Democracia y ambiente

Julio Carrizosa Umaña
31 de diciembre de 2019 - 02:00 a. m.

Al terminar el año y en medio de las propuestas y las promesas, el ambientalismo complejo, que solo existe en las mentes de algunos, debería tener una preocupación principal: la sostenibilidad de la democracia en Colombia.

Leyendo algunos de los libros publicados recientemente acerca del futuro del país, me doy cuenta de que ni las características del ambiente colombiano, ni la violencia, ni la sostenibilidad de la democracia son preocupaciones principales de la mayoría de los líderes políticos y económicos. Pareciera que en sus mentes reina completamente la idea de que el libre comercio internacional, los instrumentos financieros globales y el emprendimiento interno solucionarán todos los problemas. Ni siquiera las dudas que están siendo confesadas por los economistas más ilustres parecen debilitar la fuerza de esas ideas clásicas, desarrollistas y neoliberales que confían ciegamente en la posibilidad de crecimiento y dominan el liderazgo público y privado de nuestro país. Según ellos, debemos seguir confiando ciegamente en que aumentará de forma milagrosa la productividad interna y en que gracias a unas inversiones externas fantasmas se eliminará el desempleo en pocos meses, desaparecerá el descontento del 70 % de la población y nuestra pobre democracia seguirá su curso.

Esas son las ideas que junto a las persistentes de las contrapartes marxistas, leninistas, castristas y maoístas de las guerrillas han dominado las mentes de casi todos los líderes de del país durante los últimos cincuenta años. Los resultados son claros: se ha logrado que aumente el ingreso de algunas familias pobres, pero sobre todo se ha forjado una nueva clase de alrededor del 10 % de la población que se ha enriquecido muy por encima de los niveles generales en la década de 1950. Al mismo tiempo en Colombia se han modificado otras cosas, entre ellas la ética, la seguridad y la ecología.

La gente, su tranquilidad, el agua, los suelos y los bosques del país no son los que eran cuando se empezó a predicar el crecimiento económico o la dictadura del proletariado; ni la revolución ni el desarrollo se han logrado, pero sí se han deteriorado, algunos sin remedio, los ecosistemas, la guerra ha sido continua y se han corrompido, hasta sus médulas, sectores muy importantes de la política y la economía.

En las elecciones del 2022 se sabrá si la democracia colombiana sobrevive en medio de esta situación. Gran parte de la responsabilidad de lo que suceda está en las manos del presidente Duque.

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