El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) genera alarma y llama a la acción. Con un análisis científico, este informe muestra cómo el cambio climático nos llevará en 2030 a vivir temperaturas que informes anteriores pronosticaban que estaríamos viviendo, en el peor de los escenarios, en 2040. El cambio climático ya es una crisis, está ocurriendo de manera mucho más rápida y con efectos negativos mayores a los que esperábamos. Este año los hemos padecido por lluvias torrenciales e incendios forestales en diversas partes del mundo, muestra de lo dañino que es el cambio climático para la vida humana, la naturaleza y la economía.
Disminuir esta dinámica o al menos evitar que se agudice en grado extremo es lo más importante que podemos hacer por nosotros y por el futuro de nuestros hijos y nietos. El informe del IPCC no es un llamado a la lamentación y el arrepentimiento, sino a la acción.
Algunas intervenciones dependerán de acuerdos a los que se llegue en la COP26, cumbre climática de Naciones Unidas (noviembre de 2021). Como sociedad civil, debemos presionar a los líderes políticos, que hasta ahora han sido ineficientes al definir acuerdos y compromisos efectivos, para que pasen del discurso y las intenciones a la acción.
No todo depende de los gobiernos, como ciudadanos también debemos actuar y generar el cambio. Debemos tener criterio al momento de elegir qué compramos, cómo invertimos nuestros recursos y cómo favorecer a los productores que con su gestión producen menor impacto sobre el medioambiente. Al definir qué compramos, definimos qué es viable producir. Debemos priorizar el consumo de alimentos que vengan de tierras próximas a los lugares donde vivimos (ajo producido en Colombia y no en la China, o trucha de los Andes colombianos y no salmón de Alaska o la Patagonia); también, al consumir cerveza o refrescos, pedirlos en envase retornable y rechazar lo que viene en lata de aluminio —que es reciclable pero no se recicla— o en botella de vidrio o plástico desechable de un solo uso.
De las carnes debemos preferir la que demanda menos insumos para su producción y es más costo-eficiente en términos ambientales, como el pollo y el cerdo versus el ganado, que proviene de ganadería extensiva. Si vamos a consumir carne y leche, presionemos porque provenga de sistemas silvopastoriles y no de potreros sin árboles o zonas de deforestación. No podemos apoyar la destrucción de nuestro más valioso capital presente y futuro: el bosque tropical biodiverso y nuestros páramos. Desde lo cotidiano, todos podemos actuar, pero sabemos que no será suficiente; al mismo tiempo debemos presionar a los gobiernos para que de manera efectiva hagan su parte para avanzar en la descarbonización. ¡No más bla, bla, bla!
El informe del IPCC nos obliga a pasar de la preocupación a la ocupación y realizar acciones climáticas que, a falta de mejores gobernantes, deben surgir desde la ciudadanía. Por ello, estamos promoviendo el Pacto por la Vida (mesa 9), iniciativa ciudadana que pretende ir más allá de los compromisos de París (COP21). Tenemos que actuar hoy para evitar mañana mayores catástrofes sociales, económicas y ambientales. Actuemos y establezcamos alianzas con comunidades, instituciones, empresarios y gobiernos locales, regionales y nacionales para migrar a sistemas productivos y formas de consumo y vida climáticamente responsables e inteligentes. De todos nosotros depende nuestro presente y el futuro del planeta y de nuestra descendencia.