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Atalaya

La diplomacia colombiana: entre el mérito y el clientelismo

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Julián López de Mesa Samudio
27 de noviembre de 2025 - 05:04 a. m.
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La diplomacia colombiana lleva más de un siglo atrapada en una tensión que se ha vuelto constitutiva: la lucha entre el ideal del mérito y la persistencia del patronazgo. Es una cuerda que se estira desde el siglo XIX hasta hoy, donde la profesionalización del servicio exterior avanza en el papel, pero tropieza en la práctica con viejas costumbres de la política criolla. En esta pugna histórica se inscribe la nueva propuesta de “diplomacia comunitaria”, una idea que promete democratizar la política exterior y conectarla con los territorios. Pero como ocurre con muchas promesas transformadoras, por ahora sólo se han enunciado sus rasgos generales y sus razones de ser. No mucho más.

No siempre hubo carrera diplomática en Colombia. Durante buena parte de nuestra historia republicana las embajadas fueron extensiones de los salones bogotanos: puestos para notables, generales, gamonales o intelectuales que viajaban como representantes de una élite que se turnaba el poder. Recién en 1969 se realizó el primer concurso público para ingresar al servicio exterior, y en el año 2000 se blindó la meritocracia con el Decreto-Ley 274. Desde entonces, Colombia cuenta con una diplomacia que se estudia, se entrena y se evalúa.

Pero la teoría ha demostrado ser menos robusta que la realidad política. Y la realidad política dicta que las embajadas siguen siendo moneda de cambio, recompensa electoral, vitrina para aliados y amigos del poder. Un estudio reciente (David Castrillón-Kerrigan, Colombia Internacional, 2025) documenta que entre 2000 y 2024 más de la mitad de los nombramientos diplomáticos fueron políticos, más del 80 % de los embajadores no provenían de la carrera diplomática y casi la mitad de los puestos reservados para diplomáticos de carrera terminaron ocupados por designados discrecionales. Con gobiernos de derecha o de izquierda, tecnócratas o activistas, el patrón no cambia. La politización no es accidente: es estructura.

Esa estructura tiene consecuencias: fuga de talento, desmotivación de quienes sí compiten y estudian, pérdida de continuidad institucional y, sobre todo, dudas sobre nuestra credibilidad internacional cuando quien nos representa desconoce los instrumentos y los códigos de la diplomacia. Es como mandar a un equipo de fútbol a jugar la final del mundo con el grupo de amigos del dueño del club.

En ese contexto emerge la diplomacia comunitaria. Su narrativa es seductora: que la política exterior no viva solo “en los grandes salones”, sino también en las comunidades que, al fin y al cabo, son quienes sufren migraciones, crisis climáticas, violencias y economías que no conocen fronteras. El único paso concreto, por ahora, es el anuncio de una “Academia Diplomática Popular” en 16 ciudades, orientada a formar ciudadanos en diplomacia y relaciones internacionales desde el territorio. Los pormenores de su operación, costos y articulación con el servicio diplomático, aún no se conocen.

Pero aquí aparece la pregunta incómoda: ¿se está ampliando la diplomacia o se está abriendo un nuevo frente para la politización y el clientelismo? La propuesta coincide, temporal y políticamente, con iniciativas gubernamentales que buscan flexibilizar —o incluso eliminar— los requisitos técnicos para acceder a altos cargos en el servicio exterior. Si al tiempo que se abren puertas a la comunidad se debilitan los mecanismos de mérito, el mensaje deja de ser democratizar la diplomacia y pasa a ser desprofesionalizarla.

Una forma nueva, el fondo de siempre.

Es necesario blindar la meritocracia, fortalecer la carrera diplomática, mantener estándares exigentes para representar al país y, a un mismo tiempo, abrir canales reales para que la voz del territorio llegue al mundo a través de quienes sí saben ejercer esa voz en lenguaje internacional.

La verdadera democratización no consiste en reemplazar expertos por allegados, sino en lograr que la diversidad social nutra un cuerpo profesional sólido y respetado. Diplomacia comunitaria y mérito no son enemigos: son aliados naturales. Pero sólo si la primera no se convierte en coartada para erosionar al segundo. Colombia puede tener una diplomacia más justa, más técnica y más cercana a su gente. Lo que no puede darse el lujo es de tener una diplomacia cada vez más clientelista…

@Los_Atalayas

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Mario Giraldo(196)28 de noviembre de 2025 - 12:40 a. m.
Empecemos de nuevo: FALSA analogia, el presidente NO ES el dueño del equipo, es el director técnico con contrato a 4 años y debe estar en su derecho de escoger los funcionarios para implementar su plan de gobierno. Alcaldes y gobernadores tienen esa prerrogativa, el presidente debe tenerla también!
  • Usuario(48316)28 de noviembre de 2025 - 04:50 a. m.
    Empecemos de nuevo: democracia es gobernar con el otro. Lo suyo, Mario, se llama dictadura. Ahora, si a usted le gusta la dictadura, está bien. No hay que camuflarlo, no se preocupe. Es respetable que a ud le gusrten las dictaduras
fabio villalba(30155)27 de noviembre de 2025 - 08:56 p. m.
Falto mencionar que nuestros vecinos grandes tienen carreras diplomáticas serias. Ver como Brasil y Mexico navegan las turbulentas aguas de la política internacional actual da envidia, mientras que aquí solo x y amigos... el cambio para hacer lo mismo o peor!!!!
micelium(68260)27 de noviembre de 2025 - 05:35 p. m.
La “Academia Diplomática Popular” ya existe. Se llama universidad pública y tiene sede en muchas ciudades del país. ¿Por qué no pensar en fortalecer lo que ya tenemos en lugar de crear toda una nueva capa burocrática? Si, como ilustra Cecila Orozco en su columna de hoy en EE, los escándalos protagonizado por los funcionarios encargados de administrar la educación pública superior han sido una constante desde hace ya décadas, ¿necesitamos otro nuevo nicho de corruptos?
angela gómez Suárez(622)27 de noviembre de 2025 - 04:18 p. m.
Nuestro Dictador Civil Álvaro Uribe ,en su gobierno y su sabiduría, nombró como embajadores o cónsules a colombianos probos,honestos(con un amplio prontuario criminal) como dignos representantes de la República;Arana embajador en Chile,Montoya embajador en República Dominicana,Martelo embajador en el Perú,ect.Ahora critican y cuestionan al Presidente Petro,por no acertar en los nombramientos de sus embajadores,como si lo hizo el benemérito e impoluto y gran patriota .Álvaro Uribe.
Eduardo Sáenz Rovner(7668)27 de noviembre de 2025 - 04:12 p. m.
Al paso que vamos tendremos a Lady Juliana como embajadora ante el Reino Unido.
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