¿Las redes sociales causan depresión en los jóvenes?

Julián de Zubiría Samper
28 de febrero de 2023 - 02:03 a. m.

Pese a las enormes ventajas y posibilidades que crean las redes sociales, padres y educadores debemos tener muy presentes los serios riesgos que representan para los jóvenes en términos socioemocionales.

La semana pasada, la revista Nature publicó un estudio que revela una posible y estrecha relación entre el tiempo que permanece un joven frente a las pantallas y la depresión severa que incluye hospitalización. La investigación concluye que la correlación es positiva para los preadolescentes, siendo más alta en las mujeres de 11 a 13 años y en los hombres entre 14 y 15 años. El resultado proviene del análisis de datos longitudinales del Reino Unido recopilados entre 2010 y 2018.

Su conclusión está en la misma ruta de la demanda instaurada por los colegios de Seattle, en Estados Unidos, contra TikTok y Facebook, a quienes acusan de causar adicciones y afectar la salud mental de los más jóvenes. En el documental “El dilema de las redes sociales” (Orlowski, 2015), exfuncionarios de diversas plataformas explican la multiplicidad de trampas y triquiñuelas a las que recurrieron para volver a las personas adictas a las redes. La psiquiatra española Marian Rojas Estapé se ha referido a este tema y ha explicado que quienes diseñaron las pantallas estudiaron los efectos del cortisol y de la dopamina para promover la adicción de los usuarios.

Las redes son uno de los inventos más trascendentales en la historia humana, pues nos permiten acceso casi ilimitado y libre a música, ciencia, tecnología, arte y entretenimiento. Su uso educativo, laboral, comunicativo y recreativo tiene cientos de posibilidades y beneficios. Pensar en prohibirlas en las aulas sería una de las ideas más absurdas. Se parecería a lo que hicieron en su época quienes decidieron prohibir o quemar los libros, algo que solo estuvo en la mente de inquisidores con profundo miedo a las ideas novedosas que desafiaban el statu quo de los poderosos. Sin embargo, debemos ser muy conscientes de los riesgos de las redes y de sus efectos potenciales a nivel socioemocional.

Las adicciones nos vuelven consumidores compulsivos y menos felices. La adicción es el primero de los riesgos. ¿Cuáles son los demás?

Segundo. Las redes transforman las maneras en las que socializamos. Al utilizar pantallas, interactuamos, nos comunicamos y conformamos grupos de manera diferente. También percibimos distinto la realidad. Un principio esencial y novedoso de las redes es que cada uno decide a quién seguir y quién puede seguirlo. Esto necesariamente conduce a la conformación de grupos cerrados. Pero lo que es especialmente nuevo es que estas fracturas sociales se presentan desde edades menores y de manera muy marcada. En la práctica, actúan como mecanismo de reforzamiento del yo. Los jóvenes crecen sobrevalorando sus opiniones personales y odiando las contrarias. Al fin y al cabo, en las redes los mensajes de odio, ira y exclusión se distribuyen de manera exponencial.

Así mismo, las habilidades sociales que se formaban con los hermanos, vecinos y grupos de compañeros ahora se forman de manera híbrida. Los jóvenes actuales son menos hábiles socialmente porque tienen menos interacciones cotidianas y menos hermanos, familia extensa y vecinos que los orienten. Como señala Bauman: “en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales”.

Tercero. Las redes debilitan el nosotros y refuerzan el yo. De esta manera, tendemos a creer que nuestras creencias son las únicas que reflejan la realidad, porque solo interactuamos con quienes las confirman. Se confunde la realidad con la interpretación de ella y se debilitan las conversaciones. Utilizando el término de Piaget, podríamos decir que son espacios para llevar a cabo “monólogos colectivos”. Lo que sucede es que Piaget se refería a niños entre 3 y 4 años, en tanto que en las redes eso mismo sucede entre personas de cualquier edad. Se refuerza el egocentrismo. Al respecto, Bauman decía que “el único sonido que se oye en una red es el eco de nuestra voz”.

Cuarto. Todos los jóvenes viven pendientes de lo que piensen sus amigos de ellos. El problema con las redes es que ahora lo pueden verificar de manera instantánea y casi objetiva. Pueden saber si los demás creen que son personas bellas, altas, gordas, simpáticas o si están bien vestidas o acompañadas. Sin duda, está creciendo una generación de jóvenes hipersensibles a los comentarios de los demás. Suben la foto y compulsivamente van revisando quién le dio un corazón y quién hizo un mal comentario. Uno por uno. El problema es que vivirán con mayor ansiedad y menor compañía. Eso aumenta el riesgo de tristeza.

Quinto. Desaparece la privacidad. Todos los visitantes de nuestras cuentas virtuales saben si tenemos novia, novio, esposo o esposa, en dónde vivimos, si estamos de viaje y cuáles son nuestras ideas políticas, sociales y religiosas. Al unirnos a una red permitimos el acceso a datos como nuestros números de cuentas bancarias y los bienes, cantidades y frecuencia con que los consumimos. Por eso son, aparentemente, “gratuitas”. En realidad, accedemos a la información a cambio de entregar la nuestra. Una foto íntima enviada al novio o la novia puede acabar en manos de cualquier compañero de la escuela y provocar crisis emocionales de consecuencias impensables. Al fin y al cabo, lo privado también se volvió una mercancía. Gracias a esto pueden construir algoritmos con nuestra información para venderla a terceros que están interesados en nuestros consumos e ideas. Como dice el pensador Yuval Noah Harari: “Si un algoritmo te monitoriza todo el tiempo, te conoce mejor que tú”. ¿Son conscientes de eso los jóvenes?

Sexto. La enfermedad más general de nuestro tiempo es la soledad. Es la consecuencia de vivir tiempos centrados en los individuos y no en los colectivos. Las personas tienen menos familiares, vecinos, compañeros y amigos. Muchos viven solos, distantes de sus padres y sin hijos. La película “La teoría sueca del amor” (Gandini, 2015) analiza una sociedad en la que, ante la ausencia de familiares y amigos, el Estado interviene para compensar la soledad de los mayores. Pero ahora conocemos la soledad en los jóvenes que se encierran en sus cuartos a ver diversas pantallas. Muchos tienen mascotas en lugar de hijos. Tal vez por eso hablan con sus perros y gatos. Las redes simulan que estamos con otros. Sin embargo, como destaca Byung-Chul Han, en línea con lo que pensaba Platón, vemos tan solo las sombras en la caverna. Esa simulación nos lleva al riesgo emocional cuando nos damos cuenta de que los “amigos virtuales” no nos llaman cuando estamos tristes, no nos invitan a sus rituales y fiestas y no nos apoyan cuando lo necesitamos. En realidad, no son amigos, sino avatares de ellos.

Las crisis emocionales se presentan cuando faltan ganas de vivir y eso puede pasar cuando atravesamos momentos de profunda soledad y tristeza en los que tenemos pocas expectativas, lo que genera apatía y falta de proyectos y metas. En las plataformas carecemos de amigos y redes de apoyo. Hay ausencia de realidad, de vínculos y de proyectos; la meta obsesiva es subir fotos, textos y videos que se vuelvan virales. Perdimos la privacidad, las habilidades sociales y nos estamos volviendo hipersensibles a los comentarios de los demás.

Padres, maestros, orientadores, medios y Estado tendremos que redoblar nuestros esfuerzos para garantizar un mayor cuidado de la salud mental de los jóvenes. Según el Laboratorio de Economía de la Educación de la Javeriana (LEE), en Colombia, dos de cada tres colegios no tienen las condiciones para hacerlo. Esto lo agrava el hecho de que a estas nuevas generaciones les falta la compañía de sus hermanos, vecinos y primos, mientras les sobra tiempo en pantallas. Se estima que pasan dos meses al año conectados a las cavernas digitales. Necesitamos mediar el acercamiento de los adolescentes a las redes. Sus progenitores creen que vivimos en un mundo cada vez más peligroso, cuando en realidad lo que sucede es que son ellos quienes viven cada vez con más miedo y angustia por las imágenes que ven a diario en las redes y los medios. Lo peor es que un padre ansioso y sobreprotector forma hijos inseguros e inmaduros, es decir, hijos que tendrán mayor riesgo de sufrir crisis socioemocionales en el futuro.

* Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria).

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Juan(wgakq)01 de marzo de 2023 - 10:24 a. m.
Me encantó el articulo, quisiera seguirlo pero no me sale la opción. Una buena lecturs de los efectos de las redes sociales.
Juan(wgakq)01 de marzo de 2023 - 10:24 a. m.
Me encantó el articulo, quisiera seguirlo pero no me sale la opción. Una buena lecturs de los efectos de las redes sociales.
Juan(wgakq)01 de marzo de 2023 - 10:24 a. m.
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