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¿Por qué se acabaron los partidos?

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Juan Manuel Ospina
21 de abril de 2022 - 05:00 a. m.
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Hoy en Colombia, y en Occidente, flota un ambiente de temor frente a un mundo que no se comprende; un mundo desinstitucionalizado, fragmentado y tomado por expresiones semejantes a la polarización, pero de naturaleza diferente. Temor que se expresa en rabia y una profunda desconfianza en una dirigencia, en un poder impotente que ha sido superado por esa realidad. Se descree en los proyectos generales, vagos, “nacionales” que buscan la defensa de un interés general difuso, indefinido e inalcanzable.

Y si algo ha cambiado es el entramado de la política como se ha conocido por más de un siglo en las democracias occidentales de corte filosóficamente liberal, con sus organizaciones: partidos, instituciones parlamentarias y Estados nacionales fuertes. Los partidos como se han conocido se encuentran sobrepasados por las nuevas realidades de un mundo fragmentado.

Partidos que ya no responden a las necesidades y aspiraciones de las poblaciones, privados de su poder de convocatoria y movilización. La militancia de antaño murió. Partidos sin proyecto que dejan un enorme vacío en el escenario público que, de manera oportunista, buscan llenar figuras caudillescas con alma de profetas salvadores, a las cuales la multitud se rinde buscando en ellas lo que esos partidos y sus voceros les niegan por incapacidad, desconexión o simple corrupción que, dándole la espalda al interés general convirtieron la política, en un simple negocio privado.

Y esa crisis estructural de la política se encuentra cara a cara con un comportamiento ciudadano que ya no reclama un mundo nuevo, distinto del actual; murieron los sueños y fueron reemplazados por reclamos aislados y concretos, que solo pretenden transformar esa parcela de la realidad, su parcela.

Se pasó de la política de la propuesta social, que convoca, agrupa y proyecta sueños compartidos por sectores poblacionales diversos, a una política a la carta para satisfacer necesidades y exigencias de personas y grupos específicos: ambientalistas y animalistas, personas de tercera edad y jóvenes, negros e indígenas, mujeres y grupos con opciones sexuales diversas… Todas muy válidas pero que forman un caleidoscopio de sueños y reclamos marcado por la diferencia y la especificidad, sin asomo de unidad, de comunión, con lo cuales se le da la espalda a uno de los principales, sino al principal mandato de nuestra Constitución, construir la unidad de la Nación a partir del reconocimiento de la diversidad que la constituye.

Un mandato constitucional riquísimo, pleno de posibilidades, pero también de desafíos, que llama a apostarle a la construcción de una propuesta poderosísima: una Colombia grande como sociedad y cultura, articulada respetuosamente con una naturaleza igualmente diversa y desafiante.

Sin ese ingrediente de la búsqueda de la unidad, se termina en el escenario de una política de cuentas de cobro de unos a los otros, que en vez de construir posibilidades de transformación de realidades y de avance social, ambiental y cultural, termina en conflictos amarrados al pasado, imposibilitando el avance social.

Hoy el proyecto político predominante no es de partidos sino de organizaciones ciudadanas, de grupos que comparten un interés específico que los mueve. Falta el elemento que los una en su diferencia y se integren en un proyecto político nacional, que se construye a partir de reconocer, respetar y asumir esa diversidad y pluralidad que caracteriza a Colombia, que si se asume enriquece, y, si no, genera conflictos, disparidades e injusticias que nos acaban empobreciendo y debilitando como nación.

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Air(13474)22 de abril de 2022 - 04:03 a. m.
CONFIANZA. Los partidos políticos se están acabando, porque las personas que los dirigen, no están a la altura de estadistas programáticos; representan intereses de alcance individual vitalicia y por ende anacrónica y envejecida, no son voceros del sentir popular y su principal objetivo es el clientelismo y la manipulación a los gobiernos de turno. NI SIQUIERA CANDIDATOS PROPIOS. Dan lástima.
Helena(66766)22 de abril de 2022 - 03:21 a. m.
No hay partidos porque no hay bien común porque trabajar, es una piñata de mafiosos repartiéndose la marrana. Que vergüenza de sociedad.
Amauri(ne615)22 de abril de 2022 - 01:33 a. m.
Estos partidos no se modernizaron, se convirtieron en grupos económicos, empresas electorales, clanes familiares y lejos de representar al pueblo y preocuparse por sus necesidades se corrompieron a tal punto que los funcionarios que los representan en los gobiernos no van a servirle al pueblo sino a servirse del pueblo y por ahí derecho a robarse todo lo que puedan.
juan(71263)21 de abril de 2022 - 08:16 p. m.
Cambiaron los tipos de personas, los vivos reemplazaron con éxito a quienes conformaban los partidos. Audaces, peligrosos, "sin hígados", dispuestos a cualquier cosa en la seguridad de que no serían denunciados ni criticados. Con herramientas poderosas como los puestos, los presupuestos y las mentiras ahí van afianzándose cada vez más...
Jorge(66737)21 de abril de 2022 - 07:36 p. m.
Los partidos tradicionales como son el conservador de los criminales de Laureano, Ospina Perez , Pastrana, Valencia y el liberal de delincuentes como Barco, Turbay, Gaviria no se han acabado, sólo se han atomizado y cambiado de nombre para no pasar vergüenzas como ocurrió con el centro democrático de Uribe y su banda.
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