Publicidad

Atalaya

Hace 40 años…

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Julián López de Mesa Samudio
13 de noviembre de 2025 - 05:04 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

En ese entonces tenía 10 años y, como había sido costumbre en las últimas temporadas vacacionales, estaba pasando unas semanas en la finca de unos amigos en las afueras del pueblo. Era finales de agosto de 1985. Recuerdo aquellos días de calor insoportable. El cielo sin una nube. Las personas amodorradas moviéndose lentamente y sólo nosotros, los niños, corríamos de un lado para el otro, con el torso desnudo bajo la canícula, pateando mangos semidestrozados en la cancha de microfútbol de la plaza principal. La gente decía que nunca había hecho tanto calor como aquel año en Armero, Tolima.

El 13 de noviembre de 1985, Colombia despertó bajo el lodo. La erupción del Nevado del Ruiz borró del mapa a Armero y sepultó a más de 23.000 personas. La tragedia fue natural, sí, pero el desastre fue político. Porque el país sabía —y no hizo nada.

Desde finales de 1984, el volcán había empezado a rugir. Sismos leves, fumarolas, deformaciones del glaciar, reportes técnicos, misiones internacionales, mapas de riesgo. Todo estaba allí, anunciado con la precisión suficiente como para evitar la catástrofe. En octubre de 1985, un mapa de amenazas señalaba con claridad el destino posible de Armero. Pero los mapas, como tantas advertencias en Colombia, se quedaron en escritorios o en manos equivocadas.

El desastre no fue inevitable. Lo inevitable fue la indiferencia. El Estado tenía la información, las autoridades locales los planes, los científicos las alertas. Faltó decisión. Faltó creer en la ciencia. Faltó liderazgo. Un informe de la ONU lo resumió con brutal sencillez: “La trágica falta de evacuación de los pueblos de Armero, Chinchiná y las aldeas vecinas, a pesar de múltiples advertencias… provocó una enorme pérdida de vidas.”

A muchos pobladores se les dijo que permanecieran en casa ante la caída de ceniza, sin entender que el peligro no venía del cielo sino del barro. Y cuando el lahar descendió —caliente, espeso, veloz— Armero dormía. La ciudad estaba construida sobre un antiguo cauce, el mismo que en 1595 y 1845 ya había sido testigo de tragedias similares. Nada fue realmente imprevisible.

El precio humano fue devastador. Más de la mitad de los sobrevivientes presentaron secuelas psicológicas graves meses después. Pero la herida más profunda fue otra: la sensación de que la muerte llegó por negligencia, no por azar. “El volcán no mató a 22.000 personas. El Gobierno las mató”, tituló entonces un medio extranjero.

La tragedia de Armero transformó las normas —el Decreto 919 de 1989 y la Ley 46 de 1988—, pero no necesariamente la cultura política del riesgo. Hoy, cuarenta años después, las comunidades que viven a la sombra del Ruiz siguen expuestas. Aun con menos hielo, una erupción moderada podría producir un nuevo lahar de proporciones semejantes. Y las cifras de población en zonas vulnerables son inquietantes pues si en los ochenta eran miles, hoy son cientos de miles.

Recordar Armero no es solo un acto de duelo, sino de advertencia. La ecuación sigue viva: ante la advertencia técnica, se genera indecisión política. Ante un peligro inminente como ocurrió en varias ocasiones a lo largo de 2023, no hubo, como en el 85, una respuesta firme de las autoridades; la tragedia sigue siendo anunciada. Cambian los nombres, cambian los mapas, pero el guión se repite.

La deuda de Armero es moral. No basta con erigir monumentos o repetir efemérides. Hay que dar autoridad real a la ciencia, autonomía a los sistemas de prevención, y participación a las comunidades. Porque la memoria sin acción es solo nostalgia.

@Los_Atalayas

Conoce más

Temas recomendados:

 

blanca norha Ossa hoyos(17546)15 de noviembre de 2025 - 10:22 p. m.
Hay que despertar y creer en las fuentes científicas que van marcando ritmos de la Naturaleza, a ésta hay que escucharla en sus reclamos. Recuerdo una frase, dicen que la expresó Bolivar, no estoy tan segura , de ello: "DIOS PERDONA, EL HOMBRE PERDONA, PERO.LA NATURALEZA, NUNCA PERDONA" ( Simón Bolivar).
Alberto Rincón Cerón(3788)13 de noviembre de 2025 - 10:37 p. m.
Iván Duque Escobar, ministro de minas y desarrollo de la época y Responsable del tema, se mofó en el parlamento de quienes mostraron evidencias y pruebas científicas de la catástrofe por venir, lo mismo hizo ante otras alertas, falleció Impune.
Carlos Arturo Molina Rios(92784)13 de noviembre de 2025 - 02:23 p. m.
A Belisario lo marcaron tres tragedias : terremoto de Popayán año 83 , Toma del Palacio de Justicia año 85 y Tragedia de Armero el mismo año. Negligencia total en las dos últimas.
juanmi31(37703)13 de noviembre de 2025 - 11:45 a. m.
Hola Luis Figueroa si se documentó bién antes de escribir la burrada de "premiamos al hijo de quién no hizo mayor cosa con la presidencia", dónde está ese hijo hoy?. Hasta donde sé, Belisario tuvo un hijo que conocí como estudiante de veterinaria y zootecnia en la nacional en 1969, yo era jefe del laboratorio de análisis de alimentos para animales. Qué estupidez copiarle a Atenas que también dice siempre estupideces.
  • UJUD(9371)13 de noviembre de 2025 - 01:30 p. m.
    Figueroa se refiere a Duque, papá de Iván....
  • UJUD(9371)13 de noviembre de 2025 - 01:30 p. m.
    Figueroa se refiere a Duque, papá de Iván....
Atenas (06773)13 de noviembre de 2025 - 11:38 a. m.
En efecto, tan horripilante tragedia y pese a las advertencias, dio la medida de nuestra incapacidad de prevención.¿Qué extraño sino hay en nuestra cultura q’ tanto se caracteriza por ser jeremíaca o de lamentos posteriores?¿Por qué no prevemos tan cantados o anunciados desastres? El horrendo caso Petro es otro cruel ejemplo. Atenas.
  • Atenas (06773)13 de noviembre de 2025 - 02:22 p. m.
    Ehh, mucho tonto este Duncanblablabla, q’ ni esa pendejada la escribes bien. Sirva un solo ejemplo de lo mal redactado de su entuerto:”Muchas razón tienes apenitas…”, ¡Plop! Atenas.
  • Duncan Darn(84992)13 de noviembre de 2025 - 01:09 p. m.
    Muchas razón tienes Apenitas, con tu referencia a la prevención de desastres, tal como la acción criminal por omisión del entoces ministro de minas y padre de tu calanchín, la marioneta porcina. Igualmente respecto a prevenirrnos de elegir a la otra marioneta, el tigre de papel Narcorroncho Ttaquetoleguleyo y su circense y simplón séquito de Sábados Fachofelices. Gracias, jejeje.
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.