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La transformación educativa en Bogotá

Julián de Zubiría Samper

18 de septiembre de 2023 - 09:05 p. m.
"Este es el contexto en el que Edna Bonilla asumió la Secretaría de Educación del Distrito (SED) en la alcaldía de Claudia López en Bogotá. Cuatro políticas se pueden resaltar de la administración que está próxima a terminar, que, pese a la pandemia, abordó algunas de las variables claves de la calidad que las administraciones anteriores habían dejado a un lado" - Julián de Zubiría Samper.
Foto: Secretaría de Educación

Durante los últimos quince años, Bogotá ha tenido problemas similares en educación que el resto del país: muy baja calidad y alta desigualdad. La transformación curricular y pedagógica en la educación oficial, iniciada por Abel Rodríguez en 2004, fue parcialmente suspendida durante las administraciones siguientes. Afortunadamente, la administración de Claudia López retomó la senda. Falta mucho, pero volvimos a encaminarnos hacia la transformación educativa.

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Pese al incremento significativo de la inversión, durante los último quince años Bogotá ha tenido problemas similares en educación que el resto del país: muy baja calidad y alta desigualdad. Las brechas son superiores a las nacionales y han venido creciendo a un mayor ritmo. En comprensión lectora, por ejemplo, según PISA, la diferencia a favor de los estudiantes de los colegios privados, que era de 47 puntos en 2009, pasó a ser de 84 en 2018. Durante esta década, no hubo avance en la comprensión lectora de los estudiantes de colegios oficiales en la capital. Para 2018, los jóvenes de grado noveno del sistema oficial estaban más de dos años atrás en la consolidación de sus competencias comunicativas que los jóvenes del sector privado. Y hay que reconocerlo: en los colegios privados, los estudiantes están muy atrás en comprensión lectora.

El Informe del Banco Mundial de diciembre de 2019 es contundente: la administración de Enrique Peñalosa se raja en calidad educativa. Según dicho informe, las estrategias de Bogotá no impactaron la calidad porque estaban desarticuladas, no lograron vincular adecuadamente a la comunidad y no se enfocaron en las competencias esenciales del siglo XXI. El Banco destaca el programa “Leer es volar” como el único con “efectos significativos” en primaria, en tanto que los demás tenían efectos “nulos” sobre la calidad.

Este es el contexto en el que Edna Bonilla asumió la Secretaría de Educación del Distrito (SED) en la alcaldía de Claudia López en Bogotá. Cuatro políticas se pueden resaltar de la administración que está próxima a terminar, que, pese a la pandemia, abordó algunas de las variables claves de la calidad que las administraciones anteriores habían dejado a un lado.

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Primera. Derecho a la educación durante la pandemia

En una columna anterior resaltaba que el gobierno de Iván Duque entregó una educación con menor calidad y mayores brechas que la que recibió. Allí decía:

“Sin sonrojarse, en la inauguración del Congreso el 20 de julio de 2021, el presidente Duque afirmó: “Ya tenemos 14.700 instituciones educativas oficiales que se han transformado para ser centros digitales”. El presidente sabía que la información que entregaba al país era falsa, porque el día anterior había firmado la caducidad del contrato con Centros Poblados. Ese día tan solo el 4,7 % de las instituciones educativas rurales priorizadas tenían conectividad”.

Afortunadamente, en Bogotá no sucedió lo mismo. La administración de Claudia López entregó 134.000 tabletas o computadores con conectividad a los jóvenes de bachillerato. Así mismo, dotó con 29.000 nuevos computadores a los colegios oficiales. Allí iniciaron las diferencias con el gobierno nacional. También se diferenció en que logró garantizar para todos los niños el Programa de Alimentación Escolar (PAE) y en la forma como convocó a rectores y maestros para responder de manera colectiva a la excepcional condición creada por la pandemia. Estas medidas le permitieron a Bogotá alcanzar la menor tasa de deserción escolar en los últimos treinta años. Mientras eso pasaba en la capital, en el resto del país las tasas de repitencia se triplicaban frente a 2018 y las de deserción se duplicaban en secundaria en comparación a las alcanzadas en 2020. La diferencia con la nación, donde todavía no aparecen los dineros que les robaron a los niños de las escuelas rurales, fue notable.

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Segunda. Derecho a continuar los estudios al culminar el bachillerato

Los sondeos que he hecho con jóvenes que culminan el bachillerato en colegios oficiales me permiten concluir que 8 de cada 10 aspiran a continuar sus estudios superiores. Sin embargo, cuando se miran las cifras años después se concluye que, en Bogotá, solo 5 de cada 10 egresados acceden a la educación superior. De ellos, la mayoría provienen de los colegios privados. La conclusión es muy clara: faltan oportunidades. El programa “Jóvenes a la U” busca garantizar la continuación de los estudios técnicos y profesionales de los bachilleres de Bogotá y, aunque el Plan de Desarrollo estableció una meta de 20.000 estudiantes, gracias a los acuerdos con las instituciones públicas y privadas de educación superior, logró la continuidad de estudios para 36.000 bachilleres. La meta se superó en un 80 %.

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Las diferencias son claras con el programa “Ser Pilo Paga” implementado durante la segunda administración de Juan Manuel Santos. En “Jóvenes a la U” las entidades privadas cofinancian el programa, no generan un extenso, complejo y muy costoso traslado de los beneficiarios a los principales centros urbanos del país y los jóvenes eligen estudios técnicos, tecnológicos y universitarios entre 51 instituciones de la ciudad. Los frutos los verán los jóvenes, sus familias y la ciudad.

Tres datos hablan muy bien del programa:

  1. 8 de cada 10 beneficiarios son la primera generación de sus familias en acceder a educación superior.
  2. 1 de cada 3 beneficiarios está cursando programas técnicos y tecnológicos.
  3. 8 de cada 10 beneficiarios son graduados de colegios oficiales de la ciudad.

Tercera. Infraestructura de calidad

Bogotá cuenta hoy con 406 colegios oficiales. De ellos, 35 se construyeron en los últimos cuatro años y 35 se dejan en diseño o en obra. La calidad de estas instalaciones es significativamente superior a la de la gran mayoría de los colegios privados de la ciudad. Uno de ellos lleva el nombre de una de las personas que más contribuyó a garantizar el derecho de niños y jóvenes a una educación de calidad: Abel Rodríguez Céspedes. Edna Bonilla no solo aprendió a su lado, sino que retomó la senda de la transformación pedagógica iniciada por Abel años atrás.

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Una parte de la población sigue teniendo la imagen de los colegios públicos como escuelitas muy modestas y sin servicios esenciales. Eso sigue siendo cierto en buena parte del país. Sin embargo, hay que resaltar que los nuevos colegios en Bogotá cumplen los más altos estándares de construcción y cuentan con comedores, tecnología, amplias zonas verdes y paneles solares.

Cuarta. Trabajo para cualificar la convivencia escolar

Con frecuencia, la UNESCO monitorea los avances en la calidad de la educación en los países de América Latina. Su principal conclusión es muy impactante: la calidad de la educación de las instituciones depende, en primer lugar, del clima institucional y de aula y, en segundo, del liderazgo pedagógico. El clima es más importante que todas las demás variables sumadas. De allí la necesidad de monitorearlo y de formar a los profesores y al resto de la comunidad para que lo cuiden. Si bien la situación emocional sigue siendo muy grave para los adolescentes, en este crucial tema Bogotá presenta algunos avances. La capital inició un trabajo de formación de docentes en desarrollo de competencias socioemocionales, implementó experiencias innovadoras de justicia restaurativa, puso a prueba currículos en comprensiones humanas y vinculó 200 nuevos orientadores.

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Destaco también el muy positivo papel que están cumpliendo las jornadas pedagógicas mensuales, creadas por la actual administración de la SED y el relanzamiento parcial del programa de ciclos del desarrollo. Sin embargo, sigue faltando un mayor compromiso con la transformación pedagógica por parte de algunos colegios y docentes y la SED se equivoca al confiar en el aporte de las maestrías a la calidad, algo que no está respaldado en ningún estudio. Mientras no concentremos la formación en procesos grupales in situ, que acompañen la solución a los problemas contextualizados de las comunidades, es poco lo que avanzaremos.

También hay que reconocer que falta un trabajo más coordinado, menos fragmentado, desde la SED y que no hemos logrado transformar completamente los currículos tradicionales vigentes. Así mismo, tenemos el reto de convertir la docencia en una profesión colectiva, porque ya sabemos que la ruta del trabajo individual y fraccionado no tiene impacto en el desarrollo integral de los estudiantes. El trabajo en equipo es una de las llaves maestras de la calidad.

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Siguen faltando muchas cosas por hacer, pero sin duda hemos dado un importante paso en la dirección correcta.

* Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria)

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