Los 60 puntos de A. Gaviria
No me gusta del todo Alejandro Gaviria y aún no me queda tan claro por qué. No sé si sea, como en muchos otros casos, su elitista postura educativa. Esa postura que desde hace marras le ha hecho tanto daño a Colombia en términos de equidad y desde la cual se maneja el país. La línea que sigue Gaviria no tiene nada de innovador y su deseo de ser presidente no parece tan claro. ¿Se trata de una especie de revelación mística para salvar lo que queda de los escombros que dejó el huracán Duque? ¿Se trata de una decisión real pensando en la sociedad colombiana? ¿Se trata de un capricho de académico que cree que a punta de prosa se puede acabar con la droga?
Es difícil decirlo. Esa es quizás otra de las razones por las que aún no me acaba de convencer. El problema es que parece perdido y termina siempre dejando la duda de si tiene el cuero necesario para lidiar con todos los problemas que hay. Desde lejos, al menos se ve a una persona honrada, con cierta ética y alguna que otra buena intención. ¿Pero será esto suficiente para asumir el vendaval de una campaña y hacer frente a esas jaurías políticas que andan sueltas? Seguramente si se tratara de hablar de política económica con el esperpento ese de Alirio el vaquero, Gaviria lo dejaría por el suelo. ¿Pero resistiría un embate de la maquinaria política?
Confieso que A. Gaviria no me convence, pero tiendo a preferirlo a él que a Petro o a cualquiera de esas brujas del centro democrático. Sin embargo, le sigue faltando ese algo que tuvo Mockus alguna vez y que lo hacía, en medio de todos sus descaches, un tipo con ideas de cambio.
Un buen ejemplo para seguir con la duda son los 60 puntos de Gaviria que van de un lado a otro como pluma en la mitad de la calle. Todos la ven, pero a nadie parece importarle y ni hace daño, ni cambia nada, simplemente está ahí.
La primera impresión es negativa. Ya de entrada un tipo que aspira a la presidencia no debería anunciar unos puntos de carácter político afirmando de que no se trata de un “plan de gobierno”, sino de un “ideario personal”. En esa línea, cualquier poeta con página web podría convencernos de lo bonito que soplan los vientos de cambio, sin explicarnos cómo se va a generar ese cambio y cuáles son los obstáculos que se deben derribar. En el maremagno espectro de lo político, esas palabras son demasiado blandas para afirmar una posición ideológica y hacer de ella una realidad.
Luego sobre los puntos mismos, hay unos de cal y otros de arena. Se ven las ganas de hacer lo correcto en todos los escenarios, en especial en el tema relacionado con la igualdad de género y el uso del glifosato, pero aún hay mucha incertidumbre en el aire, por no decir ingenuidad. Esta última se ve reflejada en los puntos dedicados a la educación, como por ejemplo cuando afirma que “La educación es un fin en sí mismo: no solo construye equidad y contribuye a la movilidad social”. Nada nuevo.
Me gustaría creer que una persona que parece diferente, es decir que no tiene enredos de politiquero, pueda llegar a ser presidente. La invitación a Alejandro Gaviria es que aterrice la gran mayoría de sus puntos, nos deje las ideas más claras y le ponga la mano a todas esas bazofias que quieren seguir tragándose al país.
@jfcarrillog