El gobierno ha presentado dos proyectos educativos orientados a garantizar el derecho a la educación. Eso está muy bien y debemos aplaudirlo. Sin embargo, esa es solo una pequeña parte de la reforma estructural que requerimos tanto en la educación básica como en la superior.
La educación no ha sido un tema esencial durante el primer año de gobierno de Gustavo Petro. El presidente ha hablado de ella en distintos escenarios, pero casi siempre para anunciar que abrirá una nueva sede universitaria en algún municipio del país. El reto es muy grande: construir cien sedes universitarias para recibir a 500.000 nuevos estudiantes. Recién electo, el 19 de junio, publicó un trino que decía lo siguiente: “Le solicito a los alcaldes y gobernadores del país alistar lotes con títulos saneados para construir las sedes universitarias”. Este mensaje evidenciaba poca comprensión sobre el asunto, porque la creación de una universidad demanda reflexiones científicas, filosóficas, éticas, culturales, pedagógicas, sociológicas y económicas de mayor nivel. El lote donde funcionará la sede sería uno de los últimos aspectos por abordar. Antes hay que analizar con expertos de diversas áreas y con las comunidades científicas y educativas preguntas sobre el contexto, las finalidades y las enseñanzas por abordar. ¿Qué sentido tendría una universidad sin responder preguntas esenciales relacionadas con la misión, visión, naturaleza y articulación con los demás niveles del sistema educativo y con la sociedad actual?
El 31 de diciembre de 2022 el presidente publicó un nuevo trino, referido en este caso a la educación básica. Su mensaje decía: “La mala calidad de la educación pública no la ubiques en el maestro ni en el niño. Ubica su causa en la falta de financiación del Estado”. Ningún pedagogo o investigador serio podría estar de acuerdo con esta tesis porque implica desconocer el papel crucial que tienen la formación inicial y continua de docentes, el currículo, el clima institucional, el liderazgo, el trabajo en equipo, la estructura de las instituciones o la consolidación de la comunidad educativa, entre muchos otros. No es cierto que la variable determinante de la calidad sea la inversión estatal. Si así fuera, el problema de la calidad educativa sería muy fácil de solucionar aumentando las inversiones y hace tiempo estaría resuelto en países industrializados, pero no ha sido así. Estamos ante un problema más complejo y multicausado. Por eso no tienen mejor calidad los países que más invierten en educación y colegios de condiciones socioeconómicas similares alcanzan niveles de calidad muy diferentes. La simplificación que hace el presidente es equivocada porque borra por completo los factores pedagógicos e institucionales involucrados en la calidad.
El Plan Nacional de Desarrollo (PND) le dedicó cuatro páginas al complejo tema educativo y, una vez más, fue evidente la ausencia de reflexiones sobre las preguntas pedagógicas trascendentales y de un propósito claro a nivel pedagógico. Lo analicé en una columna anterior donde concluía que estaba equivocado el enfoque educativo general porque descuidaba por completo la educación inicial y la básica. Esto es equivalente –decía– a que un constructor se dedicara a embellecer los pisos altos de un edificio, descuidando por completo los cimientos.
Al instalar las sesiones del Congreso el pasado 20 de julio, el gobierno pretendía presentar su propuesta de “reforma educativa” y presionó a los rectores de las universidades públicas para que lo acompañaran. Afortunadamente el proceso dio un giro muy positivo: el gobierno aplazó la presentación del proyecto de ley y convocó una amplia discusión sobre los temas abordados. Un debate y una revisión previa seguramente mejorarán el contenido del proyecto. La segunda buena noticia es que el gobierno ha decidido fortalecer las universidades regionales, algo esencial en la construcción de una sociedad más democrática. Sin embargo, el panorama general no es tan alentador.
Lo primero que hay que decir es que el gobierno no tiene una propuesta de reforma educativa que aborde los esenciales temas pedagógicos para frenar la deserción, articular la universidad con la sociedad y favorecer la integralidad, la flexibilización, el trabajo interdisciplinario y el pensamiento global, entre otros. Como muy bien destaca Clemente Forero, coordinador de la Misión Internacional de Sabios, necesitamos una reforma integral en la educación superior. No estamos solamente ante un problema de falta de recursos. Necesitamos universidades que permitan afrontar los retos futuros y que se articulen con los demás niveles del sistema educativo y con el sistema de ciencia y tecnología. Nada de eso está contemplado en la propuesta del gobierno Petro.
El gobierno está pensando en invertir más recursos en las universidades oficiales, lo cual es muy necesario porque están ahogadas financieramente y tienen más estudiantes e infraestructuras muy debilitadas. Sin duda, esa inversión consolida el derecho a la educación en Colombia. Eso debemos aplaudirlo, una y otra vez, pero no es lo mismo que una reforma a la educación superior.
Lo segundo es que el gobierno tampoco está pensando en la necesaria reforma de la educación básica que les debemos a las nuevas generaciones y al desarrollo nacional. Sigue abandonando la transformación pedagógica. No se ha reflexionado, discutido o analizado nada de esto con la comunidad. Incluso hay un serio retroceso en educación inicial, pues se excluyen los años más importantes para la formación: desde que nace el bebé hasta los tres años. Cualquier sociedad democrática entiende que es más importante el derecho a la educación de los niños menores, pero equivocadamente en Colombia seguimos enfatizando la educación superior sin garantizarles escuelas de calidad a los niños menores de seis años. La educación inicial de calidad –debemos reiterarlo hasta que la garanticemos– es una de las inversiones más justas e importantes que conozca el ser humano.
Me temo que fue muy optimista nuestra columnista Cristina de la Torre cuando dijo que “tal vez nadie quiera malograr esta oportunidad única de marchar hacia la educación soñada”. Es cierto, pero también lo es que estamos muy lejos de iniciar un recorrido en esa dirección. Ella no cita textualmente los proyectos del gobierno, sino el informe de la primera Misión de Sabios, bellamente llamado “Colombia: al filo de la oportunidad”. Si el gobierno acogiera ese extraordinario documento, estaríamos en la senda correcta, pero me temo que no es así. Los proyectos presentados al Congreso y el acuerdo entre el MEN y FECODE se refieren casi exclusivamente a las reivindicaciones gremiales de los docentes y a la infraestructura escolar, mientras apenas abordan en notas a pie de página las preguntas pedagógicas esenciales.
Confiamos en que el gobierno incorpore los Informes de las dos Comisiones de Sabios que han estado guardados en el “cuarto de San Alejo”. La primera desde 1994 y la segunda desde 2019. Confiamos en que el gobierno incorpore en su proyecto de reforma educativa el Tercer Plan Decenal de Educación, que ya debería estar en ejecución, pero que irresponsablemente la administración anterior escondió bajo llave. En estos tres documentos están las claves de la “educación soñada”.
Bienvenido el debate, pero empecémoslo por donde debería haber iniciado: ¿Cuáles son hoy los fines, propósitos y contenidos esenciales para la educación básica y cuáles para la superior? ¿Qué tipo de ciudadano queremos formar y para qué tipo de sociedad? Los lotes nunca han sido el núcleo de la reflexión pedagógica. Confío en que la ministra Aurora Vergara y el viceministro Óscar Sánchez sepan convocar a la sociedad civil, los investigadores, los rectores, las facultades de educación y los diversos miembros de las comunidades científicas y educativas para, de manera conjunta, repensar la educación que necesitamos hoy en Colombia. Ellos tienen las condiciones para liderar este proceso. No menciono a la viceministra de educación superior porque ella renunció el día que el gobierno presentó los proyectos de reforma educativa ante el país.
* Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria).