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El mayor riesgo para la democracia en el mundo en este momento proviene del segundo gobierno de Donald Trump en los Estados Unidos. Todo indica que estamos en la primera fase de la llegada de un régimen totalitario en la que ha sido una sociedad que protege y defiende la libertad de pensamiento, la separación de poderes y un equilibrado modelo de pesos y contrapesos democráticos. ¿Por qué está ocurriendo algo así?
Hannah Arendt escribió en 1951 uno de los textos más importantes de la teoría política moderna: Los orígenes del totalitarismo. Ella quería indagar en los motivos históricos y sociales que condujeron a la creación de los campos de concentración nazis o a los Gulag construidos por Stalin en la URSS. Según su original teoría, en la URSS desde 1930 y en Alemania desde 1938, se configuraron dos regímenes que atentaron contra la naturaleza humana.
Según su concepción, el totalitarismo es una nueva forma de dominación que usa intensamente la propaganda, la mentira y el terror para eliminar el pensamiento crítico. El fin es muy claro: anular al individuo. Se aprovecha de las libertades democráticas con el fin de acceder al poder, pero, una vez lo controla, hace lo posible por destruirlas, anula los derechos de las minorías e impone sus propias narrativas. Así mismo, una vez controla la nación, aparecen sus pretensiones imperiales. Esa expansión, en el caso de Alemania, explica el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Los nazis construyeron una de las teorías conspirativas más exitosas en la historia humana reciente al lograr convencer a los alemanes de que los judíos representaban la mayor amenaza para el desarrollo de su pueblo. Los acusaban de generar todos los males de Alemania: la pobreza, el desempleo y la derrota en la Primera Guerra Mundial. Primero los estigmatizaron, luego expropiaron sus riquezas, después los encerraron en campos de concentración y, finalmente, los asesinaron en campos de exterminio. Al respecto, Adama Dieng, asesor de Naciones Unidas afirma sabiamente: “El Holocausto no empezó con las cámaras de gas, empezó mucho antes con los discursos de odio”.
Sin duda, el paralelo con lo que está pasando en Estados Unidos es aterrador. Muchos piensan que la solidez de la democracia estadounidense impedirá que sea destruida durante el segundo gobierno de Donald Trump y, en parte, tienen razón. En EE. UU. existen pesos y contrapesos, están divididos los poderes, han cuidado la prensa libre y la justicia puede operar independientemente del poder ejecutivo. Todo eso es cierto y esencial. Aun así, todo indica que, en su primer mes de gobierno, el presidente Trump ha puesto en entredicho esa división de poderes de manera mucho más abierta que en sus primeros cuatro años en el poder. De otro lado, no hay que olvidar que lo mismo pensaron la mayoría de alemanes cuando Hitler estigmatizó a los judíos, buscó acuerdos con Stalin o invadió Polonia. Sin embargo, la historia demostró que un individuo muy fuerte, aliado con el poder económico y político, puede hacer en poco tiempo un daño inmenso a la democracia, los derechos, las libertades y la vida humana. Lo esencial para lograrlo es construir una muy buena narrativa que explique e interprete el sentir de la población en un momento histórico determinado. Como concluye Yuval Harari, la sociedad humana se ha movilizado esencialmente por las narraciones y ficciones que nos han contado y que aceptamos como verdades.
La narrativa de Trump es cercana a la de Hitler. En sus términos, los inmigrantes están destruyendo a los Estados Unidos. Ellos son –según su discurso– una verdadera amenaza para la economía y la seguridad nacional: son “violadores”, “criminales” y “ladrones” que se “comen nuestras mascotas”. Miente Trump hoy tal como ayer lo hizo Hitler. Según un estudio de la National Foundation for American Policy, los inmigrantes fundaron más del 55 % de las empresas emergentes estadounidenses valoradas hoy en mil millones de dólares o más y se estima que en total pagan mucho más en impuestos de lo que reciben en servicios públicos. Así mismo, son esenciales desde el punto de vista laboral al hacer cientos de trabajos que no harían los estadounidenses. Es por eso que podríamos estar ante la segunda teoría conspirativa más grande de la historia. Una teoría que también ha comenzado a ser utilizada por la extrema derecha en Italia, Alemania, Hungría y otros países europeos. Como demostró Arendt, desde ambas orillas se puede amenazar la democracia y desmantelar el estado de derecho y las libertades individuales. El proceso lleva décadas en Cuba, Venezuela, China o Corea, pero todo indica que, tal como brillantemente explica el senador Bernie Sanders, esta transformación ya se ha iniciado en los Estados Unidos. En sus recientes palabras ante el Congreso afirmó: “La administración Trump está llevando a este país de manera muy agresiva hacia una sociedad autoritaria donde el estado de derecho y nuestra Constitución están siendo ignorados y socavados para darle más poder a la Casa Blanca y a los multimillonarios que ahora controlan nuestro gobierno”.
Trump está doblegando al que fue llamado hasta hace poco tiempo el “cuarto poder”. Está rompiendo, por ejemplo, la histórica tradición del Washington Post en defensa de la democracia, pues el periódico reorientó sus directrices evidenciando un sometimiento al poder presidencial. En días pasados, Jeff Bezos les señaló a sus columnistas de opinión: “Les escribo para informarles de un cambio que se producirá en nuestras páginas de opinión. Vamos a escribir todos los días en apoyo y defensa de dos pilares: las libertades personales y el libre mercado”. ¡Pensar que ese mismo periódico fue el que reveló los delitos que a la postre condujeron a la renuncia de Richard Nixon y que le mostró al mundo los documentos secretos de la Casa Blanca sobre Vietnam!
Hitler concentró a los judíos en múltiples campos a lo largo de Europa, Trump está devolviendo a los inmigrantes a sus naciones esposados y humillados para fortalecer ante sus votantes la imagen de un gobernante firme que cumple su palabra. No obstante, sus acciones violan derechos humanos fundamentales. Y, seguramente, en poco tiempo comenzará la persecución de los inmigrantes en las calles. Ya lo hicieron en las fábricas, barrios y hospitales. Tal vez no imaginamos suficientemente cómo podría terminar todo esto en una sociedad que tiene 1,2 armas por habitante: podríamos empezar a escuchar historias sobre disparos contra inmigrantes a plena luz del día. Trump le está dando rienda suelta a la xenofobia y a la homofobia. Sin duda, el riesgo es pasar de los discursos de odio a los crímenes de odio.
Del mismo modo y como evidencia la completa reportería de la Revista Cambio, Trump ha demandado a ABC News y al destacado programa 60 minutos de la CBS por “difamación”. Los medios se han visto obligados a llegar a acuerdos con el presidente. Trump está desmantelando la libertad de prensa al decidir qué medios pueden dialogar con la Casa Blanca y cuáles no. Lo que busca es doblegarlos a todos. Obligó a Marc Zuckerberg a pagarle 25 millones de dólares por los efectos negativos del cierre de su cuenta en Facebook cuando promovió la insurrección contra el Congreso el día que vio que había perdido las elecciones presidenciales en 2020. Aunque incitó a una insurrección absurda, el dueño de la plataforma tuvo que ceder a sus deseos. Ese es el tipo de democracia que nos espera durante su segundo mandato.
Con Elon Musk su estrategia ha sido diferente, pero el efecto es el mismo: lo nombró en su gobierno para que despidiera trabajadores y recortara el gasto público. Entre los recortes, las dos áreas más castigadas han sido ciencia y educación. La mitad de los funcionarios del Departamento de educación, por ejemplo, han sido despedidos, porque su interés manifiesto es destruirlo. Así mismo, algunas de las mejores universidades del mundo están siendo amenazadas y chantajeadas por su gobierno. Por el contrario, según un análisis de The Washington Post, las empresas de Musk han recibido al menos 38.000 millones de dólares en apoyo gubernamental. Las ironías de la vida: Trump y Musk hicieron sus capitales exigiendo gigantescos subsidios y recortes de impuestos al Estado, y ahora que son multimillonarios quieren desmontar el Estado del cual se beneficiaron.
Cuando Arendt vivió en los Estados Unidos, el Senador Joseph McCarthy quiso llevar a cabo una cacería de brujas contra aquellos que supuestamente defendían ideas comunistas. En ese momento ella exclamó que la mayor virtud de los Estados Unidos era su defensa de las libertades individuales. Por eso concluyó que discriminar entre “los buenos y los malos norteamericanos socavaría la igualdad política de los ciudadanos… hacer América más americana solo podrá destruir América”. Sin duda, hoy diría lo mismo ante el gobierno de Donald Trump. También Hitler quería hacer grande a Alemania y quería retornar al Sacro Imperio Germánico. De allí su nombre: Tercer Reich. Esa es otra narrativa en común.
A nivel internacional, Trump está intentando echar por tierra la arquitectura institucional organizada a mediados del siglo pasado para impedir la gestación de una nueva guerra mundial. Está dispuesto a destruir la Organización Mundial de la Salud (OMS), la del Comercio (OMC), las Naciones Unidas, la OTAN, los acuerdos multilaterales para impedir el calentamiento global, las organizaciones de derechos humanos y múltiples organismos que trabajan en defensa de la inclusión y el apoyo a la paz en el mundo. Con el desmonte de USAID está buscando debilitar la institucionalidad que promueve la democracia y la inclusión en todo el mundo.
Está actuando como un emperador que se siente dueño del mundo. Por eso hace cosas tan absurdas como reclamar a Panamá que le entregue el canal, amenaza con anexar a Canadá y Groenlandia y quiere convertir a Palestina en una región para el turismo de lujo, expulsando a sus dos millones de habitantes. El caso de Ucrania es tan indigno como los anteriores. No solo hará todo lo posible para apropiarse de las minas que requiere para las industrias tecnológicas estadounidenses, sino que humilló a su valiente presidente al expulsarlo de la Casa Blanca después de acusarlo ante el mundo de estar incitando una “Tercera Guerra Mundial”. Como decía el general Marshall: “El único medio de ganar una guerra es evitarla”. Con Trump, estamos marchando hacia atrás en la historia y las probabilidades de una guerra mundial se acrecientan.
Como buen reyezuelo, Trump está decidiendo los aranceles que deberán pagarle en el mundo entero. Su política cambiaria nos retrocede hasta 1930. Hace uso de la misma estrategia que los matones: chantajear, humillar y amedrentar. Quien no obedezca, recibe la sanción. Son medidas que –como hacían los emperadores– cambian según sus caprichos. Como se puede evidenciar, mintió cuando nos dijo que quería ser dictador tan solo por un día. Al mentir y ocultar los datos, está transformando la representación mental de sus seguidores, tal como lo hizo Hitler hacia 1938.
Su pensamiento –como el de los niños– es binario. No usa matizadores. Tiene ideas y estrategias excesivamente simples para analizar los problemas. La complejidad y los matices en la interpretación de la realidad solo se encuentran en personas que leen, reflexionan, escuchan, dialogan y reelaboran sus propias ideas. Quienes ven el mundo en blanco y negro aprenden de manera lenta y permanecen con las mismas ideas a lo largo de la vida. Trump es obsesivamente autorreferencial porque aprende muy poco de los otros; representa un caso extremo de egocentrismo y falta de empatía. Además, improvisa todo el tiempo y eso es mortal para la estabilidad económica porque genera incertidumbre extrema. Tiene un pensamiento poco desarrollado y complejo.
Con Trump se están desmontando algunas de las conquistas en defensa de los derechos humanos y civiles. Por eso afirma sin pudor que solo existen dos géneros. Al negar la diversidad sexual y de género promueve la homofobia y los crímenes contra toda la comunidad homosexual y trans.
Como brillantemente concluyó la historiadora canadiense Margaret MacMillan: “La tragedia de Europa y el mundo, vista desde hoy, estuvo en que ninguno de los actores clave en 1914 fue un líder con la suficiente grandeza e imaginación, ni con el suficiente coraje como para oponerse a las presiones que empujaban hacia la guerra”. ¿Será que en 2025 nos va a suceder lo mismo? Ojalá la Justicia en Estados Unidos y la mayoría de los estados en Europa logren detener la catástrofe hacia la que podríamos estar marchando.
Julián de Zubiría Samper es director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria)
