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Luego del portazo de Íngrid a la enclenque coalición de centro en un país que no acepta puntos medios, la candidata ha decidido lanzarse al ruedo en solitario. Han pasado casi veinte años desde que esa valiente senadora terminó metida en la boca del lobo por culpa de un exceso de temeridad en un país sin estado. Ahora, con la misma valentía de otrora, y luego de haber hecho un esfuerzo por literalmente volver a la vida, Íngrid prefiere apostarle a todo o nada. Su rifirrafe con Alejandro Gaviria, cuyo esponjoso y pegachento elitismo intelectual no da del todo confianza, dejó claro que por lo menos Íngrid tiene buenas intenciones.
Si no tuviera claros ciertos principios, no se hubiera metido en esa pelea entre ovejas, como bien lo hizo notar. Porque la realidad de las personas que llaman de “centro” en Colombia es tan cruel como toda la violencia que no deja de arrasarnos. Es cruel porque sus intenciones nunca son escuchadas con claridad y son vistas por muchos como blandas. Y es muy posible que sumarle una fisura a la debilidad estructural del “centro” no sea la mejor estrategia para montar la pelea con los lobos. Esos lobos de izquierda y derecha que esconden profundas ansias de poder revueltas con las mismas intenciones pseudodictatoriales de siempre. Esos lobos que no dan tregua y miran encantados como ese par de personas inteligentes terminan enredadas para su inmenso beneficio.
Si Íngrid no tuviera la certeza de estar haciendo lo correcto no hubiera trazado esa línea. Luego, también es posible que haya hecho un error de cálculo y se le haya “chispoteado” la rabieta con Gaviria, o que, por el contrario, haya calculado muy bien el momento de dejar la coalición para respirar su propio oxígeno. Independientemente de la fórmula que haya utilizado en esa selva indomable de la política, vale la pena preguntarse si esta es la oportunidad de Íngrid.
En el fondo me gustaría creer que sí lo es. Íngrid fue una excelente senadora, siempre dispuesta a hacer visibles los problemas de nuestro país para intentar sacarlo adelante. Me gusta pensar en esa Íngrid entrevistada (minutos 16 a 18:30) por un delicado y sutil Heriberto de la Calle, en esa Íngrid que alguna vez soñó con la posibilidad de hacer algo bueno por Colombia. Deberíamos creer en esa bondad y darle a Íngrid la oportunidad de que nos cuente qué ha aprendido después de salir de las cenizas. Y me encantaría volver a hacerle la pregunta que le hizo Heriberto hace más de 23 años: “¿Y usted cómo ve la huevonada de la paz?” … Una “huevonada” que nos sigue dejando con un futuro incierto.
No sé si Íngrid tenga la fuerza de luchar sola contra la maquinaria. Y si además de eso se acaba de echar encima al “centro”, pasará momentos muy duros. Lo que no se nos puede olvidar es que frente a muchos otros candidatos, Íngrid pasó momentos aún más duros y puede que de esa resiliencia saque la fuerza suficiente para convencernos de que ha valido la pena tanto sufrimiento. Me gustaría creer que es la oportunidad de Íngrid y, si no lo es, al menos valorarle su intención de volver a meterse en el peligroso circo político colombiano.
No les estoy pidiendo a los lectores que voten por Íngrid. Les estoy pidiendo que miren de cerca, con criterio, lo que pueda proponer. Es posible que Íngrid represente todos esos líderes que han sido asesinados en los últimos 40 años y que no contaron con la suerte de llegar vivos a las últimas instancias de una campaña presidencial. Lo cierto es que tanto la izquierda como la derecha apestan, juegan a promover los discursos de odio y nos han tenido en la encrucijada desde hace un buen tiempo.
Íngrid merece al menos la oportunidad de ser escuchada.
@jfcarrillog
