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Ante la pérdida de las elecciones presidenciales y el flagrante fraude electoral, Nicolás Maduro optó por un golpe de Estado. El mundo democrático por unanimidad, sin tibiezas o complicidades, condenó la traición de la voluntad popular venezolana.
El presidente Petro, con su postura sistemática tibia, contemporizadora y cómplice hacia Maduro, mostró una vez más su talante antidemocrático. Bolívar nos hizo hermanos, “la geografía nos hizo vecinos; la historia, amigos; la economía, socios y la necesidad, aliados” diría John F. Kennedy. En consecuencia, todo lo que pasa en Venezuela determina también el destino de Colombia.
La crisis migratoria, el santuario que Maduro le presta a organizaciones criminales como el ELN, su participación directa en el negocio del narcotráfico, su desespero reflejado en arreciar la tiranía de su dictadura, tienen un impacto profundo en nuestro país.
Uno de los efectos más visibles de la permanencia de Maduro en el poder es el continuo flujo de migrantes hacia Colombia. La crisis humanitaria en Venezuela llevó a millones de ciudadanos a buscar refugio en nuestro país, lo que creó desafíos significativos para el gobierno colombiano en recursos y servicios. Este flujo migratorio influirá en las elecciones de 2026. Los candidatos tendrán que abordar el manejo de la crisis migratoria y cómo integrar a los venezolanos en la sociedad colombiana.
La relación entre Colombia y Venezuela ha sido tensa por una frontera estratégica para rentas criminales como el tráfico de clorhidrato de cocaína. La presencia de grupos criminales transfronterizos exacerbó la inseguridad en la región. Los candidatos en Colombia tendrán que presentar propuestas claras sobre una política de seguridad fronteriza. Maduro en el poder, sin duda, ejercerá una injerencia en el proceso electoral colombiano del 2026. Será un tema central en los debates electorales, dado que los votantes buscarán soluciones para garantizar seguridad y estabilidad en la región, a través de una estrategia contundente de recuperación territorial.
La dictadura en Venezuela tiene consecuencias económicas para nosotros. La crisis afectó el comercio bilateral y despertó aún más incertidumbre en la región. Los candidatos en Colombia tendrán que abordar cómo revitalizar la economía y fomentar el comercio en la frontera.
Nuestras fronteras necesitan oportunidades para que la única opción no sea la economía ilegal. Además, la influencia política de Maduro y su relación con el régimen dictatorial de Nicaragua y Cuba serán factores a no subestimar en las elecciones de 2026. La permanencia de Maduro en el poder hace que, mientras no exista democracia en Venezuela, la democracia en Colombia siempre esté amenazada.
La expansión territorial que organizaciones criminales como el Clan del Golfo lograron vía franquicias se apoya en un centro de gravedad de dos pilares: la paz total y la alianza con el régimen de Maduro. Los candidatos tendrán que responder con un plan viable para recuperar, a corto plazo y territorialmente, la seguridad del país y lidiar con el escenario de un statu quo del otro lado de la frontera. Además, cómo unirnos entre pueblos para despertar la conciencia colectiva y fomentar en ella una cultura democrática de beneficio mutuo.
En conclusión, el golpe de Estado de Nicolás Maduro tiene múltiples consecuencias para las elecciones presidenciales de Colombia en 2026. Desde la migración y la seguridad hasta la economía y los derechos humanos. Maduro y Petro son aliados.
