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La caja blanca

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Julián Posada
21 de febrero de 2009 - 02:16 a. m.
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En 1965 el filósofo Richard Wolheim empleó por primera vez el término “minimal” para referirse a las pinturas del norteamericano  Ad Reinhardt que eludían la representación física y en alusión a otros objetos de muy alto contenido intelectual pero de bajo contenido formal. Se supone que el movimiento buscaba además que los materiales manifestasen toda su capacidad expresiva con intervenciones mínimas.

Si al principio el minimalismo hacía referencia a pinturas y esculturas de alto contenido intelectual, los años 90 convirtieron el movimiento en una tendencia adoptada por arquitectos y diseñadores de moda que redujeron el ejercicio a un formulismo e hicieron del espacio de exhibición una simple caja blanca aséptica y desprovista de ideología. Se buscaba que allí el producto desplegase su “poder de seducción”. Aún hoy abundan en nuestro país ejemplos de ello, la sensación al recorrer almacenes y centros comerciales es la de la uniformidad y los pocos que cambian se ajustan a la estética pseudo victoriana del momento, como si la marca o el producto a exhibir no tuviesen principios, ética y valores a los cuales el espacio escenográfico debiese responder.

El advenimiento de teorías que hablan de que la compra se debería convertir en una experiencia y la idea de que en ella debe intervenir más de un sentido ha hecho que las cajas blancas se hagan obsoletas, la experiencia sensorial requiere de ideas y conceptos que se manifiesten en el espacio, pero desafortunadamente la “liviandad” que parece imperar en el mundo evita los compromisos ideológicos de cualquier tipo.

La italiana Miuccia Prada fue una de las pioneras del cambio, ella reaccionó frente a la estandarización y uniformidad de sus puntos de venta (que eran idénticos en todas las ciudades) y procedió a contratar luminarias de la arquitectura mundial que transformaron sus tiendas en destinos turísticos. El ejemplo ha sido seguido por muchos minoristas, y cadenas como Zara y H&M realizan pruebas piloto para transformar sus espacios.

La apuesta por lugares que provean algo más que “ropa” está hecha, pero para asumirla hay que conocer la ética y los valores del otro para lograr comunicarnos en su lengua.

jposada@ideologica.com.co

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