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La vilependiada ganadería

Juan Manuel Ospina
25 de noviembre de 2022 - 05:01 a. m.

Ya han pasado los cien primeros días de un gobierno que se presentó como el primero de izquierda en el país y vocero de los sin voz; las aguas se han ido aquietando y parece que finalmente va quedando atrás el discurso de campaña y empieza a embocarse en gobernar. De destacar en este sentido, es lo sucedido la semana anterior en el Congreso Ganadero, donde asistimos a un juego político inteligente del Presidente de la República y del gremio, en cabeza de José Félix Lafaurie. Parece que los ganaderos han entendido que tienen más futuro siendo propositivos y no simplemente reactivos, atrincherados en su rincón, defendiéndose y declarándose víctimas –y muchos lo son–. Con Lafaurie a la cabeza; salieron al ruedo y dijeron, hablemos. Pase lo que pase, creo que para el país es una decisión en la dirección correcta hacia la aún no precisada “paz total” que, si bien entiendo, ha de construirse paso a paso, y en este caso, en los distintos territorios ganaderos y con los ganaderos; territorios y personas concretas, no a partir de declaraciones generales, propias del discurso político. Y Petro que en este punto juega igualmente duro, además el único que puede hacerlo, remató la tarea proponiéndole a Lafaurie que hiciera parte del equipo negociador con el Eln; propuesta que fue aceptada y la faena de los dos, termina con vuelta al ruedo de ambos, en medio de aplausos.

El Congreso Ganadero trajo otras sorpresas presidenciales, que enumeraré: Parecería que con las 1.2 millones hectáreas que el gobierno le compraría a ganaderos que las vendan voluntariamente, busca no solo tierra para repartir, sino buena tierra para que una clase media rural, que se fortalecería, produzca comida para un país con hambre que Petro quiere, con razón, terminar. El planteamiento es impecable y novedoso. Le haría dos observaciones; la primera es que la leche y la carne que hoy se producen en esas tierras – 1 millón de toneladas de carne y 7.300 millones de litros de leche, realizada mayoritariamente por productores medianos y pequeños -, también son comida y su consumo es clave en una dieta balanceada.

La segunda observación, es que no toda la tierra que está hoy en ganadería se puede simplemente voltear a agricultura; Fedegán calcula que el hato de casi 29 millones de vacunos y 7.5 millones de otras especies de herbívoros, podría aumentarse en cerca de un 50% y concentrarlo en menos de 8 millones de hectáreas; las tierras liberadas, buenas y bien situadas, servirían para duplicar el área en agricultura; la parte restante, la más extensa, serviría para forestería y recuperación de su cobertura como protección de aguas y de suelos.

En estas cuentas “a mano alzada” es necesario considerar que la agricultura necesita, mucho más que la ganadería, no solo tierras adecuadas y no solo fértiles, pues la fertilidad puede ser engañosa, sino y fundamentalmente, una batería de infraestructura física y de servicios. Se consolidaría una ganadería en pastoreo. No sería la estabulada en “feed lots” común en el mundo desarrollado y subtropical, con alto impacto ambiental y absurda en un país con las características naturales de Colombia. Aclaremos, hablamos de una ganadería en pastoreo que es bien diferente ganadería extensiva, un concepto vago e impreciso, pero políticamente impactante. El pastoreo es racional y eficiente, por la sencilla razón que los vacunos son herbívoros y demandan buenos pastos, donde el ganadero es un pasticultor y el vacuno es el cosechador del cultivo. Buenos pastos, adecuados al terreno y con sombrío, junto con buena genética animal, son las bases de una ganadería eficiente, que aprovecha de manera no extractiva las condiciones y potencialidades del terreno, respetando los equilibrios naturales que preservan a su vez el equilibrio climático. Esta ganadería de pastoreo tecnificado, no simplemente extensiva, puede establecerse de inmediato con unos costos manejables y en condiciones de racionalidad productiva en un medio ambiental adecuado, en territorios de la Orinoquia y la Costa Caribe, que por el contrario no tienen condiciones para la agricultura y exigirían enormes inversiones para lograrlas. Son territorios mencionados en el discurso presidencial, pero que en términos generales no son para agricultura sino para una ganadería de pastoreo como la establecida entre otras, en dos países bien diferentes, Nueva Zelanda y Cuba .

En el Congreso se dio un buen comienzo para una política realista y transformadora; necesaria y a la vez viable y radical. Ojalá su desarrollo sea tan efectivo como lo fue su inicio.

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