La reciente noticia, con video incluido, de un conductor de SITP renunciando a su trabajo en plena actividad despertó todo tipo de notas y conjeturas. En redes sociales, y en los comentarios de algunos medios de comunicación, se ven dos tendencias totalmente opuestas: están las personas que intentan entender lo sucedido y creen en lo que dice el conductor, y las personas que lo acusan de haragán y de andar buscando disculpas para no querer trabajar.
Como sucede en nuestro país, no existe un punto medio, y es muy raro leer que las personas intenten ir un poco más lejos para comprender lo que puede estar pasando. Y como acontece en otros contextos laborales, los empleadores se terminan lavándose las manos: para el ente gestor, Transmilenio, el problema es de los operadores, para algunos operadores no se puede minimizar la responsabilidad del ente gestor.
En medio de esas estratagemas de quinta, llama la atención cómo se termina invitando al conductor a denunciar ante entidades competentes para que se realicen las investigaciones necesarias y se tomen las “medidas correspondientes”. Esa invitación, a sabiendas de cómo son esos procesos en Colombia, es un llamado a dejar de denunciar, a tomar ventaja de los trabajadores y a reducir sus necesidades a pequeños caprichos de personas que dizque no quieren trabajar.
Prefiero creerle a ese conductor que tildarlo de vago. Prefiero sentir empatía por él y no pensar que se trata de un oportunista que desea salir en la prensa. Lo que denuncia ese conductor y la manera como lo hace es bastante contundente y desesperada como para echarle tierra. Lo que esta persona está expresando lo deben estar sufriendo miles de colombianos y colombianas: la humillación de tener que trabajar de forma excesiva sin consideración, la falta de apoyo y comprensión de las necesidades específicas de cada persona, la presión de tener siempre la soga al cuello y quedarse sin trabajo al más exiguo error, a la más mínima expresión de insatisfacción.
Lo que veo en ese video es a una persona desesperada y presionada, a una persona que toma una decisión muy difícil y que prefiere hacerlo a tiempo antes de exponer la vida de sus pasajeros. Es un error no escucharlo con atención y jugar con su necesidad básica de trabajar. En un contexto como el nuestro nadie se quiere quedar sin trabajo y es por esa misma razón que muchas empresas se aprovechan de sus empleados y los explotan como les da la gana.
Las medidas correspondientes no solo deben ser tomadas por las autoridades “competentes”. Esas medidas también las deben tomar las personas que están desesperadas en sus trabajos y no saben cómo quitarse de encima una presión que les debe estar carcomiendo la existencia. Esas medidas también deberían asumirlas las empresas con la sinceridad necesaria para ayudar a sus empleados, para preocuparse por sus vidas y no por los números que representan en las cuentas de fin de mes. En un mundo como el de hoy, pensar en términos de salud mental tiene que ser una prioridad, máxime después de lo que ha pasado y sigue pasando con la pandemia.
Tenemos que cambiar esa estúpida mentalidad según la cual el buen trabajador es el que más tiempo trabaja, el que más lambonea y el que nunca se queja. Todo mi apoyo para personas como ese conductor.
@jfcarrillog