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Nada ha cambiado en la Venezuela aguas adentro

Julio Borges
16 de marzo de 2023 - 12:00 a. m.
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La migración es quizás uno de los fenómenos con más átomos. No es simplemente la ida de una persona de su país, es el vacío que genera un proceso como este a lo interno y externo de quien lo sufre. Es un daño psicológico y antropológico a la vez, porque es en esencia un desarraigo. Desarraigo que puede ser más duro si el proceso es forzoso como lo que han vivido los venezolanos, donde no se trata de una migración planificada en la que meditas con tiempo y coordinas cada paso que das para tu viaje. No. El proceso venezolano es como una carrera de vida entre un nadador y un tiburón. Sencillamente, no es lo mismo subirse a un avión para buscar un nuevo destino, que arriesgar la vida pagando a un coyote para que te lleve a un lugar “seguro”.

Esta migración venezolana en la medida que ha pasado el tiempo ha evolucionado. En un principio, tuvimos una migración de las capas medias y altas, particularmente de los más jóvenes, quienes escapaban de las políticas económicas y sociales de quienes están en el poder en Venezuela. Estas personas buscaban por supuesto como destinos los países con mejores oportunidades laborales, educativas y económicas, llámese Estados Unidos, Panamá y España. Ese proceso de migración se intensificó a partir de 2017, cuando la erosión completa de la democracia y la devastación total de la economía, reflejada en una hiperinflación, golpeó a toda Venezuela. Desde allí, empezamos a ver cómo las clases más pobres desbordaron las fronteras del país, llegando de esa manera a la trágica cifra de 7 millones de venezolanos refugiados, el segundo éxodo migratorio más grande del planeta. Esta migración se concentró principalmente en los países de la región. Colombia, Perú, Chile, Argentina y Ecuador fueron los destinos predilectos de quienes escapaban como sea de Nicolás Maduro.

No obstante, a partir de 2021, motivado por los cambios en América Latina y la crisis económica producida por el COVID-19, esta migración decidió abandonar estas plazas y mirar a Estados Unidos y el sueño americano como la única fórmula para conquistar una vida completamente digna. Miles los venezolanos se han aventurado a atravesar la peligrosa selva del Darién con el propósito de arribar a la frontera de Estados Unidos. Este es un trayecto lleno de desafíos, pero ojalá fueran desafíos afrontables. No, son desafíos que son como una moneda al aire, si cae sello mueres y si cae cara vives. Una selva en la que morir es natural, que solo la toman quienes no tienen nada que perder. De acuerdo con el Servicio Migratorio de Panamá, en dos años más de 250.000 venezolanos han cruzado el Darién. El año pasado, la utilización de esta ruta de escape fue tan intensa, que seis de cada 10 que la cruzaban era de nacionalidad venezolana.

Este aceleramiento de la migración venezolana hacia Estados Unidos también denota que Venezuela está lejos de recuperarse o arreglarse como dicen Maduro y su círculo. Por el contrario, es una crisis que se trasforma y se vuelve aún más aguda y pesada para quienes no están conectados al poder de turno. Maduro se refugia en la propaganda, así como en portentosos edificios, lujosos restaures y opulentos vehículos, para hacer creer que todo lo malo se superó, que los venezolanos ya no van a emigrar, porque ahora Venezuela se sumerge en una especie de renacimiento. La realidad es que ningún disfraz o maquillaje puede suplantar el sentimiento de un país que sufre por no tener cómo alimentarse, tampoco como tratarse una enfermedad. La recién Encuesta Nacional de Hospitales, desarrollada por una organización de médicos independientes, reveló que en los principales centros de salud públicos hay una escasez de 70 % en insumos de quirófano indispensables para una cirugía, incluyendo analgésicos y anestésicos. Es decir, en los hospitales de Venezuela hacer una cirugía equivale a correr sin piernas.

El reflejo de que la situación de Venezuela no ha cambiado y que, por tanto, la intención de migrar tampoco, es la última encuesta de la firma Consultores 21. La encuestadora publicó un informe donde se evidencia que tres de cada 10 venezolanos tienen deseos de abandonar el país; de esos tres, al menos uno tiene planificado dejar Venezuela en el 2023 y los otros dos aún no tienen una fecha establecida. El 40 % de los que manifestaron querer irse son jóvenes entre 18 y 24 años. El estudio se viene haciendo desde 2015 y durante todo este tiempo ha mostrado una curva constante en lo que se refiere a intención de migrar, esta solo disminuyó durante la etapa más dura de la pandemia.

Cuando se les preguntó si algún familiar ha regresado a Venezuela, 85 % contestó que no. Sobre los destinos, 30 % de los que planean emigrar tiene en la mira a Colombia. El 21 % a Chile y 17 % Perú. Llama la atención que estos dos últimos países siguen estando en la preferencia migratoria de los venezolanos, muy a pesar de que han incrementado sus restricciones y barreras de entrada para nuestros connacionales. En otras palabras, muy a pesar del fenómeno migratorio hacia Estados Unidos, lo que se espera es que siga siendo la región en el corto plazo la que enfrente las consecuencias directas del éxodo venezolano.

Para que este proceso de salida masiva de los venezolanos se solucione, habrá que resolver su origen. Las visas y demás barreras de entrada, así como la militarización de las fronteras, son paño de agua tibia para un asunto mucho más grave. Atacar las consecuencias del problema solo agudizará aún más el sufrimiento de los venezolanos. La solución pasa por que los países afectados por el fenómeno construyan un marco de trabajo común con miras a presionar para que Maduro permita unas elecciones competitivas en 2024. La alineación de las posiciones entre los países de la región resulta fundamental en la construcción de una solución al problema de fondo. Hay que pasar del principio de no intervención al principio de no indiferencia. No se puede ser indiferente frente a un problema humano, tampoco se puede barnizar un fenómeno de esta naturaleza con ideología. Hay que ponerse la mano en el corazón y ayudar a que los venezolanos puedan volver a su país en libertad.

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