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En los últimos meses, el diario El Tiempo ha ido publicando en su edición virtual pequeñas noticias con tinte sensacionalista, cuyo contenido es todo menos informativo. En sus últimas ediciones se leen títulos del estilo: “Su mamá los mató…”; “España: los macabros asesinatos de mujeres”; “Médico anestesiólogo abusó de una mujer embarazada”; “Padre lloró al ver que su hijo perdió examen…”; “Revelan video inédito de cómo un hombre logró robar un avión comercial”; “Herencia maldita: la niña de 6 años asesinada por sus propios medio hermano”… Historias escritas no solo para satisfacer la curiosidad de los lectores, sino muy probablemente para asegurar uno que otro jugoso contenido publicitario.
Como es evidente, en muchas ocasiones no se trata de hechos relevantes para la sociedad colombiana. Se trata de pequeñas informaciones desagradables y casi nocivas si se tiene en cuenta su contenido truculento. Parece claro que hacer ese tipo de periodismo no debe ser difícil considerando la cantidad de basura que hay en las redes sociales. La pregunta es si vale la pena llegar a esto siendo un diario tan importante para el país.
Está claro que, en la mayoría de los casos, lo que dicen esas noticias es superfluo e irrelevante. Y si a eso le sumamos las pequeñas notas de farándula de toda la vida, y los contenidos patrocinados, la información real que le llega al lector termina siendo muy reducida y de mala calidad. Es una lástima caer en la trampa del amarillismo, del chisme a ultranza, de la falta de compromiso con una sociedad que siempre ha necesitado menos telenovelas y más mensajes con criterio y profundidad.
¿De qué carajos nos sirve leer que un abuelo mató a su nieto en un lugar perdido de la pampa argentina y no tener por ejemplo crónicas serias sobre lo que está pasando en otras partes del mundo? Y esto, por supuesto, no tiene nada que ver con la libertad de expresión o algo parecido; tiene que ver con un periodismo más comprometido con el país. No podemos quedar enjaulados entre las opiniones sesgadas de algunas revistas y las baratijas informativas que circulan sin ningún filtro en las redes sociales.
Como lo expresó Mario Morales en una de sus columnas, “al periodismo le llegó la hora de cambiar”. Y casi más que cambiar se trata de reflexionar, de entender el impacto que puede tener una noticia sesgada o que poco aporta a la sociedad. Un país como el nuestro que está en proceso de cambio, no se puede dar el lujo de tener medios que manejen la información a su antojo y de manera tan superficial. No se puede dar el lujo de tener un periódico que recoja parte de las sobras que andan por ahí y las pongan en su portal de noticias como si fuera la gran maravilla. Estamos ante una trampa cultural que muchos lectores no pueden evitar y que les está haciendo perder capacidad crítica y criterio para entender lo que realmente está pasando a su alrededor.
@jfcarrillog
