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Atalaya

Aprender de África IX: el trono Ashanti

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Julián López de Mesa Samudio
05 de diciembre de 2024 - 05:05 a. m.
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En el corazón de Ghana, entre los frondosos bosques tropicales que tapizan montañas majestuosas, se levanta el legendario Reino de Ashanti. Este reino ancestral, fundado oficialmente en 1670, ha sobrevivido a los embates del tiempo, resguardando sus símbolos sagrados, su independencia y su identidad.

En el centro de su legado se encuentra el asantehene, el rey Ashanti, y, sobre todo, el símbolo de unidad y espiritualidad de su pueblo: el trono dorado conocido como Sikadwa Kofi. El Sikadwa Kofi no es un trono cualquiera; es la encarnación del alma del Reino Ashanti, un objeto sagrado de profundo significado. Según la leyenda, este trono dorado “nació en viernes” y fue un regalo de los dioses, enviado desde los cielos por el mítico líder espiritual Okomfo Anokye. Su llegada representó la unidad y la cohesión de los pueblos protoashanti que, hasta entonces, estaban divididos en pequeños feudos. Gracias a este símbolo, el primer asantehene, Osei Tutu I, pudo unificar a los ashanti bajo un solo reino, estableciendo a Kumasi como la capital de este próspero territorio.

Este trono, de 46 cm de altura, 61 cm de ancho y 30 cm de profundidad, está construido con oro puro, un recurso que ha sido fuente de riqueza y poder para los ashanti. Pero su valor no reside en el material, sino en lo que representa. El Sikadwa Kofi es el símbolo de la continuidad de la nación ashanti; contiene en sí mismo el espíritu de todo el reino y la garantía de que su identidad y cultura perdurarán en el tiempo. Solo el asantehene puede acercarse al trono y, por tradición, nunca debe tocar el suelo. Esto lo convierte en un símbolo de respeto y reverencia, y su protección es un deber sagrado para el pueblo ashanti.

La importancia del trono dorado es tal que, a principios del siglo XX, desató un conflicto conocido como la Guerra del Taburete Dorado. En 1900, el gobernador británico de la Costa de Oro, sir Frederick Hodgson, exigió sentarse en el trono, ignorando el significado sagrado de este símbolo para los ashanti. Su petición desencadenó una rebelión feroz. Los ashanti se alzaron en armas para defender el honor de su reino y, aunque el territorio fue finalmente anexado al Imperio Británico, lograron preservar la sacralidad del trono. Este conflicto reafirmó el profundo valor cultural y espiritual del Sikadwa Kofi y consolidó aún más la identidad ashanti frente a la opresión extranjera.

Otumfuo Osei Tutu II, el actual asantehene, continúa defendiendo esta rica herencia. Desde su entronización en 1999, ha buscado adaptarse a los desafíos modernos sin olvidar las raíces y tradiciones del reino. Entre sus iniciativas más importantes está la protección del lago Bosomtwe, un esfuerzo ecológico en el que se ha propuesto plantar 2,5 millones de árboles, preservando el entorno y combatiendo el cambio climático.

Además, el asantehene ha emprendido una cruzada en la arena internacional para la restitución de tesoros culturales y símbolos materiales saqueados por los británicos durante las Guerras Anglo-Ashanti. Entre estos tesoros se encuentran objetos sagrados y piezas de arte tomadas durante los conflictos coloniales, muchas de las cuales aún se encuentran en museos europeos. Su presencia en eventos internacionales, como la reciente coronación del rey Carlos III en Inglaterra, no sólo ha fortalecido los lazos diplomáticos, sino que ha servido para visibilizar la importancia de estas demandas de restitución.

En un mundo cada vez más globalizado, el trono dorado del Reino Ashanti es un símbolo de resistencia, unidad y orgullo africano. Su brillo no solo representa el pasado glorioso de este pueblo, sino su promesa de futuro. El Sikadwa Kofi y el asantehene encarnan la fortaleza de una nación que, a pesar de los desafíos, se niega a perder su esencia y continúa defendiendo su historia con dignidad y respeto.

@Los_Atalayas

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