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El ambientalismo y la paz (I)

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Julio Carrizosa Umaña
19 de enero de 2015 - 02:00 a. m.
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El ambientalismo complejo podría aportar al proceso de paz el realismo, el pragmatismo y el respeto a la otredad que parece estar necesitando hoy, cuando se negocian los dos últimos puntos y se estudia el cese al fuego.

El ambientalismo complejo se caracteriza por considerar el ambiente como la totalidad de la cual formamos parte indisoluble y en mirar esa totalidad amplia y profundamente, dándose cuenta de su dinamismo, distinguiendo las interrelaciones entre sus elementos, deseando su transformación, consciente de los deseos de los otros y respetando a las demás personas, sus deseos, a las otras especies y al planeta que nos alberga a todos.

Afortunadamente, esas formas de ver la realidad son comunes a muchísimos colombianos, no solamente a los que nos consideramos parte del movimiento ambiental. Sin embargo, los más de sesenta años de guerra han ocasionado que unas minorías traumatizadas y obsesionadas por el dogmatismo, la corrupción y la violencia hayan hecho imposible lograr la paz en varias oportunidades y en estos momentos hagan difícil la culminación del proceso.

La interpretación del ambiente como la totalidad ecológica, económica, social y cultural, y el reconocimiento de la complejidad de esa totalidad, disuelven las simplificaciones inducidas por las ideologías extremas de izquierda y derecha y destruye los obstáculos imaginarios construidos desde esos dogmas. Al mirar profunda y ampliamente la realidad, con su dinamismo y sus interrelaciones, es posible reflexionar desde fuera, alejándonos de los imaginarios que nos condujeron a la situación actual.

Pero para que esa reflexión, que podría conducir a un pragmatismo vulgar, sea útil en este momento histórico debe incluir la conciencia de que nosotros mismos miramos la realidad críticamente, siempre en relación a un futuro deseado y un reconocer que las otras personas y sus colectividades también tienen objetivos definidos en sus modelos mentales por consideraciones ontológicas, éticas, estéticas y económicas. Tener conciencia de que existe un deber ser propio de cada cual y futuros deseados colectivamente, reconocer la existencia de los deseos de los otros y comprender los objetivos profundos de esos deseos.

Cuando esa reflexión se aparta de los dogmas y rompe los velos y los filtros, cuando logramos recuperar la totalidad de la complejidad de nuestro mirar, hacemos posible el respeto por las otras especies, por las otras personas, por sus colectivos y por el planeta, en este caso, por la totalidad ambiental que podría constituir, en paz, nuestra nación.

*Julio Carrizosa Umaña

 

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