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Un Plan de Desarrollo no es una lista de mercado

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Juan Manuel Ospina
25 de mayo de 2023 - 02:00 a. m.
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La planeación en Colombia nació de la mano del Frente Nacional, imbuida del espíritu cepalino entonces dominante en América Latina, en una época —en el país, en nuestro continente y en el mundo— de grandes confrontaciones y transformaciones políticas y económicas.

Fue concebida y establecida como una planeación indicativa, no imperativa como existía en los países del bloque socialista. Lo que buscaba era básicamente establecer unos objetivos y unas líneas y prioridades de acción para desarrollar en el mediano plazo, no simplemente en los periodos de los cuatrenios gubernamentales, y que través de ese instrumento el Estado pudiera dar la orientación general que tendrían tanto las iniciativas económicas empresariales como las tareas propias del desarrollo social. Claramente respondía a esa visión de que el desarrollo del país era una tarea conjunta entre el Estado y el sector privado, o, si se quiere, entre las políticas estatales y la operación de un mercado libre. Esos lineamientos, objetivos y compromisos de política estaban acompañados de un presupuesto plurianual de tipo general, que permitía establecer los órdenes de magnitud del gasto público y las grandes prioridades del mismo, sin entrar en los detalles de la financiación de proyectos específicos que serían ya la labor del gobierno durante el tiempo de vigencia del Plan de Desarrollo. Este propósito general poco a poco se fue desnaturalizando en la medida en que su aprobación debía ser realizada por el Congreso y allí, entre los pequeños compromisos e intereses de los congresistas y el oportunismo de los gobiernos para meter temas muy específicos que por diferentes razones les interesaban, fue perdiendo su sentido original. Fue solo cuestión de pocos años para que el instrumento de la planeación pasara de ser indicativo y esbozador de propuestas y caminos de solución a lo que es hoy, un verdadero arbolito de Navidad donde Gobierno y congresistas, bajo la cobertura de un gran Plan de Desarrollo, fueron acomodando temas muy específico y concretos que podrían tener su importancia en muchos casos, pero que no representarían esos objetivos generales, esas perspectivas para cuyo diseño había sido concebido el mecanismo de los planes de desarrollo.

Basta decir que el Plan de Desarrollo que se aprobó en el 91, con la nueva Constitución en vigencia, estaba conformado por 47 artículos y ya para este año alcanzó la cifra de 372, cuyo incremento en buena parte se debió a que en el Congreso fueron presentadas 6.000 proposiciones para modificar el articulado de la Ley de Presupuesto. Creo que no hay que ser muy agudo para entender que perdió su carácter de ser el instrumento de política para trazar las grandes líneas y prioridades del gobierno y de la nación en el mediano y largo plazo. Su naturaleza planificadora quedó diluida en mil y un intereses específicos, absolutamente puntuales, tanto del gobierno de turno como de los congresistas de siempre y de los sectores ciudadanos y de interés, a los cuales pocas veces los mueve la búsqueda de propósitos colectivos.

Si fue diseñado como un instrumento indicativo y no imperativo, general y no casuístico, para evitar caer en las garras del estatismo, terminó en las del clientelismo y al servicio de intereses concretos que no son equivalentes al interés general a cuya sombra el concepto de planeación había nacido.

En el proceso de crisis de la capacidad de acción y liderazgo de las políticas públicas y de la acción estatal en general, juega un papel muy importante la desnaturalización que ha sufrido el instrumento de planeación. La conclusión es sencilla de formular: debe rescatarse la planeación para que sea el espacio y el instrumento para lograr el acuerdo fundamental, no simplemente transitorio y casuístico, entre los territorios con su diversidad que conforman a la nación, las comunidades que los habitan y que a su vez conforman nuestra estructura social, y los actores económicos de diferente naturaleza que son los motores para un verdadero desarrollo integral, coherente y estructural.

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luis(49812)25 de mayo de 2023 - 04:34 p. m.
Y cuándo fueron esos tiempos que los planes de desarrollo si nos llevaban al desarrollo. Cualquiera puede imaginar y escribir cosas que no tienen ningún respaldo en cifras. Basta sólo mirar que una ciudad con más de 9 millones de habitantes todavía esté discutiendo sobre si el metro debe ser elevado o subterráneo. Espero que la culpa del desarrollo no sea del que no tiene un año en la presidencia.
mario(196)25 de mayo de 2023 - 04:20 p. m.
No hay razon para que ambas lineas no vayan de la mano, las bases del edificio nacional se construyen en lo local, en las regiones en las comunidades. Lo local refleja la autonomia regional para definir sus propias prioridades y cumple ese anhelo de des centralizar el desarrollo. Los congresistas son las voces de sus regiones, y son ellos los que deben colgar en el arbolito sus proyectos locales. El numero de artículos demuestra un proceso participativo, integrativo y multinivel.
Héctor(20578)25 de mayo de 2023 - 03:38 p. m.
Excelente y oportuno .
Atenas(06773)25 de mayo de 2023 - 11:46 a. m.
Ilustrativa columna sobre un asunto, Plan Nal. de Desarrollo, q’ mejor lo hubo llamado J.E.Robledo, Plan Nal de Subdesarrollo, x las razones aducidas. Sí, de lo q’ fue excelente instrumento q’ bien claro tenía q’ su direccionamiento primero iría a promover el desarrollo económico y luego el componente social, y q’ en tiempos de la vagarosa izquierda en el poder, como en este evidente caso del sofista Petro, quedó convertido en física mierda.Y hoy más parece un pliego de peticiones de aborígenes.
Jose(24256)25 de mayo de 2023 - 11:29 a. m.
La tiene clara el dr Ospina. El plan de desarrollo era una guía que los economistas le daban a los políticos para gobernar. Cuando los gobiernos se volvieron unas cooperativas de contratistas, el plan de desarrollo se convirtió en una forma más de hacer chanchullos y trampas jurídicas.
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