Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Tras la batalla de Krina se levantó el último obstáculo existente para la unión de los territorios y el surgimiento del imperio.
Con la derrota final del rey de Sosso, la corte Mande y su victorioso rey viajaron a la llanura de Kangaba. Allí, en 1236, ante los representantes de los clanes y las castas, las fuerzas vivas de la nación, Sundiata Keita dictó las disposiciones de la Carta Mande o Kurukan Fuga, la Constitución del Imperio de Mali, una de las primeras constituciones del mundo y quizás la más vanguardista de su tiempo.
El genio del fundador del gran Imperio de Mali no concluyó allí. La Constitución fue dictada pensando en un territorio increíblemente vasto y culturalmente diverso que se extendía desde las costas del Atlántico, al sur del Sahara, hasta el lago Chad en el corazón de África; y desde el límite sur del desierto hasta los bosques tropicales de África ecuatorial; más de doscientas lenguas se hablaban allí y un sinnúmero de creencias se practican en un territorio tan vasto como los Estados Unidos de hoy.
El reto era grande: ¿cómo gobernar a gentes tan disimiles? ¿Cómo crear un marco normativo para tiempos de paz y estabilidad entre tanta heterogeneidad? Había dos opciones: una constitución centralista y homogenizante o una carta pluricultural que reconociera y celebrara la diversidad sin perder de vista la dificultad que supone poner de acuerdo cosmovisiones distintas, y anticipar y conjurar conflictos en medio de tanta diferencia.
Sundiata Keita se decantó por la opción más difícil: el reconocimiento de la diversidad. Para ello consagró, en el artículo 7 del Kurukan Fuga, el principio fundamental del sanankunya, que no es otra cosa que la burla institucionalizada. Sanankunya se refiere a una característica social presente hasta nuestros días, siete siglos después de ser proclamada, entre muchas sociedades de África Occidental, y es a menudo descrita como una relación matizada por la broma.
Además de las relaciones de sanankuya preestablecidas entre ciertos clanes étnicos o castas profesionales, una relación de sanankuya también puede establecerse entre dos personas que se acaban de conocer como una forma de romper el hielo. Aquellos en una relación de sanankuya pueden tratarse mutuamente como primos o parientes cercanos, aunque no lo sean, y entre ellos intercambiar chistes familiares o insultos humorísticos.
Esta costumbre compleja y de larga duración en las sociedades de África occidental se cree que sobrevive en la cultura afroamericana en prácticas culturales como the dozens, o en los intercambios de insultos cordiales en el Caribe (en la Costa Atlántica colombiana el vocablo “primo” generalmente abre intercambios ricos, variopintos y espontáneos donde la burla y el chascarrillo de ida y vuelta tienen el propósito ulterior de prevenir futuros choques y desavenencias). La costumbre de que los parientes no consanguíneos se otorguen mutuamente el estatus de familiares (como “tíos”, “primos”, etc.) puede derivarse de esta práctica.
Sí, nuestra inveterada “mamadera de gallo” puede tener sus raíces más profundas en los pueblos de África occidental donde, desde hace más de siete siglos, se considera un elemento esencial de la sociedad, incluso un deber cívico en el Kurukan Fuga, la constitución del Imperio de Malí que sigue en buena medida vigente hasta nuestros días, siendo parte incluso de nuestra esencia misma.