Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En una entrevista en medios colombianos dije que el presidente Gustavo Petro intentó quedar bien con Dios y con el diablo en lo que respecta a Venezuela, pero al final no quedó bien con nadie; reflejó una posición cantinflesca criticando las elecciones, pero no por persecución política sino por las sanciones y lo que es peor, arrastró a la diplomacia colombiana al vacío al enviar un representante a la toma de posesión espuria de Maduro, sentando un oscuro precedente. En fin, Petro no es ni chicha ni limonada, como diría el analista Mauricio Vargas en su columna de hace unas semanas.
El presidente Petro me respondió en la red X diciendo que “No me interesa quedar bien o mal.. eso nunca ha sido el estructurador de mi acción política. Dijo Bateman alguna vez, el pueblo puede perdonar que nos equivoquemos, es de humanos equivocarnos; lo que jamás perdonará es que seamos incoherentes”.
La verdad es que no hay más acto de incoherencia que asegurar no reconocer una elección y, por otro lado, enviar un representante del Estado colombiano a una toma de posesión del dictador que se robó dicha elección. O, peor aún, decir que la elección no fue libre por un supuesto bloqueo, sin hablar de los miles de perseguidos, torturados y exiliados por el régimen de Maduro. Lamentablemente, la posición de Colombia está lejos de ser una posición estratégica como lo aseguraba el canciller Murillo, porque una cosa es una relación entre Estado para tratar temas como la migración o la seguridad fronteriza, y otra muy distinta es reconocer a la dictadura de Nicolás Maduro.
La diplomacia colombiana echó al traste el legado de años de republicanismo y defensa irrestricta de la democracia en el mundo, al sucumbir frente al autoritarismo y la opresión. Colombia puede desempeñar un papel distinto al que ha desempeñado hasta ahora, poniéndose del lado correcto de la historia, pero lo que pareciera es que Petro es un rehén de Maduro, y lo tienen extorsionado con temas como los diálogos del ELN, el crimen organizado en la frontera, relaciones de larga data, influencia cubana, entre otras cuestiones que sin lugar a duda están poniendo al presidente colombiano contra la pared.
Todo esto le va a salir muy costoso a Petro en su intención de convertirse en un líder regional, defensor del sistema interamericano. Un Maduro que está en cuenta regresiva, sin apoyo internacional, más allá de Rusia, China, Irán y Cuba; que se “juramentó” a puerta cerrada y con ningún líder mundial, salvo los dictadores Miguel Díaz Canel y Daniel Ortega, muerto de miedo y sin apoyo popular, no puede resistir solo con fuerza bruta.
De los 19 países de la región, tres son el eje totalitario, dos tienen una posición cómplice, México, Colombia y Brasil ambiguo, dos están en el cuadrante totalitario (Bolivia y Honduras), y los 11 restantes tienen una posición clara contra la dictadura de Maduro y su eje autoritario, tal y como mostraron Milei, Abinader y Mulino al recibir al presidente Edmundo González.
Colombia, al ponerse en una posición ambigua, se aísla de la comunidad internacional. Junto a Brasil y México conforman un triunvirato diplomático que raya más en lo caricaturesco que en lo diplomático. Pidieron las actas y dijeron que sin actas no reconocían a Maduro, pero al final sin actas enviaron representantes a la juramentación fraudulenta. Se declaran defensores de los derechos humanos, pero en la OEA votan para evitar que la CIDH presente un informe sobre la grave situación de los derechos humanos en el país. Y el colmo es que ahora convocan a una cumbre para evaluar las políticas del presidente Trump hacia la región, en el marco de su toma de posesión, donde solo asistirán Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Lo anterior nos lleva a una conclusión: toda la región está viviendo una transición entre democracias debilitadas y corrientes autoritarias, en todos los países parece asentarse la enfermedad crónica que conjuga dictadura más crimen organizado. Venezuela es el principal exponente, pero ya este proceso de degradación democrática está en toda América Latina. Por eso, lograr un desenlace democrático en Venezuela es no solo el antídoto a nuestra tragedia, sino un tapón para evitar la hemorragia regional.
📧 📬 🌍 Semana a semana tendremos un resumen de las noticias que nos harán sentir que No es el fin del mundo. Si desea inscribirse y recibir todos los lunes nuestro newsletter, puede hacerlo en el siguiente enlace.
👀🌎📄 ¿Ya se enteró de las últimas noticias en el mundo? Invitamos a verlas en El Espectador.
Si le interesa algún tema internacional, quiere enviarnos una opinión sobre nuestro contenido o recibir más información, escríbanos al correo mmedina@elespectador.com o aosorio@elespectador.com
