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Fútbol salvaje

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Juan Felipe Carrillo Gáfaro
02 de marzo de 2023 - 11:48 p. m.
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La violencia en el fútbol tiene muchos nombres y hace un par de días le pasó a Alejandro. No importa de qué equipo seamos hinchas o qué tanto nos guste este deporte, no podemos por ninguna circunstancia permitir que este tipo de violencia siga tomando la delantera. Y es que lo sucedido en Ibagué es la prueba fehaciente de muchas cosas.

Por un lado, es la prueba de lo ignorantes que podemos llegar a ser y de cómo en muchas ocasiones no somos capaces de medir el ímpetu de nuestras aficiones. Se trata de ese mismo ímpetu con el cual solemos festejar las escasas gestas deportivas de nuestro fútbol y que le dan a nuestro país efímeras alegrías y vanos orgullos pasajeros. Por otro lado, lo sucedido en el Murillo Toro muestra la cara de la irracionalidad del hincha, del desbarro de muchos compatriotas de querer vivir el deporte a punta de pasiones desenfrenadas, de la terrible intención de estar dispuesto a acabar con todo por una ínfima victoria.

Y es que las caras posteriores del hincha en cuestión y sus nerviosas y dudosas disculpas lo dicen todo. Se ve la cara de la desolación de una persona que no ha tenido la oportunidad de darse cuenta del valor de la vida; la cara de un ser humano reducido a su propia ignorancia; la cara de alguien que al parecer no ha podido entender la dimensión de su violencia y, por el contrario, usa las redes sociales para seguir con sus provocaciones. Casi no es justo ni con él mismo terminar enredado de esta manera por apoyar a un equipo de fútbol, no es justo que no haya tenido la educación suficiente para aprender de su error.

Pero casi más aterrador que las caras del hincha, es la sanción impuesta al futbolista Daniel Cataño, víctima de la agresión. Sí es cierto que hubiera sido mejor quedarse quieto, pero en circunstancias así el instinto de conservación y las emociones del momento son los que llevan la batuta de las reacciones. Nada justifica la violencia, pero parece apenas normal que Cataño hubiera buscado la manera de defenderse y castigarlo puede parecer excesivo.

Pero si en este caso esta violencia tiene nombre, es importante entender que está en muchas partes y desde hace mucho tiempo. La violencia en los estadios y en el fútbol tiene una historia bien definida y salvo algunas excepciones, siempre ha habido una pequeña tendencia a creer que no es tan grave y que se trata de hechos aislados. El programa Goles en Paz de la Secretaría Distrital de Gobierno de Bogotá ha trabajado mucho para evitar la violencia en el fútbol y sus esfuerzos se han ido notando con el pasar de los años. Por esta razón, no es tarde para darle a un programa como este la importancia que merece a nivel nacional e incluirlo en la parte formativa de los clubes y de los procesos de socialización en los estadios. Iniciativas como esta solo pueden contribuir a mejorar nuestra capacidad de vivir en una sociedad que entiende la importancia de la no violencia y no lo toma como algo anodino y casi objeto de burla.

Y aunque esa historia de violencia no ha terminado y la idea de morir por el fútbol seguirá haciendo daño, se puede hacer mucho en términos educativos para no tener más actos como este. Tampoco es tarde desde la institucionalidad demostrarles a las nuevas generaciones que ese cambio es posible y que a las sanciones impuestas hay que agregarle trabajo social obligatorio y talleres sobre el tema. Los hinchas violentos tienen que asumir su responsabilidad con seriedad y trabajar para que estos actos no vuelvan a ocurrir.

@jfcarrillog

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Atenas(06773)03 de marzo de 2023 - 04:40 p. m.
A todas luces esta simplona opinión me luce como propia de un hincha de un equipo de la capital del país, y si es así cómo es de obtuso lo q’ expuso: condena al fanático ignorante- lo cual es un evidente pleonasmo-, q’ apenas si alcanzó a pegar un puño, pero exculpa al rápido futbolista de evidente camorra según se ve x la forma en q devolvió con creces lo poco q’ recibió. Ergo: qué objetividad!
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