Ante mi artículo de hace dos semanas titulado “Colombia: parque automotor e hidrocarburos”, el lector Germán 7227 hizo este comentario: “Parece un resumen de un artículo que va a escribir. Termina cuando el lector supone que va a empezar a desarrollar alguno de los temas que plantea en el escrito…”. La observación me convocó a proponer acciones más allá de mi recomendación de un reglamento distinto para la circulación de autos viejos diferenciando las medidas a tomar en zonas urbanas versus rurales.
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Primero, no todo depende de las políticas públicas. Frente al transporte y el cambio climático, la decisión individual es determinante. Nosotros como personas, con limitaciones e imposiciones, somos quienes tomamos la determinación cotidiana de dónde y cómo nos movilizamos: transporte público, bicicleta, caminando, en auto o moto particular.
El auto particular, en términos planetarios, así sea eléctrico o neutro en emisiones, no es una solución integral ni viable. Según la Organización Internacional de Fabricantes de Automóviles (OICA, 2021) en 2020 había 1.400 millones de vehículos registrados, para una población mundial de 7.800 millones de habitantes; es decir, un vehículo por cada cinco personas. En el 2020, vivían en Estados Unidos 331 millones que poseían 287 millones de vehículos registrados; es decir, más de cuatro vehículos por cada cinco habitantes. Si el mundo sigue el modelo norteamericano, se tendría que multiplicar casi por cinco el número de vehículos en circulación a escala global. Esto es imposible tanto por razones de cambio climático como de congestión en los centros urbanos.
El sexto informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, de Naciones Unidas, que monitorea y evalúa impactos del cambio climático (IPCC, 2023), señala el consumo de hidrocarburos asociados al transporte como una de las causas principales del calentamiento global y hace un urgente llamado para adecuar la infraestructura urbana a sistemas de transporte ambientalmente más amigables.
Los vehículos eléctricos y demás alternativas de transporte ambientalmente más eficientes son necesarias y la Unión Europa acaba de anunciar que a partir de 2035 se prohibirá la venta de automotores nuevos movidos por combustión interna (hidrocarburos). Pero aunque aumente la participación de los autos eléctricos, esto no es suficiente. Debemos bajarnos de la idea del transporte individual en autos particulares como alternativa principal.
La mayoría de las ciudades del mundo y sus áreas metropolitanas no están construidas para que predomine el transporte privado. Ni en China ni en India, que es donde más está creciendo el parque automotor; tampoco en América Latina, y Colombia no es la excepción. Las áreas metropolitanas de las grandes ciudades (Bogotá, Cali, Medellín y Barranquilla) ya están congestionadas, imaginemos cómo será si multiplicamos por cinco el número de automóviles en circulación: aun mejorando las vías, será imposible la movilidad. Es necesario y urgente migrar para que como alternativa principal predomine y se desarrolle el transporte público, complementándolo con bicicletas, motos y bicicletas eléctricas, patinetas, etc.
Las acciones individuales son necesarias, pero es indispensable una política pública que incentive y casi fuerce cambios en los individuos. Altos impuestos a la movilidad en autos particulares en las ciudades es el primer paso, solo un día de circulación gratuita por semana por automóvil privado. Tenemos que quitarles espacio a los autos particulares en las vías urbanas y favorecer formas alternativas de transporte. Londres planea reducir en un 27 % los autos particulares para el 2030 (EMOL, 2023); allí los jóvenes ya casi no usan vehículos particulares.