Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En 2022, Colombia era uno de los tres países del mundo donde las personas menos confiaban en los demás. ¿Qué impacto ha tenido esta desconfianza en el desarrollo nacional?
En abril de 2024, la organización Our World in Data que reúne investigadores de la Universidad de Oxford, publicó los resultados de la última encuesta sobre confianza entre personas e instituciones en el mundo, donde recoge el seguimiento que viene realizando sobre este tema desde 1984. Los últimos datos corresponden al año 2022 y nos ayudan a conocer los niveles de confianza en la mayoría de países durante las últimas cuatro décadas. El informe indaga por el porcentaje de personas que piensa que se puede confiar en los demás. En los países nórdicos los porcentajes son muy cercanos o superiores al 70% de la población; es decir, siete de cada diez personas de Dinamarca, Noruega o Finlandia concluyen que se puede confiar en la mayoría de personas. En China, el 63% de la población señala lo mismo. Por el contrario, tan solo el 4,5% de los colombianos respondieron que se podía confiar en la mayoría de las personas. De esta manera, tristemente nos convertimos en uno de los países con menores niveles de confianza interpersonal en el mundo.
Casi todos los colombianos sienten que, si llegaran a confiar en los demás, ellos se aprovecharían de la circunstancia para su propio beneficio. La situación es tal que un dicho popular en el país reza que el décimo primer mandamiento es “no dar papaya”, es decir, no confiar en los otros, y que el décimo segundo es “a papaya puesta, papaya partida”, es decir, recomiendan aprovecharse de quienes confíen en nosotros. Es la máxima expresión de un país que adoptó una cultura propia de las mafias. La frase “Él roba, pero hace” sin duda es un dicho que convalida los delitos y la corrupción de algunos gobernantes.
Una nación en la que las personas no confían en los demás no tiene posibilidades de desarrollo. Esa fue una idea esencial del proyecto político-pedagógico de Antanas Mockus en las dos décadas anteriores. La tesis decía que en Colombia existía un divorcio entre ley, moral y cultura y que, debido a eso, había aprobación cultural o moral de acciones ilegales y reprobación moral o cultural de algunas de las obligaciones legales de los ciudadanos. Esa tesis sigue vigente y, por eso, sigue siendo pertinente su principal derivada: necesitamos impulsar un cambio cultural en Colombia que nos garantice respeto por las leyes y mayor sanción para quienes las incumplan o incurran en actos inmorales. La corrupción, la evasión de impuestos, los sobornos, entre otros, tendrían que recibir un castigo más efectivo a nivel cultural, social, político y legal.
Eso sigue sin suceder. A mediados de 2023, por ejemplo, en Sahagún, Córdoba, recibieron como héroe al exsenador Ñoño Elías, condenado por saquear los recursos públicos, mientras en Valledupar despidieron como un ilustre ciudadano al exgobernador Lucas Gnecco, condenado por la Corte Suprema en cuatro ocasiones por constreñimiento al elector, prevaricato y peculado. ¡No solo no se sanciona a corruptos y delincuentes, sino que muchos de ellos siguen recibiendo el aval de los partidos políticos tradicionales!
Si no confiamos en los demás, no podremos cooperar entre diversos grupos humanos, sociales, políticos, cívicos o regionales para resolver los problemas, trabajar y producir en equipo. Si desconfiamos de los demás, sentiremos que en los intercambios económicos estamos siendo estafados y que los demás harán lo posible por recargarnos de trabajo. Si no confiamos en los demás, no será posible pensar en un proyecto de nación para enfrentar los graves problemas de inequidad, corrupción, pobreza e inseguridad y no podremos consolidar el desarrollo humano integral, la educación de calidad y la paz. La desconfianza limita la economía, la cultura y la sociedad. Mucho más en la era de la desinformación, el debilitamiento de la democracia y las noticias falsas. Vivimos en el segundo país más polarizado del mundo según Edelman (2023) y en un país sin tejido social, según Our World in Data (2024). La desconfianza genera polarización y frena el desarrollo. Ese es el legado de la clase política que gobernó el país pensando exclusivamente en su propio lucro y que prolongó una guerra despiadada que nos dejó, entre 1985 y 2016, según cifras de la Comisión de la Verdad, 7.752.000 desplazados y más de 121.000 desaparecidos.
En los últimos cinco años en Colombia, la Universidad del Rosario y Cifras y Conceptos han realizado un riguroso seguimiento para determinar los niveles de confianza en las instituciones. El décimo informe es de noviembre de 2024 y los resultados son complementarios a los divulgados por Our World in Data, aunque en este estudio solo se pregunta a jóvenes entre 18 y 24 años y para un periodo posterior: noviembre de 2024. Las entidades que más confianza les generan a los jóvenes colombianos son las universidades. En 2024, el 79% de los jóvenes confiaba en las universidades públicas y el 67% en las universidades privadas. Así mismo, los jóvenes desconfían mucho de los partidos políticos, los influenciadores digitales, los líderes cristianos no católicos, el Congreso de la República y los medios de comunicación.
Ojalá podamos trabajar de manera más colectiva para reconstruir el debilitado tejido social. Sin eso, ya lo dije, no es viable el desarrollo nacional. Para lograrlo es esencial comenzar por reconstruir vínculos y confianzas mutuas. Es cierto que algunos políticos roban, pero también lo es que muchos no lo hacen. Paradójicamente, a quienes más les conviene la tesis de que “todos los políticos roban” es a los políticos corruptos porque se igualan con quienes no lo son. Es cierto que algunos medios de comunicación sesgan las noticias para defender intereses de quienes los financian y que una revista como Semana, por ejemplo, abandonó el excelente periodismo que hacía para promover la candidatura presidencial de su directora, pero también lo es que muchos se esfuerzan por contrastar las noticias y por garantizar transparencia e independencia. Paradójicamente, a quienes más perjudica el dicho “todos los medios falsean la realidad” es a los medios de comunicación más independientes y que hacen mejor su trabajo al contextualizar, investigar, profundizar, verificar y buscar la verdad. Sin duda, la mayoría de los colombianos son gente honesta, trabajadora, dedicada, comprometida y resiliente. Se trata de aprender a reconocer y valorar a esa gran mayoría de colombianos. Si no lo logramos, no tendremos futuro como sociedad. A propósito, ¿usted cree que deberíamos confiar en la mayoría de los colombianos?