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Cuatro años después

Juan Carlos Bayona Vargas

13 de septiembre de 2025 - 01:08 p. m.

Escribo desde la meditación y la memoria. Ambas, como es apenas natural, son parciales. Aun así, tengo la certeza de que no estoy hablando solo de mí, y que, por fortuna, creería que muchos de mis amables lectores me acompañarán en esa aspiración y quizás la aprueben. Pues bien, hace cuatro años el mundo fue asolado por una pandemia universal. Un microscópico organismo desnudó la gran inequidad que en la mayoría de los sectores existe en nuestra sociedad. Lo sabíamos. Solo que para entonces se hizo palpable, abrumador. Por todas partes.

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En el que me he desempeñado casi toda mi vida, la educación, los contrastes habitaron lo dramático. Mientras los colegios privados, en su mayoría, lograron con no pocas dificultades sortear el encierro a través de la tecnología, el sector oficial, especialmente en la ruralidad colombiana, mostró su cara más famélica. Fui testigo. La proverbial carencia de medios hizo que la brecha entre los sectores se ampliara. Estudios demostraron que la pérdida de escolaridad fue casi el doble en la ruralidad que en las ciudades. Hay una imagen de una niña en una vereda subida a un árbol buscando señal para su teléfono y asistir un poco a clase. Para qué decir más.

También es bueno acordarse cómo muchos docentes y directivos docentes del sector rural oficial se acomodaron a las circunstancias. Acomodarse para este caso es sinónimo de relajarse. Fui testigo. Para entonces trabajaba en un proyecto en el corregimiento de Morichal, a 20 kilómetros de Yopal, y su presencia y contacto se hizo poco menos que imposible. Su salario no estaba en riesgo. Ni sus cargos. Y su retorno a la presencialidad se hizo más tarde que en el sector privado, aduciendo las razones que existían antes de la pandemia, que son verdad, pero que sirvieron de parapeto para que muchos se lo tomaran con calma. Con más calma. En su momento lo manifesté en una columna en este periódico y aún tengo las chispas de los rayos y centellas que me cayeron. Con claridad, la deserción afectó tanto al sector privado como al oficial. Solo que, en este, a diferencia de aquel, no hubo un solo despido. Fui testigo.

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El MEN debería hacer un simulacro de pandemia en la ruralidad. Dos o tres días. Preparado con semanas de antelación. Y luego tomar nota de lo que hace falta, en cuanto a formación docente en manejo de tecnologías, en conectividad en las veredas, en dispositivos digitales y métodos de enseñanza a distancia, en didácticas no formales de aprendizaje. Y coordinarlo con las familias en foros preparatorios. Todo un proyecto. No hace falta esperar a que aparezca otro virus a recordarnos la enorme brecha que tenemos, donde unos reciben un tipo de educación y otros, otra.

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