ello, Zaki pone a prueba a sus estudiantes con pequeños desafíos de “bondad” (kindness challenges), cuyo objetivo es interiorizar y mejorar esa intención de estar más cerca del otro.
Visto desde esta perspectiva, la idea de portarse “mejor” con el otro adquiere más sentido que lo pregonado por los credos religiosos. Y es que como lo presenta Zaki en uno de los desafíos, cuyo núcleo es aprender a estar en desacuerdo con los demás, el objetivo de todo esto no es convertirse en la madre Teresa, poner siempre la otra mejilla, y mucho menos andar creyendo que hay que amar al prójimo cueste lo que cueste. En muchas ocasiones, la idea ni siquiera es encontrar un punto común para ponerse de acuerdo, pero sí dejar un rastro de que los desacuerdos se han manejado con la intención de ponerse en los zapatos del otro y que no hay espacio para el odio y mucho menos la violencia.
Desde una perspectiva menos científica, Jaime Thurston fundó la organización 52 vidas, con el objetivo de transformar cada semana la vida de alguien desde la perspectiva de la “bondad”. En esa línea, Thurston publicó en 2017 el libro Kindness: the little thing that matters most (Bondad: la pequeña cosa que más importa). En él, su autora muestra cómo promover “bondad” es una herramienta fundamental que permite mejorar no solo la manera como nos relacionamos, sino también nuestra salud mental.
Y es que detrás de esta reflexión sobre el tema, no hay que olvidar lo difícil que es aplicar todo esto a uno mismo. En el proceso de mejorar la capacidad de empatía con el otro, no se puede dejar de lado lo que somos y mucho menos poner en práctica ideas que ni siquiera somos capaces de aplicarnos a nosotros mismos. Es clave que la “bondad” surja desde adentro para que se pueda replicar hacia afuera sin caer en los extremos.
@jfcarrillog
