Esa tierra de nadie

Juan Felipe Carrillo Gáfaro
27 de mayo de 2022 - 05:12 p. m.

El asesinato del fiscal paraguayo Marcelo Pecci en tierras colombianas es una noticia desalentadora y demasiado triste. No sólo por lo que significa para un país, y de manera general para América Latina, perder a una persona valiente e íntegra, sino por el hollywoodesco cuadro de su muerte. No es de extrañar que en otras latitudes las personas se queden con la boca abierta cuando se enteran de lo poco que hay de ficticio en una serie como Narcos. Y es que ni el mejor productor se hubiera imaginado esa escena de una pareja disfrutando de su luna de miel ad-portas de ser padres, de dos sicarios en jet ski llegando a una isla, de una policía completamente aturdida por lo sucedido.

Y claro, tenía que pasar en Colombia. La noticia trasciende en el mundo entero con esa ligereza del que ve nuestro país como esa tierra de nadie, esa tierra de violencia y sangre, esa tierra del sálvese quien pueda. “Los últimos días del fiscal Marcelo Pecci, asesinado en las playas de Colombia” sentencia el diario español El País, “El procurador antidroga paraguayo asesinado durante su luna de miel en Colombia” afirma el diario francés Le Monde, “Cobarde asesinato: las reacciones al asesinato del fiscal paraguayo Marcelo Pecci en una playa en Colombia” concluye en Internet la cadena CNN. A esos titulares escalofriantes se unen esos tuitsdesabridos y sin esperanza donde se repudia el hecho, se promete encontrar a los asesinos, se muestran unos intrascendentes retratos hablados del asesino (con sombrero, gafas oscuras y por poquito tapabocas), se ofrecen superfluas recompensas que poco buscan solucionar el problema de fondo, el problema de siempre, el “nudo de nuestra soledad” como lo hubiera dicho García Márquez.

A Marcelo Pecci lo asesinaron no solo por su hacer demasiado bien su trabajo, sino también porque en un país como el nuestro hay mucha gente que no está haciendo lo necesario para contener, así sea parcialmente, el ímpetu demoledor del narcotráfico. En las discusiones sobre lo que sucede en Colombia, el tema parece haber pasado a un segundo plano, cuando en el fondo es la base de toda nuestra miseria como sociedad. No es suficiente que el director de la policía salga indignado a dar declaraciones, o que nuestros gobernantes prometan cooperación y justicia. La reflexión sobre qué hacer con ese maldito problema ha dejado de ser una prioridad ya sea o por temor a terminar asesinado, o porque existen negocios entre entes estatales y estructuras mafiosas, o porque sencillamente nos hemos dado cuenta de que ya no hay nada que hacer. La pregunta es si existe alguna solución distinta a capturar y extraditar a personajes como Otoniel, cuando bien se sabe que en esas estructuras un clavo saca otro sin problema.

Siguiendo esa lógica, no sorprende del todo que el DIM haya decidido no asistir a su partido contra Jaguares en Montería alegando falta de garantías de seguridad, tomando como base el paro armado organizado por el clan del golfo. La DIMAYOR decidió multar al equipo porque según ellos dichas garantías sí se dieron. Pero como son muchas cosas en Colombia, la idea de prevención solo se aplica cuando ya ha sucedido algo grave: primero se cae el puente peatonal y luego deciden revisar si todos los puentes están bien; primero se cae la retroexcavadora encima de alguien y luego se toman las medidas para que no ocurra; primero dejan que se incendie un edificio y luego obligan a colocar detectores de humo... Así, mientras no pase nada, no vale la pena preguntarse si existe o no algún tipo de peligro.

Con esa sanción, la DIMAYOR intenta tapar algo de suma gravedad. No es normal que un equipo de fútbol sienta la necesidad de cancelar uno de sus compromisos por un problema de orden público y que se desestime su preocupación. El temor del DIM no tiene nada que ver con la DIMAYOR, y casi ni siquiera con el famoso clan. El temor del DIM pone de presente lo que se ha dicho muchas veces y desde hace mucho tiempo: Colombia sufre de un Estado ausente en una buena parte de su territorio y los gobernantes nunca han podido determinar a ciencia cierta los alcances de esta ausencia y cómo ha afectado el funcionamiento de todo el país.

A estas alturas y sin importar si usted se llama Fico, Petro, Fajardo o el que sea, no estaría de más que lograran responder con claridad a la pregunta: ¿Qué carajos van a hacer con el narcotráfico? Es evidente que no es una pregunta fácil, que se trata de la pregunta del millón, pero alguien tiene que tener la entereza para contestarla más allá de las siempre adornadas palabrejas politiqueras que prometen mucho, pero no cumplen con nada. Aquel candidato que logre responder con claridad (y sin miedo) a esa pregunta podrá quizás ser un buen presidente para este país.

@jfcarrillog

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar