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La semana pasada se presentó el informe “Parques Cómo Vamos”, una evaluación desde la sociedad civil a la gestión y el estado de conservación del Sistema de Parques Nacionales Naturales (SPNN). Excelente informe que muestra la complejidad y los retos para el manejo de nuestro SPNN.
Durante la presentación, los especialistas se preguntaron si era suficiente resolver la pregunta: parques, ¿cómo vamos?, o si sería necesario responder también: parques, ¿para dónde vamos? Nuestro SPNN enfrenta diversos retos: la necesidad de armonizar la presencia de campesinos, indígenas y afrocolombianos con los objetivos de conservación; ganadería extensiva y terratenientes en áreas de páramo y de selva húmeda tropical; disputas territoriales entre grupos armados de diversas tendencias —vinculados al narcotráfico— y múltiples temas asociados a gobernabilidad, planes de manejo y presupuesto. Complejos y difíciles retos.
Aquí reflexiono sobre la pregunta: parques, ¿vamos?, y busco salidas a una polémica que hace mucho ruido en los medios de comunicación: cómo visitar el SPNN. Esta opción debe estar abierta, porque una de las razones de la existencia del SPNN es la posibilidad de su disfrute y apropiación social como espacio de aprendizaje y esparcimiento. Debemos abrirlo a los colombianos, así esto signifique algún tipo de impacto ambiental. La ecuación incluye buscar un alto impacto social positivo, un mínimo impacto ambiental y un positivo efecto económico para su administración y manejo. ¿Cómo, quiénes y cuántos?, son preguntas que surgen de inmediato y hay variadas respuestas.
La equidad como propósito debe ser el punto de partida. Se deben ofrecer opciones a visitantes de diversos grupos socioeconómicos. El camping, como opción de bajo costo, siempre debe estar disponible y ser administrado por las comunidades locales. El glamping (camping de lujo) es una opción que se debe considerar, pues produce menos impacto que hoteles de infraestructura dura —ofrece una comodidad semejante— y puede generar ingresos económicos importantes para el SPNN. El visitante que se aloja fuera del PNN y lo visita solo durante el día es una buena opción, quizá la que debemos priorizar. Más gente puede visitar los PNN si hay mejor comportamiento del turismo, lo cual requiere una mezcla de educación y control.
La conservación como acción exclusiva está revaluada, tenemos que pasar de “la gente de parques” a “parques con la gente” e incrementar el vínculo ciudadano con el SPNN. Es necesario elaborar planes de manejo con grupos indígenas y comunidades locales no solo para proteger el SPNN, sino para que, en la relación con el entorno, todos sintamos y entendamos la biodiversidad como algo que sustenta nuestro bienestar.
La ecodependencia es de doble vía: de la gente con respecto al SPNN y sus servicios ecosistémicos, y del SPNN ante las acciones y actitudes de la ciudadanía; la conservación de la biodiversidad depende de ello y de las gestiones complementarias adelantadas por la sociedad civil fuera del SPNN.
Equidad y gobernanza son los fundamentos para conservar y disfrutar el SPNN, todos tenemos que trabajar juntos y empujar la canoa en la misma dirección. Quizá valga preguntarse si debemos cambiar el actual modelo de áreas protegidas. Sanquianga sigue siendo considerado un PNN problema y tal vez en muchos aspectos sea uno de los referentes claves para una gestión más moderna. Los PNN dentro y fuera son mosaicos de uso y conservación, y deben ser motores de bienestar y desarrollo. El turismo de naturaleza es solo parte del nuevo enfoque, donde uso y conservación deben ir de la mano.
