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Auschwitz y Gaza

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Julián de Zubiría Samper
22 de julio de 2025 - 05:00 a. m.
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Auschwitz pasó a la historia como testimonio del horror y la degradación humana que propició el nazismo en las primeras décadas del siglo XX. ¿Cómo juzgarán las próximas generaciones los campos de concentración que el gobierno de Benjamín Netanyahu está creando en Gaza en pleno siglo XXI?

En su profundo y sentido texto El hombre en busca de sentido, Viktor Frankl narra que estando detenido en Auschwitz en cierta ocasión pensó en despertar a un compañero que estaba en medio de una fuerte pesadilla, pero que al final desistió: “En aquel momento comprendí, con toda crudeza, que ningún sueño, por terrible que fuera, podía ser peor que la realidad del campo de concentración a la que cruelmente iba a devolverlo”.

Auschwitz y Gaza
Foto: Julián de Zubiría Samper

Es cierto. Auschwitz pasó a la historia como el mayor campo de exterminio construido por el hombre. En cada litera de 2x2,5 metros dormían nueve prisioneros en medio de ratas, piojos y pulgas. Aunque estaba prohibido, algunos de ellos usaban sus zapatos llenos de lodo como almohada. El frío penetraba hasta los huesos y la ración diaria era de 250 gramos de pan negro y una sopa aguada. No había posibilidad de baño del cuerpo entero o lavado de dientes y tenían los segundos contados para hacer sus necesidades. En este contexto, el único sentido de la vida consistía en simular capacidad de trabajo para poder sobrevivir, abstraerse de la durísima realidad reelaborando experiencias previas o pensar en el suicidio o en la huida.

El 27 de enero de 1945 el ejército soviético ingresó al campo y los soldados no podían creer lo que estaban viendo. Los nazis habían intentado destruir cualquier rastro que los vinculara con el genocidio del pueblo judío y con la “solución final” que diseñaron para lograrlo –los campos de exterminio–, pero las pruebas eran irrefutables: permanecía en pie una de las cuatro cámaras de gas, se conservaban 7 millones de toneladas de pelo correspondientes a unos 140.000 prisioneros, 370.000 trajes de hombre, 837.000 vestidos de mujer y miles de cadáveres dispersos que no alcanzaron a quemar.

Al bajarse del tren en el que los trasportaban, les esperaba un médico asignado por el gobierno nazi, quien decidía si eran aptos para el trabajo como esclavos en la industria alemana de la época. Si no lo eran, inmediatamente iban a las cámaras de gas. Un millón trescientas mil personas fueron llevadas a Auschwitz y, de ellas, un millón cien mil fueron asesinadas en cámaras de gas. Cuando fallecían, les quitaban las muelas de oro para enriquecer las arcas de los oficiales de las SS de turno. La gran mayoría de niñas, niños y ancianos murieron sin cumplir un solo día en el complejo de campos que constituyen Auschwitz-Birkenau. Llegaban tres trenes diarios y las cámaras trabajaban con tres turnos a cargo de los miembros de las SS que las mantenían en operación permanente para asesinar en promedio unas 5.000 personas al día.

Caminar por un cementerio humano de esas características es una experiencia emocional especialmente dura y estremecedora. Parte el alma y arranca lágrimas. Ver los miles de objetos con los que llegaban los judíos creyendo que serían concentrados para trabajar en colonias, verlos marchando en fila silenciosos hacia su muerte creyendo que iban a ducharse, conocer las literas o ver las fotos que mostraban su contextura esquelética, cuando el hambre ya había consumido sus músculos, es algo muy triste porque muestra que el nazismo degradó la vida humana a niveles poco conocidos en la historia.

El campo de Auschwitz nos recuerda los enormes riesgos que tiene una sociedad totalitaria enceguecida por el odio y la intolerancia mientras sigue la orientación de un líder extremista y autoritario. Esa es la mayor lección para la humanidad. Precisamente por eso, la Organización de las Naciones Unidas, los derechos de las minorías y la Carta de los Derechos Humanos son hijos de la Segunda Guerra Mundial. La humanidad quería impedir que una experiencia similar pudiera repetirse.

Los gobiernos posteriores en Alemania se demoraron en aceptar la responsabilidad que tenían los nazis con el genocidio del pueblo judío. Cuatro décadas después terminaron por reconocer su enorme responsabilidad ante el mundo. Así mismo, Alemania y Polonia decidieron integrar la enseñanza del Holocausto en su currículo escolar para garantizar la conservación de la memoria histórica, fomentar la empatía y luchar contra el odio y la exclusión.

Para fortuna de la humanidad, el gobierno polaco resolvió convertir Auschwitz en museo, de manera que nos ayude a preservar la memoria, a recordarle a las nuevas generaciones el horror y la crueldad que impusieron los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, y que nos invite a pensar que algo así nunca más debería volver a ocurrir en la Tierra. De manera complementaria, en Polonia y Alemania desde hace décadas es un delito realizar un saludo nazi o negar en público el Holocausto. Eso está tipificado en ambas constituciones y recibe sanciones de prisión de dos a seis años. Se considera que son crímenes de odio. Quieren preservar la memoria y evitar a toda costa la repetición.

Lo más triste y desgarrador de esta historia es que algunos de quienes padecieron los atroces crímenes a cargo de los nazis, cohesionados en torno al partido de extrema derecha Likud –“La Consolidación” –, hoy se están convirtiendo en los verdugos del pueblo palestino radicado en Gaza. Con seguridad, la mayoría del pueblo de Israel no comparte la desproporcionada respuesta de su gobierno. Netanyahu respondió al cruel acto terrorista de Hamás del 7 de octubre de 2023 bombardeando indiscriminadamente a la población civil, convirtiendo el hambre en arma de guerra y prolongando indefinidamente la invasión para mantenerse en el poder y evitar ser juzgado como criminal. Israel está encerrando a los palestinos en verdaderos campos de concentración. Ha destruido sus hogares, hospitales, mezquitas y escuelas. Como sucedió en el Holocausto, también en los bombardeos los más afectados son los ancianos y los niños. El objetivo final es claro y lo ha señalado de manera reiterada Francesca Albanese, relatora especial de Naciones Unidas: expulsar a los palestinos de sus tierras para consolidar el “Gran Israel” y mejorar su seguridad.

La Corte Penal Internacional acusó al gobierno de Israel de usar el hambre como arma de guerra, obstruir la entrega de ayuda humanitaria para los gazatíes y cometer crímenes de lesa humanidad. Debido a eso, ordenó el arresto de Netanyahu, de su ministro de defensa y del comandante de Hamás. Aun así, el genocidio ha continuado.

La historiadora canadiense Margaret MacMillan, reflexionando sobre la Primera Guerra Mundial, escribió: “La tragedia de Europa y el mundo, vista desde hoy, estuvo en que ninguno de los actores clave en 1914 fue un líder con la suficiente grandeza e imaginación ni con el suficiente coraje como para oponerse a las presiones que empujaban hacia la guerra”. Hoy tendríamos que decir que a los líderes mundiales actuales les ha faltado coraje, grandeza, empatía e imaginación para detener el actuar terrorista del Estado de Israel bajo Netanyahu.

En el futuro es muy posible que exista un museo en Gaza para recordar este genocidio que está en curso ante los ojos del mundo. En ese momento, las nuevas generaciones nos harán la pregunta: ¿Por qué los líderes mundiales no actuaron? ¿Fueron ellos cómplices? La respuesta, amigo mío, –como decía Bob Dylan– “vuela con el viento”.

Hannah Arendt fue más lejos cuando señaló que “la pérdida de empatía es una señal de advertencia de que una sociedad se acerca a la barbarie”. ¿Hoy algún palestino también pensará que es mejor no despertar a un familiar que tiene una pesadilla porque ningún sueño, por terrible que sea, sería peor que la cruda realidad que está viviendo?

Ayer no pudimos detener la barbarie, ¿será que hoy sí podremos hacerlo?

Conoce más

 

Asskicker(14727)23 de julio de 2025 - 02:07 p. m.
No entiendo como el espectador tiene a un depravado columnista como Marcos Peckel que justifica el genocidiode gaza
Asskicker(14727)23 de julio de 2025 - 01:42 p. m.
Peckel es uno de los que justifica y promueve este genocidio. Al igual que aquellos que niegan el holocausto o elogian la accion de los nazis , Peckel debe ser denunciado y procesado. penalmente. Y el espectador es complice! No se puede hablar de libertad de expresion cuando se promueve un genocidio Sr. Fidel CAno!
Berta Lucía Estrada(2263)23 de julio de 2025 - 09:41 a. m.
El genocidio del pueblo palestino es un horror, una infamia y una enorme vergüenza para la gente que se dice "democrática y religiosa" y que sin embrago cierra los ojos ante una catástrofe que creíamos que después de La Shoah jamás volvería a repetirse.
Alberto Rincón Cerón(3788)23 de julio de 2025 - 01:28 a. m.
Nazis Siglo XXI, con la complicidad y el apoyo de EE. UU. y UE.
Dorita Bilbao(37038)22 de julio de 2025 - 11:51 p. m.
Dr. de Zubiria, la impotencia ante la indolencia de líderes de la UE (quienes vivieron 2 guerras en su territorio en el mismo siglo) y de otros líderes mundiales es dolorosa. Ver las imágenes y vídeos que nos llegan por diferentes medios es desgarradora. Es tal la situación de la humanidad de hoy que presidentes prohíben manifestaciones clamando por la suspensión del horror en Gaza. Gracias por ser una voz hacia este GENOCIDIO.
  • Astrid Vallejo(60305)23 de julio de 2025 - 01:36 a. m.
    De acuerdo
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