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Entierro

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Juan Carlos Bayona Vargas
23 de agosto de 2025 - 07:09 p. m.
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No suelo ir a los entierros. Solo si, con el difunto, había un lazo que la muerte desató con su eterna destreza. O con sus deudos. A veces solo asisto unos minutos. Me recojo y me escabullo. En otras ocasiones estoy hasta el final y aguanto lo que haya que aguantar. Y me consuelo diciendo mentalmente algunos versos de la Canción de la muerte de Espronceda... débil mortal no te asuste/ mi oscuridad ni mi nombre/ en mi seno encuentra el hombre un término a su pesar/ yo compasiva, te ofrezco/ lejos del mundo un asilo, /donde a mi sombra tranquilo/ para siempre duerma en paz. Hay entierros en que disipó un poco la pena con las instrucciones que recomendaba el sabio Cortázar. En fin. Que me defiendo del embate de la muerte como Dios me ayude. Me ha sucedido que al pasar enfrente de un sepelio de quien no tengo ni la menor idea de quién es, siento la autoridad de la muerte muy cerca y le prodigo, conmovido por un instante, un gesto al difunto deseándole buen viaje. La muerte es de todos y para todos hay. Pero los muertos son propios.

Es por esto último que entiendo muy bien que la familia del senador Miguel Uribe Turbay, con todo su derecho, le haya pedido al presidente Petro y a los miembros de su gobierno que no asistieran a su entierro. Cada familia le da trámite a su dolor como buenamente pueda. Y sus razones tendrán. También tienen el sagrado derecho de pedirles a otros que sí asistan. Eso no se discute. Me queda, sin embargo, la pregunta si no se perdió una oportunidad valiosa de tender un puente. Por débil que fuera, por colgante que fuera, pero puente, al fin y al cabo. El presidente y sus áulicos hicieron bien en no asistir. Uno no va a donde no lo han invitado y más aún si le piden el favor que no vaya.

Si el lector considera mi reflexión con alguna conmiseración, el asesinato miserable y aleve del senador, que espontánea y genuinamente nos conmovió a millones con independencia del credo político, era una posibilidad de breve sosiego de los espíritus, de atemperarlos un poco. No por legítima e indiscutible, la decisión explícita de la familia del senador de pedirle al gobierno que no asistiera deja de enviar un mensaje complejo que no contribuye a menguar la corrosiva polarización que nos carcome por dentro. Seguramente la intención no era esa. Pero es borrosa la frontera entre el dolor y los señalamientos.

Soy consciente de que escribirlo como ahora lo escribo es fácil. Solo me quedé pensando en que se trataba de un gesto. Solamente un gesto. Un gesto seguramente muy difícil de tomar. Eso se comprende. Un gesto que contribuyera a no azuzar más las ascuas de los odios. Era un gesto. Pero bueno. Cada quien lidia su dolor como puede.

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Héctor José Arenas Amorocho(hv37d)24 de agosto de 2025 - 08:54 p. m.
¡Gracias por la valiosa reflexión! ¡Valoro, en especial, todo lo que dice sin decirlo! ¿ Si la experiencia indecible de perder a quien no sus suscita una de las formas más infinitas del amor, no nos conduce a valorar lo esencial en la fugaz aventura de la vida, qué podría hacerlo? ¿Hasta que abismos ha llegado el extravió de la médula ética colectiva? ¿Habrá mejor forma de honrar a los seres que hemos amado que el amor obrante?
Edgard Sergio Rodriguez Guarin(u2qq3)24 de agosto de 2025 - 03:00 p. m.
Buena columna.
German Rodriguez(31430)24 de agosto de 2025 - 03:39 a. m.
Llama la atención que la familia haya prescindido de la presencia del presidente, pero no la del batallón guardia presidencial, cuya misión precisamente es dar solemnidad a los actos del presidente
  • Culebro59(18501)24 de agosto de 2025 - 01:08 p. m.
    Muy cierto, shi está demostrada la hipocresía.
David Valencia Cuellar(0vhxw)23 de agosto de 2025 - 11:49 p. m.
Si profe BAYONA mucho discurso y pocas actitudes para tender puentes.....
Ana Rico(0bhb2)23 de agosto de 2025 - 11:25 p. m.
Que forma tan elegante en que Ud. Registra su velada crítica. No soy tan diplomática. Muchos aspectos muy cuestionables rodearon el entierro del joven senador. Viendo en los video las conmovedoras palabras de su esposa que lo convertía en el ángel que nunca fue: bondadoso, luchador por La Paz, los pobres… me parecia que hablaba más bien de Iván Cepeda. Y tras tanta dulzura poética tuvo voz para prohibír al presidente y sus funcionarios su asistencia protocolaria. Mezcla duelo y odio.
  • Culebro59(18501)24 de agosto de 2025 - 01:07 p. m.
    Totalmente de acuerdo, según los uribistas, debería ser canonizado.
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