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Matemática política

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Juan Felipe Carrillo Gáfaro
16 de junio de 2022 - 09:34 p. m.
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Entre todo lo que se ha escrito sobre Petro y Hernández, me gustaría resaltar las últimas columnas de Rodrigo Uprimny y Hernando Gómez Buendía. Me parece fundamental que espacios como éste sirvan también para retomar opiniones útiles para los lectores. Muchas veces creo que los columnistas tienden a no leerse entre ellos y se quedan (nos quedamos) cortos en unir algunas ideas. A veces la simple intención de ver quién escribe la “mejor” columna de la semana, impide construir de manera conjunta reflexiones críticas y dialógicas.

Por un lado, es fácil estar de acuerdo con Uprimny. No solo se trata de su claridad conceptual, sino también de su postura honesta y sin pergaminos. Uprimny ha dejado muy claro desde el principio por quién iba a votar en primera y segunda vuelta, y en esta ocasión reconfirma su elección en medio de sus propias dudas. Esta columna en particular deja en evidencia, gracias a la labor de Daniel Coronell y Élmer Montaña, que es una locura confiar en la transparencia de Rodolfo Hernández. Como lo mencionó una usuaria de Twitter, es inaceptable que una persona acusada de corrupción pueda aspirar a la Presidencia. Y es peor que su aspiración de ganar esté basada en la lucha contra la corrupción. @Uprimny: ¿Y si se anima a ser candidato en 4 años?

Por otro lado, Gómez Buendía ofrece una buena radiografía de lo perversa que puede ser la política cuando se trata de manipular al electorado, y de lo torpe que pueden ser los electores cuando se trata de elegir un candidato. Por medio de la fórmula “Cambio + no Petro = Hernández”, Gómez Buendía deja en evidencia cómo en el imaginario del electorado Hernández es la mejor alternativa para los que, queriendo el cambio, no quieren a Petro, pero no tienen en cuenta las capacidades reales del ingeniero. Esa manera de simplificar las cosas es la que nos ha llevado a esta peligrosa encrucijada.

Si la matemática política resulta cierta, y sumamos a la fórmula anterior lo que sostiene Uprimny, terminaremos con Cambio + no Petro = presidente corrupto de entrada. Lo anterior no debería sorprendernos porque dudo mucho que haya habido presidentes inmaculados. Sin embargo, una cosa es que en el ejercicio propio de la desgraciada democracia todos terminen untados de algo, y otra es que desde el inicio se elija a alguien con esa soga en el cuello. Además, lo que vende Hernández no es del todo claro y sus deslices y lapsus con el lenguaje denotan más que simples errorcitos idiomáticos. El tema de género, el tema tributario y hasta su admiración por Hitler resultan en su caso grandes incógnitas por resolver en sus ecuaciones políticas.

Más allá del llamado que hacen Uprimny y Gómez Buendía por abrirnos los ojos para ver la vetusta figura de Hernández y de sugerirnos que es mejor votar por Petro, lo que queda claro es que ni siquiera las inocentes intenciones del centro sirvieron para alinear al ingeniero. A lo mejor si este último hubiera aceptado los “ajustes” del combo Fajardo, las cosas se verían menos turbias. Pero no, Hernández sigue pateando la lonchera y demostrando, como aquel líder de bigote corto de otrora, que quiere el poder para él solito. Y para colmo de males se muere de miedo de debatir en público y demostrar en vivo la ignorancia que le achaca Gómez Buendía.

Así las cosas, Hernández no está dando margen para nada distinto, excepto votar contra él. Nos está llevando a muchos a dejar de votar por alguien, por unas ideas, por una causa. Nos está aliando para que lo dejemos tranquilo en su casa, manejando sus empresas y metiendo sus cachetadas. El problema es que ni Uprimny, ni Gómez Buendía, ni todas esas personas que escriben en estos espacios tienen la fórmula mágica para llegarle a la gente que no puede leer el periódico o mirar su Twitter. Y en ese sentido, la matemática política es todo salvo exacta.

¿Será que tiene razón uno de los lectores de EE cuando afirma que, sea cual sea el resultado, el país merece un presidente ramplón?

@jfcarrillog

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