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Salir del conflicto

Juan Felipe Carrillo Gáfaro

15 de julio de 2021 - 06:21 p. m.

Dice la teoría en construcción de paz que los conflictos son importantes en una sociedad. Sin ellos, no habría intercambio de ideas, diferentes puntos de vista, capacidad para buscar soluciones conjuntas, resultados holísticos… entre muchos otros aspectos positivos. La idea de base es confiar en el proceso de aprender a transformar los conflictos sin una pizca de violencia.

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Sin embargo, como suele suceder, la teoría suena muy bien, se adapta con facilidad a cualquier situación y logra salir bien librada de excepciones y posibles confusiones. Desde la teoría, siempre hay una salida para todo y si no se encuentra con facilidad siempre se le puede echar el agua a la práctica con fórmulas trilladas y aburridas como el consabido “ah no, en ese caso hay que tener en cuenta el contexto”.

El problema es que una vez en ese contexto, una vez que ha llegado el momento de la práctica, la teoría puede desplomarse como un castillo de naipes y todo lo que predica puede perder sentido, contradecirse, no tener salida. Y es que una cosa es intentar transformar un conflicto entre amigos y hasta familiares (aunque muchas veces no dé resultado), y otra es hacerlo cuando de antemano existe una estructura jerárquica o de poder entre los actores. Esa estructura puede ser de diferente orden y ese poder se puede ejercer desde diferentes tipos de violencia.

Cuando están asentados sobre una base desigual, es más difícil pensar en lo que dice la teoría sobre lo importantes que son los conflictos para la sociedad. En esos momentos, la sensación de injusticia y frustración se puede acrecentar en las personas oprimidas por esas estructuras, mientras la violencia subrepticia está al acecho. Lo único que queda en muchos casos es evaluar las posibilidades que se tienen para evitar que las cosas empeoren y, en la medida de lo posible, salir bien librado de ellas.

Una gran mayoría de conflictos tienen esta característica y es importante aprender a manejarlos con un mínimo de razón. No obstante, lo que sí debería prevalecer, es la tendencia de no temerle al conflicto si se trata de defender una postura justa. Para ello es clave que se tenga claro que el objetivo último de esa decisión es el deseo profundo de buscar un cambio positivo y, sobre todo, pacífico. Es posible que muchas veces no funcione, pero esa intención puede dejar las bases de una manera de actuar que permite trascender la violencia.

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Hay que aprender a salir de esa pelea con la pareja, de ese jefe cuyo deporte favorito es el abuso laboral, de ese profesor socarrón que cree sabérselas todas e intimida a sus alumnos con estupideces. Hay que aprender a saber manifestarse y no dejarse llevar por el miedo de los que están del otro lado del poder y creen que por eso todo vale. Ese tipo de rebeldía, de desobediencia civil, de resistencia pacífica nos puede ayudar a sentirnos mejor con nosotros mismos, a demostrar que no todo es tan importante como muchas veces nos lo quieren hacer creer.

Mi invitación es a buscarle una salida a esos conflictos que tenemos rondando por ahí, a no dejar que nos quiten el sueño y mucho menos nuestra capacidad de vivir la vida desde una perspectiva crítica y reflexiva encaminada a buscar el bien común.

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@jfcarrillog

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