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El ambientalismo complejo, la regla fiscal y el paro

Julio Carrizosa Umaña

06 de diciembre de 2019 - 09:00 p. m.

Para que Colombia sea sostenible no son necesarios el fracking, el glifosato ni la gran minería en los páramos. Bastaría con modificar las políticas monetarias y fiscales que fueron consensuadas en Washington y que fundamentan la llamada “regla fiscal”. Son ellas las que han perpetuado una situación absurda en la cual el único dinero disponible para conservar el planeta y elevar la dignidad de todos los ciudadanos es el poco que resta después de costear las actividades que destruyen el planeta y la dignidad de la mayoría. Es así como los gobiernos de los países pobres tienen prohibido excederse en sus presupuestos en el gasto social y ambiental a no ser que los organismos privados que aconsejan a los inversionistas internacionales se lo permitan.

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Si el Gobierno colombiano fuera capaz de ir más allá de lo que esa regla fiscal le permite podría, por ejemplo, establecer un gran fondo de investigación y desarrollo que nos condujera a tener industrias y servicios limpios capaces de equilibrar la balanza de pagos, produciendo los dólares que harán falta después de que se disminuya la demanda de petróleo y bajen sus precios en el mercado internacional debido a la necesidad de mitigar el cambio climático.

Si el Gobierno colombiano decidiera establecer excepciones a la regla fiscal, debido a la gravedad de la situación de violencia y corrupción inducidas en Colombia por los consumidores de cocaína y marihuana que no se aguantan la vida en los países ricos, los mismos que han convertido en delito internacional la satisfacción de las debilidades de sus ciudadanos, esas excepciones podrían generar dinero suficiente para cumplir con el Acuerdo de Paz y ofrecer una vida digna a todos los pobres del campo que hoy son reclutados por el narcotráfico internacional.

Si el Gobierno, en un gesto de realismo, optara por declarar su independencia y la del Banco de la República para decidir acerca de su propia moneda podría prohibir la entrada de las grandes compañías mineras y establecer subsidios a la pequeña minería siempre y cuando se comprometiera a seguir conservando los páramos, como lo ha hecho desde hace doscientos años.

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Desde el ambientalismo hemos estado repitiendo esas soluciones complejas en diversas publicaciones, pero en la actual discusión del paro hemos constatado que nuestros escritos han sido ignorados y poca esperanza nos queda de que se debiliten las visiones simplificadoras que dominan la escena nacional.

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