En este periodo de incertidumbre hacer planes pensando en el futuro se ha convertido en una fútil quimera. Y sin embargo, cómo es de importante vivir el presente proyectándose en algo parecido a un futuro; en algo semejante a un cambio de perspectiva en medio de las dificultades. Ha pasado más de un año desde que comenzó la pandemia y, pese a la sorprendente capacidad que tenemos de acostumbrarnos a todo, hemos ido perdiendo la capacidad de mirar un poco más allá.
¿Pero qué podemos proyectar si todo lo que teníamos en la mira se fue cancelando de un momento a otro?
Si bien es cierto que mucho de lo planeado quedó en veremos, es fundamental no dejar de pensar en lo importantes que son los cambios y lo que nos pueden aportar en un momento dado. Es clave alimentar la convicción de lo transcendental que es el cambio interior y cómo a partir de ahí es posible romper con la rutina, imaginar nuevos escenarios y, lo más significativo, seguir disfrutando de “aquellas pequeñas cosas” (Serrat).
Para llevar a cabo estas reflexiones existen muchas herramientas en términos de cambio organizacional y personal. En mi opinión, una de las estrategias más interesantes para valorar un proceso de cambio en términos cualitativos es la fórmula C = [ABD] > X propuesta por Beckhard y Harris en 1987 donde, como se explica en el enlace adjunto,
- C es el cambio
- A es el nivel de insatisfacción con el statu quo (cuán urgente y necesario es el cambio)
- B es la visión a futuro del cambio y los beneficios que puede generar
- D es la practicidad del cambio (los primeros pasos a seguir, su comodidad, si resulta fácil o no etc.)
- X es la resistencia al cambio (el esfuerzo, la complejidad y el riesgo que este conlleva).
Al no tratarse de una fórmula matemática, lograr establecer que el producto de ABD sea superior a la resistencia al cambio es un ejercicio subjetivo cuya base es la percepción individual o colectiva que nace de una necesidad puntual de provocar un cambio. Si el nivel de insatisfacción (A), la visión a futuro (B) o la practicidad (D) son muy reducidos, es muy probable que la resistencia al cambio sea mayor y que llevarlo a cabo no valga la pena. Es evidente que esto no se puede determinar de la noche a la mañana y que son muchos los factores que se deben contemplar en este tipo de reflexiones.
En el fondo, lo relevante no es si la fórmula funciona o no, sino tener en cuenta las diferentes variables que vienen con los cambios. Lo relevante es darse cuenta hasta dónde hemos sido capaces de cambiar nuestros hábitos para seguir viviendo y no dejarnos amedrentar por el statu quo provocado por la pandemia y secundado en muchas ocasiones por las decisiones arbitrarias de los diferentes gobiernos.
Lo relevante es entender que la vida sigue y debe seguir, y que esa reflexión nos debe dar la energía suficiente para seguir creando proyectos, fomentar nuestra creatividad, ayudar a los demás e intentar, en la medida de lo posible, no dar las cosas por perdidas. Está claro que no todas las personas han tenido la facilidad de estar en sus casas y ver cómo avanza el mundo desde un computador. Y aún así muchas de ellas han demostrado una enorme capacidad para reinventarse y seguir luchando por esos mínimos básicos que dan sentido a la existencia. Mi invitación es para pensar si necesitamos un cambio, y de ser necesario, tener la fuerza para hacerlo realidad.
@jfcarrillog