Publicidad

Atalaya

El viche, ¿otra oportunidad perdida?

Julián López de Mesa Samudio
27 de septiembre de 2023 - 09:00 p. m.

Las primeras referencias al vodka en su actual preparación (aguardiente hecho de productos con almidón como la papa) son del siglo XIV y al whisky (aguardiente de cereales), un siglo más tarde; el brandy (aguardiente de vino) se conoce desde más atrás, pero empieza a ser popular en el siglo XV.

Los aguardientes y rones americanos se empiezan a producir un poco después, desde la llegada de los europeos a principios del siglo XVI, y muchos de estos destilados que otrora eran despreciados y perseguidos por las élites por causa de sus orígenes humildes, en las últimas décadas han sido dignificados y rescatados de la ignominia, el olvido y el vilipendio para volverse productos de valor cultural e identitario que generan millones de dólares para sus respectivas cadenas de producción y de comercialización.

El pisco y la cachaza son tan solo dos ejemplos de destilados suramericanos de origen popular (como todos los destilados en el mundo) cuyo éxito es relativamente reciente. En 2022 las exportaciones de pisco peruano generaron más de nueve millones de dólares, es decir, un crecimiento de 44% con relación a 2021; llegó a 41 países del mundo y se espera que las exportaciones crezcan 35% este año. La cachaza se exporta a 72 países y el año pasado generó ingresos de casi 19 millones de dólares.

En nuestro medio el viche tiene el potencial de convertirse en lo que la cachaza y el pisco son en sus respectivos países. Empero, desde hace ya unos cuantos meses se han venido presentando cada vez más trabas para su comercialización, lo que ha hecho que los empresarios de la industria gastronómica colombiana hayan dejado de ofrecerlo en sus locales con la subsiguiente afectación de toda la cadena productiva, comenzando por los cientos de familias que derivan su sustento de la elaboración de este destilado de caña verde (de ahí su nombre “viche”) y que se hallan al borde de la quiebra.

Sigue a El Espectador en WhatsApp

El problema radica en que una vez que la bebida empezó a ponerse de moda y a entenderse su potencial dentro del mundo de las bebidas espirituosas (al ser un aguardiente sin anís añadido tiene un gran atractivo para la coctelería), muchos oportunistas, políticos y funcionarios mediocres quisieron sacar tajada de la fama naciente. Lo que ha debido ser un hito que posicionara al viche en los mercados nacionales e internacionales, la Ley del Viche de 2021 (sí, hay una ley del viche…), terminó siendo el germen de un enredo burocrático en el que entidades como INVIMA, Ministerio de Industria y Comercio, Ministerio de Cultura y hasta Vicepresidencia se tiran la papa caliente de la regulación prevista por dicha ley.

En la esencia del problema se halla el aspecto culturalmente relevante del producto – el cual es su mayor valor agregado – que no es otro que su elaboración. El viche se elabora en alambiques artesanales en muchas comunidades negras del Pacífico sur colombiano. Los actuales y rígidos “estándares de calidad” (requisitos burocráticos con costos altísimos, aparejados a procesos igualmente costosos y engorrosos para que tan sólo unos cuantos puedan cumplirlos) de los entes reguladores como el INVIMA no dan cuenta de estos procesos; antes bien, los prohíben por su supuesta falta de innocuidad. De otra parte, el aspecto “cultural” de la bebida también se ha vuelto parte del problema pues la sensibilidad social, cultural y comunitaria es la excusa para ralentizar procesos de toma de decisiones y para nadie es un secreto que la creación de comisiones, las más de las veces, tiene el propósito de diluir responsabilidades y de matar los procesos a bese de ineficiencia

Nuestra inveterada obsesión por la hiperregulación no nos ha permitido entender que todos los destilados serán más valiosos en la medida en que sus procesos de elaboración tiendan a ser más tradicionales (tal y como ocurre con los destilados y otros licores europeos). Empero, en Colombia llegamos siempre con dos décadas o más de tardanza a las tendencias mundiales, cuando las oportunidades ya se han ido. Así está pasando con el viche y la marihuana de uso recreativo, y así pasó con el tabaco, la pitahaya y hasta los cafés de origen especializados.

@Los_Atalayas

Temas recomendados:

Sigue a El Espectador en WhatsAppSíguenos en Google Noticias

 

conrado(xybxp)29 Sep 2023 - 1:12 a. m.
El licor artesanal tiene su proceso y no perjudica.Lo grave es la mezcla de diferentes tipos de alcohol con otras sustancias. Lo
Yimmy(68264)28 Sep 2023 - 10:32 p. m.
Que viva el Viche!
Ruben(8600)28 Sep 2023 - 5:08 p. m.
Colombia es un pais con altisimos niveles de incompetencia.
Felipe(94028)28 Sep 2023 - 4:44 p. m.
Las elaboraciones artesanales deben cumplir con unos mínimos de garantías sanitarias o de calidad y eso se regula con normas que hay que respetar. Es un riesgo tomar licor elaborado sin control ni garantía alguna, igual que comer chorizos callejeros de desconocida procedencia. Allá cada uno con los riesgos que asume, pero que nadie reclame después al estado por no cumplir con su función de garantizar la salubridad pública.
Javier(dizd8)28 Sep 2023 - 4:11 p. m.
Todo lo del pobre parece que fuera robado. La envidia corroe y mata. En esto, los colombianos somos maestros. Elevarán un muro entre el viche, el guaro y otros licores. Manada de envidiosos.
Ver más comentarios
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar