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Cansancio y agotamiento en los médicos

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Julián de Zubiría Samper
06 de abril de 2021 - 03:00 a. m.
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La COVID-19 ha visibilizado de manera dramática nuestras debilidades como sociedad: inequidades, xenofobia, el riesgo en el que viven muchos niños en sus hogares, el consumismo ilimitado, los nacionalismos y la ausencia de respuestas globales, entre otras. El virus ha puesto una lupa sobre cada una de ellas y ahora las vemos más claramente. Como diría Durkheim: “A veces las sociedades requieren de circunstancias excepcionales, como una gran crisis nacional o política para que la solidaridad pase a primer plano”. Ojalá aprovechemos la pandemia para detenernos y volver a las preguntas fundamentales de la vida.

En columnas anteriores me he referido a los posibles cambios que nos debería traer la pospandemia en los fines y contenidos en la educación. Hoy me concentraré en uno de los grupos que en mayor medida se ha comprometido para enfrentar este inédito virus: el personal de la salud. Faltaría espacio y tiempo para agradecerles lo que están haciendo por la humanidad en estos extraños y difíciles tiempos de incertidumbre. Para hablar de ellos, me quisiera referir a lo que denominó el filósofo Byung-Chul Han la “sociedad del cansancio”. Una sociedad excesivamente dedicada al trabajo y muy poco a la vida, el arte, la familia y los amigos. El pensador surcoreano concluye que el modelo neoliberal, que le asignó la custodia al mercado, ha impuesto una sociedad en la que los trabajadores se sienten agobiados porque, gracias a la expansión de la tecnología, se prolongan las jornadas de trabajo y se reducen los tiempos de descanso. El celular y el computador relativizaron los tiempos y, casi sin darnos cuenta, terminamos “sobreexplotándonos a nosotros mismos”. Es decir que nos autoimponemos deshumanizantes jornadas que se extienden infinitamente.

Así como la sociedad que describe Michael Foucault en Vigilar y castigar genera criminales y neuróticos, la sociedad del cansancio -según Han- está produciendo individuos agotados y depresivos. Algunos políticos y empresarios nos han querido convencer de que el sentido de la vida está en la producción. La consecuencia a nivel personal ha sido la fatiga y, a nivel social, la soledad. La paradoja es que, por obsesionarse con la productividad, la sociedad neoliberal ha creado individuos a quienes les falta energía para trabajar y vínculos para convivir. No por casualidad, una de las medidas utilizadas en Japón para afrontar la pandemia ha sido la creación del Ministerio de la Soledad. Quieren enfrentar el riesgo creciente de la desesperanza, la soledad y el suicidio. El 14 % de quienes murieron viviendo solos fueron hallados entre uno y tres meses después de su deceso. Nadie los echó de menos. La muerte no llega cuando el corazón se detiene, sino cuando nadie nos recuerda, ese es el pregón de México cada vez que se celebra un nuevo Día de los muertos.

Estamos ante una sociedad de individuos obsesionados con trabajar y que se aíslan de sus familias y amigos para poder hacerlo mejor, o al menos eso creen. Una sociedad muy confundida en sus prioridades, hasta tal punto, que ha puesto en riesgo la vida misma sobre el planeta.

Recientemente escuché una conferencia de Roberto Baquero, presidente del Colegio Médico Colombiano, en la que presentaba los resultados de una muy completa investigación realizada en 2019 bajo el marco teórico trazado por Han. La investigación se tituló: Encuesta nacional sobre el síndrome de Burnout e incluyó una muestra de 6.645 médicos colombianos a quienes habían indagado sobre sus condiciones laborales, así como sus percepciones y actitudes ante la vida y la profesión. Los resultados son impactantes: la mitad de los encuestados trabajaban en dos sitios y el 20 % en tres o más lugares. Esto se explica por los altos costos de la carrera, lo que lleva a que terminan casi toda su vida laboral recuperando la inversión que hicieron. El Colegio Médico estima que esa tarea les demanda 34 años a quienes se graduaron en una universidad privada. En Colombia, hasta los años 80, los médicos constituían una de las profesiones más destacadas. En los pueblos todos los conocían. Sin embargo, a partir de la Ley 100 de 1993, sus privilegios se desvanecieron y se convirtieron en unos trabajadores más.

El estudio realizado en Colombia evidencia lo descrito por Han: el 39 % de los médicos se sentían agotados diariamente al final de la jornada y el 81 % de ellos sentían agotamiento, por lo menos, una vez a la semana. En esas condiciones es inevitable que se deteriore la calidad de las interacciones del personal de la salud con su familia y con la cultura. El 60 % de ellos dice levantarse con cansancio porque no pudieron descansar de manera suficiente por la noche. Así mismo, el 39 % sentía haberse “endurecido emocionalmente” lo que les limitaba la comunicación e interacción con los pacientes. El 61 % de los médicos consideraba que trabajaba demasiado y el 60 % de los pacientes culpaban al médico porque no les daban las citas a tiempo o no les entregaban los medicamentos solicitados. Por el contrario, para ellos es claro que esas decisiones las toman las IPS y las EPS, teniendo en cuenta razones de eficiencia económica y no criterios profesionales y científicos. La ley 100 también les arrebató su autonomía. Eso no lo sabe la mayoría de sus pacientes.

Como puede verse, a fines de 2019 los médicos colombianos manifestaban agotamiento y cansancio. En especial, porque el sistema sobrecarga de trabajo a los médicos y subestima sus necesidades en salud ¿Cómo estarán ahora después de haber atendido durante un año a 2,4 millones de infectados por COVID? ¿Cómo se sentirán después que han muerto más de 63.000 pacientes y que no sabemos qué efectividad tendrán las vacunas frente a las cepas del futuro? ¿Qué pensaría la primera enfermera mientras la vacunaban, sabiendo que a ella le debían tres meses de salario? ¿Qué pensarán los médicos colombianos al saber que, al iniciar abril, tan solo llevamos al 0,5 % de la población vacunada con las dos dosis y que hay 75 países que han inmunizado a una mayor proporción de su población? ¿Qué opinará el personal de la salud que todavía no ha sido vacunado? ¿Qué dirán al ver que se dedica una hora diaria de televisión a promocionar la imagen del mandatario y no a formar a la población en las necesarias campañas de bioseguridad?

Según la Federación Médica Colombiana, más de 300 profesionales de la salud han muerto por COVID-19. ¿Cuántos de ellos no recibieron los elementos de bioseguridad a tiempo y cuántos fueron violentados en sus apartamentos por sus vecinos al intentar salvar la vida de todos?

En todo el mundo los médicos recibieron emotivos aplausos en los balcones en señal de apoyo y gratitud por su compromiso con la vida. Fue una situación que inmortalizó la española Lucía Gil en su mágica canción “Volveremos a brindar” (2020). La pregunta es si eso también se vio reflejado en mejoras en sus condiciones laborales y su seguridad social.

El coronavirus es una oportunidad para realizar una revisión radical de nuestro modo de vida. Para que entendamos que están sobrevalorados los salarios de los deportistas y personajes de la farándula y subvalorados los salarios de los científicos y educadores. Para que aprendamos que podemos vivir sin escuchar tanto a los políticos, pero que sin oír a los médicos y científicos no serán viables las sociedades del futuro. Para que por fin nos demos cuenta que, si no nos cuidamos entre todos, nadie estará protegido. El cuidado empieza por evitar el agotamiento de nuestros profesionales. No sé a quién se le ocurrió que era una buena idea que los médicos trabajaran turnos de 24 o 48 horas. Seguramente fue a un hombre o a una empresa con mentalidad esclavista. ¿Le pregunta usted, por ejemplo, al doctor que lo va a operar: cuántas horas seguidas lleva trabajando? Yo siempre lo hago. Sus turnos de uno y dos días, son un rezago del nuevo esclavismo que nos ha traído el modelo neoliberal para el cual no existen personas, sino productividad y ganancias.

* Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria).

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Javier(dizd8)06 de abril de 2021 - 04:50 p. m.
En su larga columna, usted menciona la palabra enfermera solo una vez. ¿Será que ellas se cansan menos que los médicos? Las profesionales de la salud, invisibilizadas como la gran mayoría de las mujeres.
  • María(60274)06 de abril de 2021 - 09:47 p. m.
    Las enfermeras y los enfermeros son los tesos del paseo, ellos son los que tienen que lidiar de verdad con los enfermos y sus enfermedades, si no fuera por ellas, no podría haber hospitales, porque no habría quien cuidara a los enfermas trabajo muy difícil, no es para cualquiera.
Contumaz(likt7)06 de abril de 2021 - 04:00 p. m.
Un manifiesto.
wilson(72314)06 de abril de 2021 - 03:44 p. m.
...camioneta, hay que ver los parqueaderos de clínicas, hospitales y universidades, todos asumiendo el "estilo de vida traqueto", mostrando su poder económico, y demostrándose que con esfuerzo conseguimos vivir como queremos , y la verdad, la sociedad colombiana quiere vivir el "estilo de vida traqueto"
wilson(72314)06 de abril de 2021 - 03:41 p. m.
Qué buena columna, gracias por la reflexión, pasa algo parecido con un buen número de profesores, universitarios la mayoría. Sin embargo, me parece que más allá de las condiciones que le han impuesto a estos oficios y el afán de "recuperar la inversión" también hay un poderoso móvil para que estos profesionales trabajen de la manera que usted lo plantea, es lo que yo llamo el síndrome de la...
Alvaro(50403)06 de abril de 2021 - 02:51 p. m.
Excelente denuncia esperamos que los senadores y representantes la lean pues ellos también utilizan el servicio médico, bueno algunos pues otros viajan al exterior para procurar servicio médico.
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