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Colombia tiene más de la mitad de su superficie en bosques, y ya es común escuchar, palabras para muchos vacías, que “los bosques biodiversos son nuestro mayor patrimonio nacional”, mientras que su destrucción y degradación avanzan. Como lo señalan los ingenieros forestales del país en la “Carta abierta al presidente de la República y los candidatos presidenciales sobre la situación de los bosques y de la gestión forestal en Colombia”, no ha existido la determinación gubernamental de fomentar la investigación para el conocimiento, el aprovechamiento y el manejo sostenible de los bosques. Con el agravante de que la abundante legislación existente no se ha aplicado y las políticas forestales han sido abandonadas, porque nunca han tenido prioridad para los gobiernos. Al contrario, hasta hace muy poco el bosque era considerado por el Gobierno Nacional, y sigue siéndolo para algunos gobiernos locales y ciudadanos, un obstáculo que hay que derribar para generar riqueza y vincular esos territorios al “progreso” y la “civilización”. Seguimos actuando de manera arcaica y primitiva frente a los bosques, la colonización avanza según el pensamiento del siglo pasado, cuando tumbar para “desarrollar” era un propósito nacional.
Es tiempo de una transformación cultural y, como dicen los ingenieros forestales, de replantear la política y las propuestas para frenar la destrucción y degradación del bosque. Simultáneamente, se debe planificar para dejar de ser importadores netos de maderas, pues más del 70 % del suelo nacional tiene vocación forestal. Colombia importa la mayor parte de la madera que utilizamos, la nuestra la talamos y quemamos sin uso distinto que la fertilización temporal que las cenizas generan. Así, el bosque —que es el uso adecuado de esas tierras— lo cambiamos por pastizales para ganadería. En Colombia, la quema del bosque para pastizales y la ganadería generan el 45 % de los gases efecto invernadero, mientras su aporte al producto interno bruto del país es solo del 1,4 %. Parecemos embrujados y dominados por un pensamiento arcaico que virtualiza la ganadería extensiva en pastizales homogéneos y se niega a reconocer las nuevas oportunidades económicas, generadoras de bienestar, si conservamos en pie nuestro bosque biodiverso.
El valor creciente de los servicios ecosistémicos del bosque en pie y la escasez de agua en muchos municipios de Colombia nos señala que hoy una prioridad y una oportunidad, con beneficio económico, para enfrentar la crisis climática son: la restauración ecológica, la reforestación protectora en cuencas andinas y áreas devastadas de la Amazonia e incluso la reforestación comercial, con algunas especies y en ciertos lugares.
Es tiempo de establecer alianzas con los países amazónicos para entre todos exigir a los países responsables de la crisis climática una justa compensación económica para mantener los servicios ecosistémicos que el bosque amazónico presta al planeta en términos de regulación climática y conservación de biodiversidad. El tiempo que queda para salvar el bosque amazónico y sus habitantes humanos y no humanos se acorta y debemos actuar con prontitud.
La prioridad de Colombia frente a la crisis climática no es la transición energética, es la conservación del bosque y los ecosistemas naturales y la valorización y protección de los servicios ecosistémicos que ellos generan y que son determinantes ambientales para la calidad de vida actual y futura de la población colombiana. Esto debe ser prioridad estratégica y transversal en el próximo gobierno y en el Plan Nacional de Desarrollo. Esperamos propuestas concretas y realistas de los candidatos presidenciales.
