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Estimado padre:
Muy cordial saludo.
Su hija me contó que no fue promovida de curso y que, el día de la entrega de informes del colegio, usted insultó, humilló y amenazó a su coordinadora de curso. Le dijo que ella era la culpable, que de los 25 mensajes de WhatsApp que le había enviado tan solo le había contestado 15, que según su criterio su hija tenía tan consolidadas las competencias matemáticas que en la casa era ella quien llevaba las cuentas y que no entendía por qué sí aprobaba el amigo que se la pasaba todo el día jugando. Además, le insistió en que no confiaba en la psicóloga porque había dejado sola a su hija para enfrentar sus miedos. Lo peor –según me contó su hija– es que usted dijo que en las cinco reuniones de seguimiento nadie le había avisado que ella tenía problemas, que nunca le habían dicho que podía reprobar el año y que ninguna persona la había ayudado a recuperar las cuatro materias que reprobó.
Su hija me dijo que ella lo había respaldado. Sin embargo, también me comentó que, al llegar a la casa, usted le había dicho que ya le había advertido que si “perdía el año” la sacaba del colegio y la pasaba a estudiar de manera virtual, que no iba a seguir gastando el dinero, que cuando usted era joven nunca había reprobado ninguna asignatura y que eso le pasaba a ella por andar pegada todo el día al celular, hablando y en fiestas con sus compañeros.
Lo primero que tengo que decirle es que el tema es complejo y debe ser analizado de manera más pausada y reflexiva. Es cierto que los colegios deben hacer todo lo posible para que los estudiantes se desarrollen y sean promovidos. Aun así, antes de juzgar, hay que entender. Para opinar hay que documentarse y para que la opinión tenga fuerza, debe dotarse de argumentos. Evaluar es una de las tareas que más tiempo nos demanda a los docentes. Debemos ver cómo va su hija frente a los propósitos que nos fijamos en la institución y frente a sus compañeros, determinar la consolidación de sus diversas competencias y hacer buen seguimiento de cada una de sus dimensiones. No es una tarea fácil, pero es más confiable si contamos con propósitos y criterios claros, si usamos fuentes y momentos diferentes y si la evaluación la hace un equipo de docentes. Por el contrario, su opinión es muy subjetiva. Los docentes hacemos lo posible porque el juicio sea objetivo y confiable. Usted no puede hacer eso porque está vinculado emocionalmente con ella. Necesariamente su evaluación es muy poco confiable.
Usted tiene razón al pensar que la responsabilidad no es solo de su hija. En todos los casos debemos evaluar, además de la responsabilidad del estudiante, la del colegio y los padres. Pero también tiene que entender que ella fue una de las pocas no promovidas. De allí que es muy posible que la responsabilidad suya y de su hija sean bastante más altas de lo que usted cree. Si un grupo muy grande de estudiantes no fuera promovido, sin duda la responsabilidad del colegio aumentaría. Seguimos teniendo escuelas muy tradicionales, que asignan demasiado peso en la evaluación a la información fragmentada, pero ese es un tema al que me he referido en múltiples columnas. Lo invito a leerlas. Hoy quiero enfatizar en su actitud, su nivel de reflexión y su responsabilidad.
Lo segundo que quiero decirle es algo muy evidente: nadie “pierde un año”. Con seguridad, en 2025, entre muchas otras cosas, su hija leyó poesía y ciencia, socializó, hizo deporte y arte. Posiblemente se esforzó por presentar buenos trabajos en algunas áreas. De allí que le pido que nunca vuelva a decir que su hija “perdió el año”, por la carga emocional negativa que tiene y lo absurdo que es el concepto. Debe entender que el ritmo de desarrollo de los niños no es homogéneo. Algunos avanzan mucho, en tanto otros se frenan y, aunque lo hacen por distintos motivos, puede estar seguro de que usted como padre tiene enorme responsabilidad. Es el estilo de autoridad, suyo y de su esposa, el que más influye en la autonomía de su hija.
Si su hija es temerosa, vive con angustia y tiene bajo autoconcepto y personalidad débil, puede estar seguro de que eso depende más de usted que de ella misma. Seguramente, usted ha sido muy fuerte en su trato. Le exige mucho y le da poco. La presiona, pero no la acompaña adecuadamente. Debe entender que sin seguridad y buen autoconcepto nadie puede responder en la escuela. Pero si su hija es poco persistente, prefiere socializar a estudiar y es bastante irresponsable con sus deberes, lee y se esfuerza poco, muy seguramente usted ha sido muy permisivo. Tal vez usted no le puso los límites necesarios y su hija ganó un amigo, pero perdió un padre. De todas maneras, las familias que se están conformando en la última época suelen ser bastante sobreprotectoras: padres que viven con angustia permanente, que forman hijos frágiles, que les evitan las frustraciones, les hacen sus tareas, definen sus amigos y resuelven sus problemas. Como puede ver, si ella es poco autónoma, muy seguramente eso se debe en gran medida a usted. Y todos sabemos que alguien poco autónomo no hace tareas, no estudia y tiene una confianza en sí mismo excesiva o muy reducida. En cualquier caso, ese es un bloqueo que le impide avanzar al ritmo de sus compañeros.
Lo tercero que hay que entender es que los profesores tienen más criterio, conocimiento y comprensión sobre el desarrollo de su hija a nivel escolar. Seguramente usted conoce poco sobre su compromiso, su capacidad de trabajo en equipo, su atención, su comprensión, flexibilidad, ritmo de estudio, conceptos previos o capacidad de concentración. Tal vez usted nunca la ha visto en un salón de clase o resolviendo problemas en grupo. Usted desconoce si su comprensión lectora es mayor o menor que la de sus compañeros y qué tan diferenciados y jerárquicos son los conceptos que ha aprendido de las diversas áreas.
En cuarto lugar, debe reconocer que muy seguramente usted la ve mejor en casi todos los terrenos que las demás personas. Eso es comprensible porque usted está vinculado emocionalmente. Y si ella le dice que el profe “la rajó”, también es comprensible, porque es una menor de edad, pero de usted se espera que tome distancia frente a estas afirmaciones, que entienda que es una niña en formación y que sus juicios también son sesgados, parcializados, inmaduros e interesados. Se parecen un poco a las opiniones que emiten los hinchas deportivos cuando su equipo pierde un partido. Entre ellos también es muy frecuente que digan que la culpa la tuvo el árbitro, el técnico, el terreno o el VAR. Como dicen por ahí: “errar es humano, pero echarle la culpa a otro es más humano todavía”.
Lo último que quiero decirle es que ser padre es muy complejo, porque hay que aprender a acompañar a los hijos de manera diferente en cada periodo de la vida. Quien es buen padre con niños menores no necesariamente lo es con preadolescentes o jóvenes. Unos necesitan protección, otros más límites, resonancia, escucha y diálogo. Usted como padre debe acompañarla en todas las etapas de su formación. Por el contrario, nosotros los profesores nos especializamos en un solo ciclo del desarrollo porque sabemos que realizamos una mejor mediación y evaluación allí. En cada ciclo del desarrollo cambian las actividades rectoras y la dimensión dominante. En un periodo lo esencial es explorar y jugar; en otro, conceptualizar; más tarde, dialogar y proyectar. Por eso hay que acompañar, orientar y escuchar de diferentes maneras. No es fácil. Lo sé. Tal vez su hija está en un ciclo en el que usted no la ha podido mediar de la manera más adecuada. En cualquier caso, ni la sustituya ni la deje sola. Ella siempre va a necesitar su orientación, diálogo y acompañamiento.
Es cierto, usted tiene todo el derecho a pedir explicaciones y a controvertirlas. Lo que no puede hacer es descalificar, agredir e insultar. Quien insulta lo hace porque sus argumentos son débiles. Quien agrede lo hace porque quiere imponer a la fuerza sus opiniones y quien descalifica a la persona comete un error de argumentación que se conoce como falacia ad hominem. Sus razones deben referirse a los argumentos de los profesores, no a ellos como personas.
Lo que sabemos los docentes es que a un estudiante que no es promovido de grado le duele al inicio –al fin y al cabo, se van sus amigos–, pero en el mediano plazo alcanza mejor balance y recupera autoestima y seguridad. Como dice el refrán: es mejor ser cabeza de ratón que cola de león.
En cualquier caso, puede estar seguro de que, si lo que su hija me contó es cierto, usted le ha dado un pésimo mensaje. Sin darse cuenta, le ha dicho que ante los problemas debemos salir corriendo, que en la vida solo cuentan los éxitos, que los problemas se solucionan a los gritos y que, como ella no puede resolverlos, será usted quien siempre lo haga por ella. Le aseguro que esa es una de las peores lecciones que su hija ha recibido en su corta vida.
Un abrazo,
Julián
