La educación no ha sido un tema de debate en la actual campaña electoral. Otros aspectos han acaparado las discusiones. Es relativamente comprensible si se tiene en cuenta el crecimiento de la pobreza, el notable incremento de la violencia y el riesgo que para algunos significa vivir en Colombia, particularmente para quienes cuidan el medio ambiente, velan por los derechos humanos o son firmantes de la paz. Aun así, comparto la tesis del líder estudiantil de la Universidad Nacional quien con tristeza le dijo a Federico Gutiérrez en televisión: “Los jóvenes actuales somos la generación más desesperanzada de la historia del país”. No hay duda, les estamos robando sus sueños y su futuro, mucho más si las campañas presidenciales siguen subvalorando un tema crucial para el desarrollo humano: la calidad educativa.
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No es fácil rastrear las ideas pedagógicas de las campañas. Los programas están repletos de frases de cajón que poco reflejan lo que hará el candidato en caso de llegar a la presidencia. Aun así, en algunas entrevistas y debates emergen sus visiones para interpretar los problemas y es posible inferir las estrategias que usarían para enfrentarlos. No hay que olvidar que la mitad de la solución de un problema consiste en diagnosticarlo bien.
Hay que tener en cuenta dos premisas para realizar el análisis. La primera: solo reflexionaremos sobre las ideas de Federico Gutiérrez, Gustavo Petro y Sergio Fajardo. La segunda: solo nos referiremos al tema de la calidad educativa y la transformación pedagógica, dejando de lado múltiples aspectos más que conciernen a la labor educativa.
Federico Gutiérrez no entiende el tema de la calidad de la educación. No asocia el problema al currículo, a la naturaleza de la formación de maestros, al trabajo en equipo, a la estructura de las instituciones, a la construcción de comunidades educativas, a la articulación del sistema o a los modelos pedagógicos adoptados. Usa un lenguaje proveniente del sector empresarial y por eso habla de “administrar la educación”. En contravía de la Ley General de Educación, afirma que “estandarizará los programas”, sin comprender que en Colombia existe autonomía institucional para construir el Proyecto Educativo Institucional (PEI), el sistema de evaluación y el currículo. Así mismo, comete el error de quienes no han estudiado el tema, al suponer que la calidad educativa depende esencialmente de la inversión. Cuando piensa en la transformación pedagógica, solo habla de ofrecer becas para que los docentes realicen maestrías y doctorados. En la última década eso es lo que hemos hecho en Colombia, sin generar ningún impacto en la calidad.
Sus dos ideas más pertinentes se refieren a la promesa de pasar de 49 a 70 billones de inversión en el sector y de fortalecer la conectividad. Aun así, es importante tener presente que nunca se ha referido a los tres Planes Decenales de educación ni a las recomendaciones de las Misiones de Sabios. Muy seguramente, porque es muy poco consciente de la necesidad de una política de fortalecimiento de la ciencia en el país y de la relación entre ciencia, educación y desarrollo.
Tampoco comprende que está pendiente la reforma de los artículos 86 y 87 de la Ley 30 de 1994 para poder resolver el problema de la financiación de la educación superior. Ronald Vargas, líder estudiantil de la Universidad Nacional, se lo explicó de manera muy sencilla en el diálogo con los jóvenes realizado en televisión. El candidato tuvo que guardar silencio pues seguramente no lo sabía. No hay duda, él está pensando programas para subsidiar la demanda en universidades privadas y seguir debilitando las universidades públicas.
El país ya ha usado las estrategias y políticas educativas que el candidato propone y no ha mejorado la calidad de su educación básica en los últimos veinte años. No hay que olvidar que en torno a Federico Gutiérrez se ha articulado toda la vieja clase política que ha gobernado este país durante el presente siglo. Como destaca la Revista Cambio: “Una investigación de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares) identificó más de 30 clanes políticos que están moviendo los engranajes de la maquinaria electoral de Federico Gutiérrez”. Muy seguramente, en caso de quedar elegido, continuaría las políticas del actual gobierno y la calidad educativa seguiría deteriorándose.
Salomón Kalmanovitz dice que Federico sería un “peligro” para la economía del país. Su argumento principal es que no conoce, no tiene la formación, no interpreta de manera profunda los problemas y no entiende las políticas públicas. Esa crítica también es válida en lo que tiene que ver con los dos problemas nucleares de nuestra educación: calidad y equidad. Por otra parte, la periodista Claudia Morales concluye que desconoce por completo los temas de la cultura y los libros. La pregunta es si son tan débiles sus propuestas en economía, educación, paz y cultura, ¿en dónde están sus fortalezas?
Gustavo Petro tampoco enfatiza el tema de la calidad de la educación. Empresarios por la educación estima que el 66% de sus propuestas educativas se refieren al “acceso y la permanencia en el sistema” y que solo el 10% de ellas abordan la calidad. Concuerdo con ese juicio. Si se observa con cuidado, Petro siempre se está refiriendo al derecho a la educación. Insiste en garantizar educación superior para los jóvenes y en la necesidad de construir universidades regionales. El país está en mora de fortalecer las regiones creando universidades en los nuevos focos del desarrollo. En este aspecto acierta el candidato, en tanto el centralismo ha generado efectos perversos al desarrollo regional.
Aun así, las pocas propuestas que presenta sobre calidad de la educación son bastante incipientes. Insistió mucho en crear una clase de programación para los estudiantes de décimo y once. Esa es la equivocada ruta que ha tomado Colombia a nivel curricular y que ha conducido al verdadero caos que tenemos en los planes de estudio con más de 15 asignaturas por grado. Curiosamente la propuesta de Petro es idéntica a la que formuló hace un tiempo Álvaro Uribe. Lo que hay que hacer es exactamente lo contrario: articular todas las asignaturas en torno a tres competencias transversales que nos ayuden a desarrollar el pensamiento, consolidar la lectura crítica y la convivencia democrática en medio de la diversidad.
Cuando Petro fue alcalde de Bogotá se detuvo la transformación pedagógica que venía impulsando el exsecretario de educación Abel Rodríguez en la capital. No continuaron los equipos de calidad, la transformación curricular por campos del pensamiento o la reorganización curricular por ciclos del desarrollo. Bogotá avanzó en el derecho a la educación y en la ampliación de la jornada, pero las brechas por género, estrato y tipo de colegio, siguieron creciendo. En educación inicial propuso construir 1.000 jardines y, según el PNUD, solo logró 24. Por oposición a la formación in situ y a la consolidación de las comunidades educativas que impulsó Abel, Petro retornó a la equivocada política de centrar la formación en maestrías y doctorados y abandonó la consolidación de la comunidad educativa.
Sin duda, Sergio Fajardo es el candidato que mejor comprende el problema de la baja y desigual calidad de la educación en el país. Empresarios por la educación estima que una de cada cuatro de sus propuestas educativas se refiere al tema. Es el único que ha estudiado las diversas estrategias que propuso el Plan Decenal para mejorar la calidad de la educación en el periodo 2017 a 2026. Se refirió en detalle a ellas cuando fue candidato en 2018. Ha insistido en el reconocimiento social del maestro, algo esencial en Colombia. Sobre todo, después de un periodo de dos décadas en que los gobernantes se han dedicado a descalificar su tarea y deteriorar su autoestima. Fajardo entiende que la verdadera transformación se vive en los colegios y por eso busca consolidar las comunidades educativas y el liderazgo pedagógico. Habla de pactos nacionales y regionales por la educación, y del nexo entre la escuela y la comunidad. También se refiere con claridad a la reestructuración curricular a partir de los programas STEM y, cuando analiza la formación de los docentes, incluye una estrategia central: las redes de maestros.
Entiende la nueva realidad que ha puesto de manifiesto la pandemia. Por esta razón, su propuesta de un millón de estudiantes virtuales universitarios es pertinente y realista. En la básica tiene toda la razón al pensar en brigadas de búsqueda de los estudiantes que han desertado, fortalecer el diagnóstico integral y priorizar los temas socioemocionales durante estos años.
Se ha comprometido con implementar las propuestas de la Misión de Sabios en 1995, incumplidas por todos los gobiernos posteriores. Tiene un especial compromiso con las ideas de destinar el 1% del presupuesto a ciencia e investigación, tanto como garantizar los tres años de educación inicial establecidos en la Ley General de 1994.
La educación de calidad, la construcción de esperanza y el trabajo en equipo son las fuerzas que promueven una verdadera transformación social. Todavía es posible elegir un presidente que garantice la necesaria transformación sin seguir fracturando la sociedad, sin promover el odio o el miedo y sin caer en un manejo irresponsable de la economía o de la paz. Al fin y al cabo, actualmente la mitad de los jóvenes no se siente representado por los candidatos presidenciales.
Sin calidad de la educación se deteriora el tejido social, la creatividad, la productividad, la lectura crítica y la democracia. También se debilita la confianza, el trabajo en equipo, la convivencia, la creación de ciencia y el desarrollo humano. Eso es lo que hicieron quienes nos han gobernado durante las últimas dos décadas, pero todos, este 29 de mayo, podemos contribuir para que se empiece a construir una nueva historia.
* Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria).