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Juan Carlos Bayona Vargas
28 de noviembre de 2025 - 07:02 p. m.
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Las ciudades son los afectos. Los afectos son las personas que habitan con nosotros los lugares. O que los habitaron. No importa qué tan estéticos sean o hayan sido. La memoria romantiza lo suficiente para mitigar el aterrizaje. Volver a la tierra, a la tierrita como decimos en Colombia, es, ya se sabe, un acto de fe. Pero también un ejercicio de esperanza y de nostalgia deliberados.

He ido y he vuelto muchas veces y siempre me pasa lo mismo: la dicha del regreso es solo comparable al desasosiego que suscita la realidad nacional que, no por conocido, deja de ser menos triste. Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida, cantábamos cuando teníamos veinte años y lo seguiremos cantando. Menos mal.

Me pregunto qué será de los lugares del Viejo Mundo que amé cuando las personas que fueron sus anfitriones y los llenaron de sentido se empiecen a marchar. Y ya han empezado a hacerlo. Creo que entonces se desvanecerán en mis recuerdos. Los lugares, por supuesto. Nunca, por ejemplo, regresé a Londres, porque mi amigo de la infancia ya no vivía allí y había dado con sus huesos al cabo de los años, otra vez en su Caribe natal. Entonces la ciudad de la niebla y la lenta cerveza y los museos gratis había dejado de tener sentido para mí, y, en cambio, la mansa y dulce Santa Marta volvió a cobrar insospechada vida. Y así. Nunca amé tanto Extremadura como ahora, que mi amigo Jesús tiene una casa con gatos y caballetes y olivares a la vera del Tiétar, un río tierno que discurre sin ninguna prisa.

Fuera, largo de aquí, dijo un pájaro; los seres humanos no aguantan demasiada existencia. Escribía T.S. Eliot en Cuatro Cuartetos. Y llevaba razón. Lo mejor será dejarle el pasado y el futuro y el tortuoso si condicional a la paz de las cosas, y quedarnos con el terco presente inevitable. Además, al declive insalvable de los cuerpos, se suma que los propios lugares empiezan a ser otros o han desaparecido. No hay que dramatizar tampoco. Para conjurar la nostalgia de la ida y el regreso, lo mejor sea viajar con la clara conciencia de que habrás de volver siempre a los rostros amados, porque solo en ellos se conservan intactos los lugares donde la belleza del mundo y de su dicha fueron posible. Y acaso su infortunio.

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Leonardo Pineda(69374)29 de noviembre de 2025 - 12:16 p. m.
tal como lo reflexiona Pablo Neruda en "confieso que he vivido"
Atenas (06773)29 de noviembre de 2025 - 12:45 a. m.
De los gustos de un pequeño burgués idealista, de esos mismos q’ igual bien saben hacerse los desentendidos cuando en la ejecución de sus ideales todo resultó en caso perdido. Atenas.
hernando clavijo(26249)28 de noviembre de 2025 - 09:51 p. m.
Proust dice q uno cree añorar un lugar, pero en verdad añora una època
David Valencia Cuellar(0vhxw)28 de noviembre de 2025 - 09:39 p. m.
Nostálgica y bella columna.....
Celyceron(11609)28 de noviembre de 2025 - 08:19 p. m.
Bella columna, don Juan Carlos.
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