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LO QUE ESTÁ PASANDO EN SANTANDER con el páramo de Santurbán y el proyecto minero es un llamado a que Colombia se ponga seria respecto al ordenamiento territorial y se convierta en un país autogestionable, que acepte la inversión extranjera cuando le es conveniente y la rechacé cuando le resulte contraproducente.
Por las toneladas de cianuro y explosivos utilizados, por la remoción de tierra y consumo de agua que significaría la explotación de la mina, por el evidente efecto negativo asociado a la destrucción del ecosistema natural y los servicios ambientales hídricos, así como por su impacto social, el caso de Santurbán implica un peligro particularmente grave. De otra parte, también era muy importante el volumen de oro que se pretendía extraer con el proyecto. La Corporación Autónoma Regional de Santander dio un concepto negativo respecto al proceso que se estaba adelantado en la etapa previa a la explotación, pero la amenaza sigue latente.
El desarrollo minero reclama un gobierno central responsable, un sistema institucional regional y local que cumpla sus funciones, y, especialmente, una sociedad civil organizada que reaccione y exija el cumplimiento de la ley tanto a nacionales como extranjeros. El impacto de la explotación minera puede ser positivo o negativo, y son múltiples y específicos los factores que hay que considerar en cada caso. El reto es llegar a establecer criterios para saber cuándo, cómo y dónde un proyecto minero es viable desde el punto de vista económico, social y ambiental y cuando no lo es. La minería en los páramos es, en todo sentido, insostenible e irresponsable. Prometan lo que prometan, nuestra respuesta ante proyectos como el de Santurbán debe ser “No”. La razón es constitucional: los páramos deben ser protegidos por la importancia de los servicios y recursos ambientales que generan, no sólo en términos de regulación hídrica, sino también por el carácter único de sus ecosistemas. Recordemos que sólo existen páramos en Colombia, Venezuela, Ecuador, norte de Perú, y unos muy pequeños en Costa Rica.
No nos llamemos a engaños: ni Santurbán es el único caso de minería en páramos, ni la minería es su única amenaza. Son muchos los procesos para explotación minera en zonas de páramo que siguen su curso en Ingeominas, como también son muchas las amenazas derivadas de otras actividades, tales como ganadería y el cultivo de papa. Vastas extensiones de ecosistemas naturales de páramo han sido y siguen siendo devastadas por tractores agrícolas que, sin licencia, destruyen la vegetación original y transforman el paisaje en zonas de erosión. A esto debe agregarse el uso indiscriminado de pesticidas y la introducción de pastizales (cuya productividad, además, es muy baja).
No podemos decir que se erradiquen inmediatamente todos los cultivos de papa y los pastos introducidos en los páramos, pero sí que no se siga ningún proceso para concesiones mineras en estas zonas y que se aplique de manera estricta la Constitución. Es indispensable que desde ya se identifiquen las áreas críticas de los páramos, ya sea por razones de conservación del patrimonio ecológico asociado a ecosistemas estratégicos, como por regulación y servicios ambientales; de la misma forma, debe iniciarse su recuperación efectiva, pues el proceso de revegetalización en tierras a más de 3.000 metros de altura lleva muchísimos años, por ello hay que iniciarlo lo antes posible. El agua es indispensable para la vida, y debemos protegerla.
